Ágora se ha convertido en una de esas películas donde poco se puede decir, debido a que cuando uno se pone delante del ordenador a compartir su opinión, se encuentra con decenas de críticas (centenares en muy poco tiempo) que prácticamente ya lo dicen todo. Aún así, también auguro que será una de esas pelis donde jamás se cansará la gente de escribir, debido sobre todo a la polémica que suscita siempre hablar de religión y por las formas del realizador, un cruce, ¿imposible?, entre el cine de conciencias y el cine de palomitas.

No tienen porque estar enfrentados estos dos términos. Es la eterna lucha entre el "arte" del cine, o entenderlo como "espectáculo". No debería ser blanco y negro. Puede ser Gris.

Y esto nos lleva a la lucha religiosa y casi ideológica que se ha organizado en torno a la película. Amenábar nos habla del presente usando el pasado. En principio no debería haber nadie herido por el mensaje. Los cristianos hicieron perrerías como hicieron los paganos, o como hizo el muy ateo Stalin.

El director, en suma, nos habla del fin de una época y del comienzo de otra, y eso amigos, siempre está acompañado con sangre, porque el ser humano es así de capullo. Una religión engulle a otra, y no es culpa de ni de Cristo ni de Zeus que se mate en su nombre. Tampoco del petróleo, un nuevo Dios más poderoso y más persuasivo que los dos anteriores.

Los personajes se matan entre ellos por el cielo. Pero la Tierra se ve diminuta desde el espacio. El mensaje, al final, es inconcebible para muchos. O vivimos todos en paz o seguiremos matándonos por los siglos de los siglos. Pero fanáticos hay en todas partes, no solo en Kabul.

Nadie está dispuesto a detenerse a pensar si vamos por el buen camino. Eso se llama traición.

La película aburrirá a parte del personal. A otros les parecerá una blasfemia. A mi me parece una buen filme con fallos de ritmo en la parte media del metraje.

"La crueldad es la fuerza de los cobardes".