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United States United States · 544 Camp Street. New Orleans
Jinete nocturno rating:
9
Drama. Comedy October 1989 was a bad time to fall into a coma if you lived in East Germany -- and this is precisely what happens to Alex's proudly socialist mother. Alex has a big problem on his hands when she suddenly awakens eight months later. Her heart is so weak that any shock might kill her. And what could be more shocking than the fall of the Berlin Wall and the triumph of capitalism in her beloved East Germany? To save his mother, Alex ... [+]
Language of the review:
  • es
December 6, 2009
4 of 8 users found this review helpful
¿Y si todo hubiera sido distinto, y si el muro hubiera caído, pero hacia fuera, hasta desbordar el mundo? ¿Y si, en lugar de despertar del absurdo sueño del socialismo, el mundo hubiera despertado en 1989 de la estéril e igualmente inhumana pesadilla del capitalismo? Oh, sí; ya lo sé, lo he oído cada día los últimos veinte años : el socialismo era económicamente inviable, se sostenía a través del Terror y la represión, estaba condenado… blah, blah, blah… Todo eso es cierto. Tan cierto como que nadie, ni el más sesudo analista, fue capaz de predecir el "obvio" derrumbamiento del comunismo ni tan siquiera con un mes de antelación; tan cierto como el 50% de los antiguos alemanes orientales, según las encuestas hechas estos días con motivo del vigésimo aniversario de la caída del muro, añoran los tiempos del comunismo…

Pero no estoy aquí para hablar de política, sino para hablar de cine.
Y en esta maravilla hay mucho cine; cine con mayúsculas, del bueno; cine entendido como arte. Porque “arte” significa belleza y sentimiento. Arte es aquello que indaga en lo profundo de nuestra alma, nos revuelve las tripas y nos hace un nudo en la garganta, que nos conmueve, nos destruye y nos rehace. Y en ese sentido, hacía mucho, mucho tiempo que no se veía una película tan profundamente bella, conmovedora y nostálgica como “Good Bye, Lenin”. Una historia llena de sentimientos, de dulzura y de melancolía, de sueños rotos y de la insufrible añoranza de aquello que puro haber sido pero jamás fue. Y todo ello, y de ahí doble merito, narrado sin sentimentalismo barato ni en melodramatismos zafios; sin caer en los trucos fáciles que vomita a cada instante el cine hollywoodiense, sino a traición, desde el bendito engaño de presentarnos esta historia bajo el manto de la ironía y la comedia.

Porque, ahí radica su fuerza, “Good Bye, Lenin” es sobre todo una película lúcida e ingeniosa, llena de brillantísimos detalles –inolvidable el periplo del protagonista en busca de los dichosos pepinillos Spreewalder - y construida con la precisión que sólo cabe esperar en un alemán –Uwe Boll, aparte-.

Por si todo esto fuera poco mérito, la película, rodada con exquisita corrección formal y con una gama de actores que van en sus interpretaciones de lo solvente a lo simplemente magistral –el chaval protagonista, Daniel Brülh, es un portento-, nos deja para el recuerdo imágenes tan maravillosas como la surrealista y bellísima visión de un enorme Lenin de Bronce ofreciendo su mano muerta a la protagonista desde el cielo, a modo de despedida, o la del primer cosmonauta alemán conduciendo un taxi.

Y, por supuesto, cómo no mencionarla, la hermosísima música de Yann Tiersen, que viste la historia a la perfección...

Bellísima, maravillosa. Deslumbrante.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details. View all
Jinete nocturno
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