Sentía gran curiosidad por esta película desde que vi "Dioses y monstruos" (Bill Condon, 1998), excelente biografía de los últimos días de James Whale, el director de "Frankenstein". Le presentaban como un tipo de agudísima inteligencia muy poco interesado en el género de terror, por eso sobreentendí que focalizaría su talento en desarrollar los personajes y sus conflictos.

Suelo enfrentarme a los clásicos de las primeras décadas del cine con pocas expectativas porque sé que la gran mayoría son sobrevalorado celuloide enmohecido, pero esta vez la decepción es doble. El conflicto hombre-dios no se desarrolla, el monstruo apenas posee algún rasgo de humanidad y los actores son malísimos. La caracterización de Boris Karloff sigue conservando su fuerza y escenas como la del cementerio y el molino son brillantes guiños al expresionismo alemán, pero no me parece suficiente. Aún así, le daré otra oportunidad a Whale porque otras películas suyas tienen fama de ser mejores.