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Poland Poland · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Normelvis Bates rating:
4
Thriller. Action. Horror. Fantasy After a string of robberies that left a river of blood, two sadistic siblings named Seth and Richie Gecko head to Mexico running away from the FBI. To get over the border, they kidnap Jacob Fuller, a widowed preacher (Harvey Keitel), and his two children, Kate (Juliette Lewis) and Scott (Ernest Liu). Once south of the border, the quintet park their RV at a rough-and-tumble trucker bar called The Titty Twister, where Seth and Richie are ... [+]
Language of the review:
  • es
October 6, 2012
18 of 26 users found this review helpful
Si no fuera por las gafas de pasta que adornan mi muy hermosa nariz y me obligan a mantenerme bien lejos de los gustos y actitudes del populacho, dejaría a un lado mi talante aristocrático y abriría estas líneas con la ya clásica pregunta, cargada de estupor e indignación, con que miles y miles de críticas malgastan toda sus balas desde la primera palabra que contienen: ¿pero cómo, Dios mío, cómo tiene este engendro un seis con siete de media?

Si he renunciado a hacerlo es porque esa pregunta no tiene respuesta. Nunca la tiene. Lo que no deja de sorprenderme, en todo caso, es que haya todavía quien se indigne por cosas tan triviales como ésa. Hay que ser muy inocente para creer que hay alguna relación trascendente entre la calidad de una película y la nota que cosecha entre quienes la han visto. Quien se pregunta eso, simplemente, juega a un juego cuyas reglas elementales desconoce.

En el caso de esta peli, si uno se para pensarlo, la cosa está perfectamente clara. Un solo dato lo explica todo: “Abierto hasta el amanecer” se estrenó pocos meses después de la apertura de Port Aventura. Justo el momento en el que el cine se convirtió en un parque temático y los espectadores en una horda de turistas en chanclas y bermudas, que se daban por satisfechos con una hamburguesa alumbrada por fuegos artificiales en el tren del Oeste que llevaba de China a México. Agarraos fuerte: Rodríguez y Tarantino habían descubierto el entretenimiento. Casi nada.

Lo más divertido del caso, desde luego, no es eso, sino el elaborado celofán intelectual con que algunos envolvían y siguen envolviendo este giro. Así, según sus apologetas, esta peli, rodada con un modestísimo presupuesto de diecinueve milloncejos de dólares (la calderilla que todo genio incomprendido lleva en el bolsillo) no es la gilipollez absoluta que aparenta ser, sino el súmum de la libertad y de la acracia, de la lucha titánica del individuo contra las reglas establecidas, etcétera, algo que, ay, sólo les está reservado paladear a una selecta minoría de cinéfilos, no desde luego a todos esos restreñidos que creen que su mierda no huele y que (hay que ser rarito) no se conforman con tiendas de souvenirs o un puñado de figurantes bailando el hula en taparrabos. Hay que ser estirado.

Lo que se echa de menos, en todo caso, es algo de honestidad. No mucha. La suficiente para admitir que lo que se buscaba, en el fondo, era edificar una nueva aristocracia en cuestión de gustos, la del que reniega del pasado que no se conoce, la del cateto desacomplejado y que se regodea en su ignorancia. No es extraño que tantos se cobijaran bajo ella: no se trataba de matar al padre, sino de mostrarse orgulloso de desconocer su nombre. Así se fundó la nueva aristocracia que gobierna nuestros días. No cuesta mucho imaginarse, la verdad, qué es lo que andan chupándose mutuamente quienes forman parte de ella. Ahí va una pista, a ver si lo adivináis: no es precisamente sangre. ¿Qué, no caéis? Preguntadle al señor Lobo.
Normelvis Bates
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