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Taylor rating:
8
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April 13, 2009
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Un tipo tradicional como yo no podía dejar pasar Semana Santa sin visionar alguno de esos clásicos bíblicos que todas las televisiones suelen programar por estas fechas. En esta ocasión, afortunadamente, no me vi obligado a repetir y abordé “Barrabás”, una superproducción no tan conocida como “Los diez mandamientos”, “Ben-Hur” o “Espartaco” pero mucho más interesante de lo que preveía.
La peli de Fleischer plantea como aliciente primordial la visión de aquellos primeros años de la Cristiandad a través de la mirada objetiva y escéptica de un ladrón, de un asesino, de un pendenciero: Barrabás. Un hombre que salvó su vida a costa de Jesucristo y cuyo destino quedaría inexorablemente ligado a la creciente y progresiva difusión de la palabra del Mesías.
A diferencia de otras propuestas de carácter más lacrimógeno y aleccionador, Fleischer apuesta por vertebrar su historia en el terrible estigma que habrá de soportar Barrabás durante toda su vida. Dicho enfoque (notablemente perpetrado a través de la magnífica interpretación de Quinn) constituye el sedimento intelectual de un film no exento de todas esas secuencias espectaculares (el derrumbamiento de las minas de azufre, las luchas de gladiadores,…) tan en boga en el cine colosalista de finales de los cincuenta y principios de los sesenta.
Un bonito tributo, en suma, a ese oscuro reverso de la épica bíblica en la que Caín, Judas y Barrabás –como no- personifican una muy, pero que muy singular Santísima Trinidad.
La peli de Fleischer plantea como aliciente primordial la visión de aquellos primeros años de la Cristiandad a través de la mirada objetiva y escéptica de un ladrón, de un asesino, de un pendenciero: Barrabás. Un hombre que salvó su vida a costa de Jesucristo y cuyo destino quedaría inexorablemente ligado a la creciente y progresiva difusión de la palabra del Mesías.
A diferencia de otras propuestas de carácter más lacrimógeno y aleccionador, Fleischer apuesta por vertebrar su historia en el terrible estigma que habrá de soportar Barrabás durante toda su vida. Dicho enfoque (notablemente perpetrado a través de la magnífica interpretación de Quinn) constituye el sedimento intelectual de un film no exento de todas esas secuencias espectaculares (el derrumbamiento de las minas de azufre, las luchas de gladiadores,…) tan en boga en el cine colosalista de finales de los cincuenta y principios de los sesenta.
Un bonito tributo, en suma, a ese oscuro reverso de la épica bíblica en la que Caín, Judas y Barrabás –como no- personifican una muy, pero que muy singular Santísima Trinidad.