Santiago Loza, director de cine y teatro argentino, vuelve a contar una historia protagonizada por un hombre después de haberse sumergido en historias femeninas en la notable ‘Los labios’. Al día de hoy suma dos nuevos títulos, posteriores a La Paz, a su ya prolífica filmografía.

La Paz cuenta la historia de Liso, un chico que estuvo internado en una clínica psiquiátrica y de la que es dado de alta. Ahora que está de vuelta en casa deberá tratar de reintegrarse a una vida social y familiar que se diluyó mientras su internación, pero le cuesta socializar con su madre, excesiva en sus cuidados para con él, mientras su padre pasa la mayor parte del tiempo fuera de casa.

Liso también es incapaz de reactivar alguna relación, ya sea con una ex novia o incluso pagando por sexo; para mantenerse lúcido necesita medicarse, encontrando sus mejores momentos charlando con Sonia, una mujer boliviana que trabaja en su casa, y con su abuela, con quien disfruta pasear en moto y tomar helado.

Los personajes de las películas de Loza regularmente hablan poco, y ésta no es la excepción, la rigurosa puesta de cámara será la encargada de sacar y transmitir lo que pasa por dentro de esos personajes, acompañarlos en sus silencios mientras buscan donde deben ubicarse en su nueva realidad.

Y en todo este proceso Loza lo acompaña a Liso a descubrir esos nuevos caminos que habrá de recorrer, con respeto pero sin solemnidad, en los momentos de flaqueza en que parece todo venirse abajo y en las inevitables explosiones catárticas que abrirán los nuevos horizontes para buscar esa necesaria tranquilidad interior.

Cine intimista y pequeño, que transmite mucho con pocos recursos.