Junto con ‘Chinatown’, la película que más me gusta de Polanski; en realidad, casi las únicas que de verdad me gustan. Lejos de experimentos estrambóticos como ‘Repulsión’ o ‘El baile de los vampiros’, a la que no le veo la gracia por ningún lado, el franco-polaco se decanta por un filme mucho más clásico y redondo.

Lo mejor, la atmósfera creada, que en ningún momento da miedo, esa es la verdad, pero que transmite una sensación de inquietud como pocas veces se ha dado en películas de este tipo. Y otro de los grandes aciertos es la Farrow, que probablemente no hace más que interpretarse a sí misma. Vista en perspectiva su carrera, parece que la famélica pelicorta nació para encarnar a Rosemary. Su cara de ingenua despistada, sus rarezas neuróticas la convierten en el perfil ideal para dar vida a la incubadora del diablo.

Ni una gota de sangre, cero violencia, ausencia de sustos y golpes de efecto, pero resulta mucho más creíble que la práctica totalidad de las obras del género. Larga, quizá, sosegada, tal vez, pero nunca ‘lenta’; y siempre efectiva. Un verdadero aquelarre en pleno NY protagonizado por un extravagante grupo de ancianitos y un matrimonio despistado que podría haber caído en el más absoluto ridículo, pero que el director conduce con maestría. Una de esas ocasiones en las que todo viene rodado. Probablemente, si el mismo Polanski la hubiese hecho en otro momento, le hubiera salido un ñordo. Yo la he disfrutado más aún que la primera vez que la vi. Sigue gozando de tan buena salud, incluso mejor, que hace más de cuarenta años.

Una de las escasas obras maestras de un género en el que la calidad brilla por su ausencia, dicho sea de paso. Esperemos que a ningún imbécil se le ocurra hacer un ‘remake’.