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5.7
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August 1, 2018
11 of 12 users found this review helpful
Cómo se notan las diferencias culturales. En Estados Unidos las distopías se suelen resolver con un "bueno-muy-bueno" que lucha (y gana) contra la injusticia de las grandes corporaciones, que a su vez son "malas-muy-malas". Pero esto es cine europeo, y eso se nota.
Cine de aprovechamiento, porque hace bastante con bastante poco. Pocas explosiones digitales, pocos personajes y estrellas "comiéndose la cámara", y a cambio obtiene escenarios impactantes (París plagada de chabolas con pantallas gigantes anunciando drogas "legales" para los pudientes y entretenimiento para la masa pobre). Distópico, sin caer del todo en la crítica fácil ni los personajes monocromos de "buenos aquí, malos allí" que tuvimos que fumarnos en Elysium tras un comienzo prometedor.
Se aprecia el toque francés en el énfasis que se hace en la gente, en las manifestaciones, las libertades individuales y colectivas y la información como armas contra la injusticia, más que dejar caer todo el peso del destino del mundo en los hombros musculados del protagonista de turno.
Las multinacionales tienen el control a través de la compra de deuda de los gobiernos. Esto da pie a legalizar los experimentos con humanos y la compra y la venta del cuerpo en un escenario de pobreza generalizada y desempleo masivo. El deporte estrella es la Arena: pelea sin concesiones con luchadores dopados hasta las cejas, patrocinados por las empresas que proporcionan las drogas. Ares es uno de esos luchadores en horas bajas. Lo bonito de este enfoque más a la europea es que no se detiene en la descripción de un gorila al uso: Ares tiene defectos, pero también metas, aspiraciones, familia, preocupaciones y problemas, y para todo eso hay tortas y sangre. Salsa roja para esta distopía sin florituras.
Cine de aprovechamiento, porque hace bastante con bastante poco. Pocas explosiones digitales, pocos personajes y estrellas "comiéndose la cámara", y a cambio obtiene escenarios impactantes (París plagada de chabolas con pantallas gigantes anunciando drogas "legales" para los pudientes y entretenimiento para la masa pobre). Distópico, sin caer del todo en la crítica fácil ni los personajes monocromos de "buenos aquí, malos allí" que tuvimos que fumarnos en Elysium tras un comienzo prometedor.
Se aprecia el toque francés en el énfasis que se hace en la gente, en las manifestaciones, las libertades individuales y colectivas y la información como armas contra la injusticia, más que dejar caer todo el peso del destino del mundo en los hombros musculados del protagonista de turno.
Las multinacionales tienen el control a través de la compra de deuda de los gobiernos. Esto da pie a legalizar los experimentos con humanos y la compra y la venta del cuerpo en un escenario de pobreza generalizada y desempleo masivo. El deporte estrella es la Arena: pelea sin concesiones con luchadores dopados hasta las cejas, patrocinados por las empresas que proporcionan las drogas. Ares es uno de esos luchadores en horas bajas. Lo bonito de este enfoque más a la europea es que no se detiene en la descripción de un gorila al uso: Ares tiene defectos, pero también metas, aspiraciones, familia, preocupaciones y problemas, y para todo eso hay tortas y sangre. Salsa roja para esta distopía sin florituras.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
En el ocaso de su carrera, Ares intenta mantener a su familia lejos de los problemas: con una hermana metida en prensa considerada "prohibida" y una sobrina igual de problemática, se ve tirando de los hilos de una amante con algo de enchufe para mantenerlas lejos de la trena. Por otra parte, su entrenador tiene un plan: enchufarle a nuestro gorila una droga experimental para resurgir en un torneo europeo y hacerse de oro en las apuestas. La droga en cuestión puede matar a mucha gente, pero a él "tal vez" no lo mate, y tenga posibilidades de ganar dicho torneo y a los monstruos anabolizados que sirven de estandarte para las farmacéuticas que les abastecen.
