Y de que forma. Los años 50, y parte de los 60, fueron muy propicios a este subgénero cinematográfico, el drama histórico-religioso, que llegados los años 70 se derrumbó definitivamente. Supongo que será por el enfriamiento de las creencias. Hay varios títulos famosos pero, aunque es peor que "Rey de Reyes" (1961) o "Ben Hur" (1959), "Los diez mandamientos" sí puede presumir de éxito comercial. No sólo fue la más taquillera de 1956, ni siquiera de la década, sino que, a día de hoy, según precios ajustados por la inflación, es la sexta que más dinero ha recaudado de todos los tiempos. De esta forma se ha ganado por derecho propio entrar en el selecto grupo de clásico del séptimo arte, tal vez con demasiados minutos de duración o en exceso apologética, pero de todos modos, de visionado recurrente en Semana Santa.

"Los diez mandamientos", por cierto, un remake de otra con el mismo título del año 1923 del mismo Cecil B. DeMille, recibió siete nominaciones a los Oscars, incluida a mejor película, lo que habla de sus virtudes en el apartado técnico, si bien sólo se llevó un premio por los efectos especiales, muy valientes para su época. Sin embargo, el vestuario (el de Anne Baxter), la dirección artística y la fotografía bien podrían haberse llevado también. El caso es que estamos ante uno de los personajes bíblicos más importantes, Moises (Charlton Heston), ya como príncipe egipcio, ya como caudillo judío. Confieso que la primera parte, con amores con Nefretiri (Anne Baxter) e intrigas cortesanas, con Ramsés (Yul Brinner) y el faraón, me interesa más que la segunda en la que se hace más solemne. Aún así se ve entera con gusto.