Empecemos por destacar la extraña paradoja de los atracadores. ¿Qué tendrán para que nos guste verlos en la gran pantalla? Sin embargo, en la vida real no hay cosa que nos moleste más que nos quiten lo nuestro. En "La trampa" se vuelve a repetir la fórmula de unos ladrones con gancho que no quieres que cojan pese a que en realidad son los villanos de la historia. Porque aquí ni siquiera se justifican buscándole una coartada en el sentido de que "quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón". Dejando al margen esta pequeña introducción, sí, "La trampa" entretiene y cautiva en su justa medida no tanto por los, no obstante, vistosos golpes que van realizando sino por la intriga que sustenta. Al principio parece que ella es mala, luego no, después sí, y más adelante... bueno tendrás que verla. Y algo parecido se puede decir de él. Advierto que hay sorpresa hasta el final.

Dicho lo cual, esta pareja que por separado cada uno de ellos es un seguro de vida no pega ni con cola. Es cierto que dadas las circunstancias no está mal llevada la relación, incluso se mantiene inteligentemente la tensión sexual. Ahora bien, atención, la diferencia es de 39 años. Catherine Zeta-Jones, muy guapa, como siempre, tendría 30 y Sean Connery, 69. El romance no es que no se crea sino que hasta duele verlo. Por ese motivo primero creí y luego pensé que hubiera sido mucho más acertado que fueran padre e hija. Incluso que hubiera mal rollo porque él la abandonó a ella y a su madre y por eso Gin (Zeta-Jones) quisiera vengarse. Claro que de este modo no sé como hubiera quedado toda esa parte final completamente tonta en la que ambos hacen de ilusionistas de primera desapareciendo y apareciendo mucho mejor que Batman en "El Caballero Oscuro".