Después del monstruoso éxito de Doce del patíbulo, Charles Bronson emigró a Europa... y se convirtió en una estrella. Un tipo duro, con la camiseta pegada al cuerpo, y tan expresivo como un dinosaurio fosilizado. Con Terence Young, el director de tres películas emblemáticas de James Bond, filmó otras tres películas, el extraño western Sol rojo, la violenta Los secretos de la Cosa Nostra, y este pestiño que aporto a vuestra consideración.
Los compañeros del diablo no es mala; es un engendro, un aborto, un amontonamiento de disparates sin pies ni cabeza. No me sirve que IMDB diga "heavily cut", o sea, mutilada a hachazos. Todo es horrendo. El guión no existe, los diálogos son risibles, los fallos de raccord dan ganas de llorar, la música de Michel Magne es vomitiva, la fotografía de Jean Rabier tan plana y falta de alma como en las numerosas películas de Chabrol que firmó... Cuesta creer que este bodrio pudiera llegar a las pantallas de Europa, no digamos ya de Estados Unidos.
El apartado interpretativo es penoso. Dejaremos a un lado a Bronson, del cual ya hemos hablado. ¿Qué c... hacía Liv Ullmann en esta cosa? Ganarse una pasta, ya lo sé, pero la pobre no se lo creía y así salió. Da pena ver a un señor actor como James Mason cayendo en el ridículo más estruendoso como malvado de la función. Y como guinda del pastel, Jill Ireland, mona ella, mediocre ella, pero como señora de Bronson aparecía en todas sus películas. Sale unos momentos Michel Constantin diciendo tonterías, pero a fin de cuentas está doblado.
En fin, que me lo pasé de fábula, sin dar crédito a mis ojos, ni a mis oídos. No caigáis en la tentación, atraídos por el reparto. No se merece ni un momento de vuestro tiempo.