Un tío hipotenso se enamora de un calamar.
Da miedo oírle decir que está enamorado del pulpo.
El hombre habla y habla con voz sedosa y tediosa.
El pulpo va y viene, como debe ser.
La musiquita suena ñoña y tramposa.
Las imágenes son excesivamente perfectas y pierden naturalidad.
Documentar no documenta.
Contar no cuenta nada más que la paja mental de este hombre que cada vez da más miedo y su voz da más grima.
Cualquiera sabe si era el mismo pulpo cada vez.
En fin, otro ejemplo de que tener un premio ( un Óscar esta vez) no quiere decir nada en absoluto.
Qué hombre tan lánguido y melifluo, por dios.
Una ración de pulpo a la gallega le animaría un poco.