Nunca había visto una película que me hablase con tanta contundencia sobre el ‘bullying’ = acoso escolar, y ha tenido que ser una película de dibujos, con el estilo de Manga, haciéndolo con precisión no exenta de dureza pero también sensibilidad, a raudales... Y tiene unos planos muy bellos, como los que se recortan al cobijo de un paraguas, repletos de contenido a la par que poesía (los japoneses son máster).

Un acierto también toda esa legión de ‘aspas’ -no puedo precisar más- sobre la incomunicación, esa que tan dolorosamente se combate. Y su plantel de estudiantes, con sus más y con sus menos, l@ escenifican muy bien. Pero son Ishida y Shôko los reyes de la función encarnando, tramo a tramo, la opresión, fragilidad y el descontrol general que se cierne sobre ellos en una lucha continua para alcanzar la autoestima y el control de sus vidas a través de los escollos... Y a lo largo del tiempo.

(Como única objeción quizás la extensión de su generoso metraje reiterando el proceso pero, teniendo en cuenta la importancia del mismo, seguramente es lo de menos.)