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Felipe Larrea rating:
8
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- es
September 22, 2011
2 of 4 users found this review helpful
Recuerdo mi sorpresa hace unos años cuando leí que el objetivo del arte según la concepción clásica era el de perfeccionar al ser humano y buscar la belleza. Aquello no iba conmigo. Chequeaba mi lista de películas preferidas y ese concepto del arte me resultaba ajeno, puesto que dominaban las historias sórdidas y los personajes turbios. Ahora, un tiempo después, mi concepto sobre la finalidad del arte es relativamente amplio y sigo pasándomelo como un enano con el cine de, por ejemplo, Tarantino, pero me gusta que un director se marque la meta de crear algo valioso.
La sociedad en su conjunto menosprecia esa manera "antigua" de concebir el arte. Entre la izquierda hace furor el feísmo estético, los dramones que niegan la redención a sus personajes, las comedias que convierten los defectos en "diferencias" y la subversión de cualquier valor tradicional por el hecho de ser tradicional, no porque sea bueno o malo. Por si fuera poco, cuando un progre se pone "constructivo", rara vez opta por mensajes universales, sino más bien por la caricatura dogmática de sus "enemigos" y el afán adoctrinador. La derecha, prendida de orgullo liberal, considera cualquier intento de mejorar al ser humano una inaceptable injerencia de algún estalinista que busca aniquilar su libertad individual. Además, ellos ya son suficientemente buenos, porqué les iba a tener que sermonear alguien sobre cómo mejorar.
Entre tanto virtuoso y artista comprometido existe gente como Peter Weir, un director convencido de que su cine sí puede contribuir a ennoblecer y engrandecer al ser humano. Su última película, de un corte tan clásico que remite a "Dersu Uzala" (Akira Kurosawa, 1975) y "Lawrence de Arabia" (David Lean, 1962) se interesa por cuestiones como la amistad, el sacrificio, el compañerismo y el compromiso con el ideal de libertad. Tanto es así, que incluso se permite el gusto de machacar sin miramientos la ideología número 1 en el ranking histórico de asesinatos, el comunismo. Y además lo hace sin esfuerzo, con una historia de aventuras, en lugar de tirar de cine político.
Hubo piedras por el camino, claro. Un poco antes del estreno, acusaron a la novela en la que se inspira de no ser fiel a los hechos (no se ha demostrado la acusación), pese a que Weir declaró que lo suyo es una película de ficción. Todavía guardaban sus detractores un as en la manga que ha dado notables frutos: Considerarla una "obra menor", como se dice sistemáticamente de toda aquella película cuyo mensaje sea optimista. Ahí están "Invictus" (Clint Eastwood, 2009) o "The Way" (Emilio Estevez, 2010). Finalmente "Camino a la libertad" ha pasado desapercibida para el gran público y ni siquiera ha cubierto la inversión en la taquilla mundial.
(siga en spoiler sin desvelar detalles del argumento)
La sociedad en su conjunto menosprecia esa manera "antigua" de concebir el arte. Entre la izquierda hace furor el feísmo estético, los dramones que niegan la redención a sus personajes, las comedias que convierten los defectos en "diferencias" y la subversión de cualquier valor tradicional por el hecho de ser tradicional, no porque sea bueno o malo. Por si fuera poco, cuando un progre se pone "constructivo", rara vez opta por mensajes universales, sino más bien por la caricatura dogmática de sus "enemigos" y el afán adoctrinador. La derecha, prendida de orgullo liberal, considera cualquier intento de mejorar al ser humano una inaceptable injerencia de algún estalinista que busca aniquilar su libertad individual. Además, ellos ya son suficientemente buenos, porqué les iba a tener que sermonear alguien sobre cómo mejorar.
Entre tanto virtuoso y artista comprometido existe gente como Peter Weir, un director convencido de que su cine sí puede contribuir a ennoblecer y engrandecer al ser humano. Su última película, de un corte tan clásico que remite a "Dersu Uzala" (Akira Kurosawa, 1975) y "Lawrence de Arabia" (David Lean, 1962) se interesa por cuestiones como la amistad, el sacrificio, el compañerismo y el compromiso con el ideal de libertad. Tanto es así, que incluso se permite el gusto de machacar sin miramientos la ideología número 1 en el ranking histórico de asesinatos, el comunismo. Y además lo hace sin esfuerzo, con una historia de aventuras, en lugar de tirar de cine político.
Hubo piedras por el camino, claro. Un poco antes del estreno, acusaron a la novela en la que se inspira de no ser fiel a los hechos (no se ha demostrado la acusación), pese a que Weir declaró que lo suyo es una película de ficción. Todavía guardaban sus detractores un as en la manga que ha dado notables frutos: Considerarla una "obra menor", como se dice sistemáticamente de toda aquella película cuyo mensaje sea optimista. Ahí están "Invictus" (Clint Eastwood, 2009) o "The Way" (Emilio Estevez, 2010). Finalmente "Camino a la libertad" ha pasado desapercibida para el gran público y ni siquiera ha cubierto la inversión en la taquilla mundial.
(siga en spoiler sin desvelar detalles del argumento)
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
No digo que "Camino a la libertad" sea perfecta. Le falta equilibrio entre sus personajes, puesto que no todo el mundo nace con el careto y el talento de Ed Harris y Colin Farrell, este último solo cuando es bien dirigido. Sin embargo, cualquiera con la higiene cinéfila suficiente como para verla en una pantalla de al menos 35 pulgadas (ya saben, las pantallas pequeñas son para las mentes pequeñas), se va a encontrar con una lección de compromiso ético y estético, muchas emociones y una narrativa muy absorbente. Y con absorbente no me refiero a esos silencios cochinos que utilizan los "autores" asiáticos cuando no les apetece hacer su trabajo, sino a la majestuosidad muda de las grandes imágenes.