La trama, que arranca con bastante solidez, se empieza a hacer difusa: la hermana es encarcelada y Ares necesitará mucho dinero para sacarla, por lo que tiene que hacerse cargo de su sobrina y de una niña (que en realidad, tampoco queda muy claro de dónde viene o qué pinta, pero por fortuna, tampoco juega un papel vital en la trama, casi que es como una mascota) mientras no le queda más remedio que aceptar el trato de entrar en el torneo y pincharse con lo que le pongan.
A partir de ahí, todo se va disolviendo. El torneo pierde importancia, en favor de "quién denunció a la hermana", se disuelven los personajes, se enturbian las metas y el final es tan caótico que tal vez no deje a nadie satisfecho pero soy de la opinión de que las distopías son precisamente para eso: para no quedar contento. Y por suerte, los personajes son igual de distópicos, y no se hace justicia con todos.
Seguramente quienes hayan puesto a parir a esta película no les falte razón, si lo que esperaban era otra palomitada de buenos contra malos. El prota no es un héroe ni tampoco uno de esos antihéroes hechos a medida para gustar al gran público rollito Deadpool. Es de ese "realista" que no cae bien en ninguna ficción: va a por la pasta, y a salvar a los suyos y a nadie más. "Violento y servil: el policía perfecto" lo define su sobrina. Y las empresas más que regodearse en su maldad también van a por la pasta, a ver subir sus acciones y a hacer lo necesario para que el business prospere.
¿Hay deus-ex-machina? Sí, el botón mágico de hackear. Aunque por suerte, queda un poco en segundo plano, a caballo entre lo necesario para no detener la trama y un epílogo para los créditos.
¿Podría haber hecho más? Creo que sí, la ambientación da para una buena serie, pero así como viene, es sorprendente lo que hace con lo que tiene. Mima algunos detalles, la publicidad, las referencias a los medios de comunicación y la banalización de internet. No es especialmente filosófica en su trama compacta, pero sí da otro enfoque un poco menos fantasioso a la visión de un futuro quebrado y pobre.
La trama, que arranca con bastante solidez, se empieza a hacer difusa: la hermana es encarcelada y Ares necesitará mucho dinero para sacarla, por lo que tiene que hacerse cargo de su sobrina y de una niña (que en realidad, tampoco queda muy claro de dónde viene o qué pinta, pero por fortuna, tampoco juega un papel vital en la trama, casi que es como una mascota) mientras no le queda más remedio que aceptar el trato de entrar en el torneo y pincharse con lo que le pongan.
A partir de ahí, todo se va disolviendo. El torneo pierde importancia, en favor de "quién denunció a la hermana", se disuelven los personajes, se enturbian las metas y el final es tan caótico que tal vez no deje a nadie satisfecho pero soy de la opinión de que las distopías son precisamente para eso: para no quedar contento. Y por suerte, los personajes son igual de distópicos, y no se hace justicia con todos.
Seguramente quienes hayan puesto a parir a esta película no les falte razón, si lo que esperaban era otra palomitada de buenos contra malos. El prota no es un héroe ni tampoco uno de esos antihéroes hechos a medida para gustar al gran público rollito Deadpool. Es de ese "realista" que no cae bien en ninguna ficción: va a por la pasta, y a salvar a los suyos y a nadie más. "Violento y servil: el policía perfecto" lo define su sobrina. Y las empresas más que regodearse en su maldad también van a por la pasta, a ver subir sus acciones y a hacer lo necesario para que el business prospere.
¿Hay deus-ex-machina? Sí, el botón mágico de hackear. Aunque por suerte, queda un poco en segundo plano, a caballo entre lo necesario para no detener la trama y un epílogo para los créditos.
¿Podría haber hecho más? Creo que sí, la ambientación da para una buena serie, pero así como viene, es sorprendente lo que hace con lo que tiene. Mima algunos detalles, la publicidad, las referencias a los medios de comunicación y la banalización de internet. No es especialmente filosófica en su trama compacta, pero sí da otro enfoque un poco menos fantasioso a la visión de un futuro quebrado y pobre.