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January 17, 2016
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Gene Kelly, sí, el bailarín, se pone detrás de las cámaras para ofrecernos un western atípico ya que tira por el camino de lo picante, aunque hoy día haya perdido completamente toda carga sexual o tal vez nunca la tuvo, cuando dos rudos vaqueros de Texas, el callado John O'Hanlan (James Stewart) y el locuaz Harley Sullivan (Henry Fonda), se encuentran con que son dueños (en realidad es sólo el primero, el otro lo acompaña) de un burdel. "El club social de Cheyenne" se beneficia de una trama novedosa, del buen hacer de su pareja de protagonistas principales e incluso, de dos o tres secuencias resultonas por un motivo u otro, pero su frivolidad al tocar la prostitución la acaba condenando. Por ejemplo, ellas no fingen sino que son así por esencia.
La película, además de confesarnos que el valiente pistolero del Oeste es demócrata y el respetable hombre de negocios es republicano (sobre lo segundo no hay dudas pero sí sobre lo primero), plantea una liberación social antitradicional. Harley se rebela contra el poder femenino: no quiere ser "domesticado" mediante el matrimonio, ni que le pongan reglas, ni siquiera de higiene, ni por supuesto serle fiel sino que lo contrario. Ahora bien, este modelo de libertad también implica a las hembras: basta de puritanismos y de control sobre el hombre, cuanto más promiscuas mejor. Y qué mejor prototipo que el de la prostituta, torpemente ensalzado en esta ocasión. En mi caso, todas mis simpatías estaban con la joven señora que abofetea a John ante cierta pregunta.
La película, además de confesarnos que el valiente pistolero del Oeste es demócrata y el respetable hombre de negocios es republicano (sobre lo segundo no hay dudas pero sí sobre lo primero), plantea una liberación social antitradicional. Harley se rebela contra el poder femenino: no quiere ser "domesticado" mediante el matrimonio, ni que le pongan reglas, ni siquiera de higiene, ni por supuesto serle fiel sino que lo contrario. Ahora bien, este modelo de libertad también implica a las hembras: basta de puritanismos y de control sobre el hombre, cuanto más promiscuas mejor. Y qué mejor prototipo que el de la prostituta, torpemente ensalzado en esta ocasión. En mi caso, todas mis simpatías estaban con la joven señora que abofetea a John ante cierta pregunta.