Valentina es la primera parte de un intento de adaptación de la monumental obra de Ramón J. Sender Crónica del alba. El protagonista recuerda, prisionero en un campo de concentración francés tras la Guerra Civil, sus amores infantiles con Valentina, la hija del notario, cuando era un niño inquieto, rebelde y levantisco (hoy los llaman "hiperactivos" para que los mediquen y así engrosar las ganancias de las farmacéuticas). La labor de Betancor es tan correcta como insípida. En algunas ocasiones tienes la impresión de estar viendo un telefilm. Los personajes carecen de alma y nunca te lo acabas de creer del todo. A favor tenemos la bonita banda sonora de Riz Ortolani, de esas que el maestro de Pesaro bordaba sin aparente esfuerzo, el buen hacer del niño Jorge Sanz (vocalizaba mejor entonces que ahora), y la presencia enorme del llorado Anthony Quinn, que devora tranquilamente todas las escenas en que aparece, con su propia voz de acento mexicano tan característico. En su brevedad reside su mejor virtud.