La 21 transcurre en un escenario real. Una realidad tácita, que explicita los comportamientos sociales cotidianos y los enfrentamientos, tupidos de violencia verbal y física. La película presenta personajes de bajo costo, que pertenecen a una escuela de arte del barrio donde se realizó el film. La historia en sí no enriquece y solo se dedica a mostrar una constante social de aquellos lares. Por momentos, la musicalización se extiende más que los diálogos, transformando el transcurrir de las escenas en una insulsa secuencia con música. Respecto al desarrollo y el desenlace se intenta eludir la inteligencia del público, no siendo eficaz ya que al momento del cierre del film uno ya se olvidó lo que ocurrió con aquella muchacha infeliz... quedándose en la traición sentimental, nudo corriente y redundante, de dudosa ejecución por parte de los actores.

En síntesis: socialmente, es aceptable verla. Deja enseñanzas y es reflejo de aquello que uno sabe que ocurre, pero no ve. No obstante, para los que deseen un film con recursos y estilo deberían optar por quitarla antes de su comienzo.