Última entrega (no tiene pinta de continuar después de tantos años sin otra secuela, aunque nunca se sabe) de las aventuras de los hombres de Danny Ocean quienes esta vez el enemigo a vencer mediante el engaño y la treta es Willy Bank, nada más y nada menos que Don Al Pacino, uno de mis actores favoritos. Con el personaje de Pacino se usa una buena excusa para volver a Las Vegas.

No hay nada realmente nuevo que contar, ninguna voltereta en el guion para justificar realmente una secuela más. La cinta se basa en lo que sabe hacer: hay un villano; Ocean y los chicos elaboran un plan para quitarle la sonrisa de la cara y ejecutan el plan. Afortunadamente, tener de nuevo a los de siempre -salvo Julia Roberts, ignoro por qué no aparece- hace que se mantenga un cierto nivel de calidad; sin embargo, no consigue llegar al nivel de la primera, a la que considero la mejor.

La razón es que la misma fórmula tres veces ya es agotador y en esta tercera parte ya he visto hasta partes demasiado redundantes (la subtrama de México, por ejemplo, toma demasiado tiempo) para justificar casi las dos horas de duración entre planes, obstáculos y desarrollo del plan. Por suerte, Clooney, Pitt, Damon y compañía son actores lo suficientemente solventes para levantar la historia y la fórmula, aunque repetida, aún da para elaborar un buen filme en el que intenta ser como la primera que se estrenó allá por 2001, mas se queda en una apuesta sin arriesgar mucho, solamente una trama de orgullo herido que da para lo que da.

Con una tanda de tres entregas se hizo bien en no seguir más, pues si no hay nada realmente nuevo que ofrecer es una tontería seguir rodando secuelas. Por lo menos, se acabó en un lugar digno antes de que la cosa fuese aún peor y hubiese que salir por patas por alguna trama disparatada como atracar bingos.