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nachete rating:
3
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August 26, 2010
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Las leyes de la atracción no son precisamente las que me han acercado a esta nadería sobre abogados que descubren el amor mientras mantienen un toma y daca constante, pero sí serán las qua arrastren al público a comprobar la química de esta pareja encerrada en una película que es pura convención. A Brosnan podemos dejarle un poco de lado porque sabemos de qué pie cojea, pero sí urge preguntarse qué vio Julianne Moore en este guión para animarse a hacer la película. Quizás, barrunto, el poder explayarse más a fondo en un género (la comedia) que sólo había pisado tímidamente en Nueve meses y Evolution.
La película quiere emular los duelos incendiarios clásicos del tándem Tracy-Hepburn, pero aquí todo es tan de a pie, tan inane, que pensar en la comparación da hasta un poco de risa. Brosnan propone un vaciado de carisma a su clásico registro de seductor autoconsciente, extirpándole la vena canalla (que era, por descontado, lo mejor que tenía) y cuajando, con ello, un personaje insípido y lamentable que no hay por dónde cogerlo, lo que quiere decir que todo el peso cómico de la función debe sostenerlo Julianne Moore, que, pese a intentarlo, no logra explotar la ansiada vis cómica que haga resucitar a esta película moribunda, ya sea en sus careos con Brosnan o intentando parecer despistada y/o atolondrada (la huida de la casa del susodicho).
Negada tanto para el slapstick como para el ataque verbal, torpe en las acometidas amorosas y con un guión marcado desde el minuto uno, Hasta que la ley nos separe es un litigio amoroso de muy bajos vuelos que está pidiendo a gritos mucha más mala uva, más réplicas inteligentes (o cerebros mejor dotados para la escritura) y bastante menos azúcar, que en una de divorcios no apetece salir empachado. Por no tener, ni siquiera tiene un solo secundario gracioso. Llegados a este punto, uno incluso echa de menos la caricatura desatada de la denostada Johnny English, anterior cinta del director. En fin, muy olvidable.
Lo mejor: que ni mata ni ofende.
Lo peor: es demasiado plana e insustancial, incluso para una comedia romántica.
La película quiere emular los duelos incendiarios clásicos del tándem Tracy-Hepburn, pero aquí todo es tan de a pie, tan inane, que pensar en la comparación da hasta un poco de risa. Brosnan propone un vaciado de carisma a su clásico registro de seductor autoconsciente, extirpándole la vena canalla (que era, por descontado, lo mejor que tenía) y cuajando, con ello, un personaje insípido y lamentable que no hay por dónde cogerlo, lo que quiere decir que todo el peso cómico de la función debe sostenerlo Julianne Moore, que, pese a intentarlo, no logra explotar la ansiada vis cómica que haga resucitar a esta película moribunda, ya sea en sus careos con Brosnan o intentando parecer despistada y/o atolondrada (la huida de la casa del susodicho).
Negada tanto para el slapstick como para el ataque verbal, torpe en las acometidas amorosas y con un guión marcado desde el minuto uno, Hasta que la ley nos separe es un litigio amoroso de muy bajos vuelos que está pidiendo a gritos mucha más mala uva, más réplicas inteligentes (o cerebros mejor dotados para la escritura) y bastante menos azúcar, que en una de divorcios no apetece salir empachado. Por no tener, ni siquiera tiene un solo secundario gracioso. Llegados a este punto, uno incluso echa de menos la caricatura desatada de la denostada Johnny English, anterior cinta del director. En fin, muy olvidable.
Lo mejor: que ni mata ni ofende.
Lo peor: es demasiado plana e insustancial, incluso para una comedia romántica.