Louise es una parisina ocupada sobre todo en el amor, una constante en las cintas de este realizador, donde nunca aparecen preocupaciones de índole socio-política, ni siquiera dificultades económicas de sus personajes, nada que puede enturbiar la idealización del amor, el centro de su obra. Como decimos tiene un trabajo estable, vive bien, con su posesivo novio. Pero a la manera de Virginia Woolf quiere un rincón propio, tener su propio apartamento para disfrutar de algo de soledad, vivir, madurar sus pensamientos y así (en un tono algo conservador, normal en Rohmer) querer de otra manera a su chico, de forma más natural, desprejuiciada. Todo reside en unos diálogos sencillos, en situaciones cotidianas: un café, un paseo por París, pintar tu casa, salir con los amigos, un toque de infidelidad....estamos en los primeros años de Miterrand, cuando el país vecino se vio envuelto es unas políticas de izquierdas muy fuertes, con un gran tono ideológico. Pero nada de esto parece nunca interesar a este buen burgués que nos ha dejado el testimonio de una forma de relacionarse, un retrato del amor heterosexual que hoy muchos echamos de menos.


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