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Spain Spain · Madrid
Charles rating:
8
Thriller. Western. Drama. Action A divorced dad and his ex-con brother resort to a desperate scheme in order to save their family's farm in West Texas. In a story where the Old West meets the New West, two brothers - Toby (Chris Pine), a straight-laced and divorced father trying to provide for his son, and Tanner (Ben Foster), a short-tempered ex-con - rob branch after branch of the bank that's foreclosing their family land. The pair seem to be getting away with their ... [+]
Language of the review:
  • es
November 16, 2016
221 of 235 users found this review helpful
En el título original de esta película hay un expresión que, siendo justos, es intraducible.
'Hell or High Water' habla de una decisión complicada: ir directo a la perdición, o vivir con el suficiente pie como para no ahogarte en tu propio mar de errores. La misma que se ven forzados a tomar todos los personajes presentes en esta historia, no importa de qué lado de la ley están.
'Comanchería', al contrario, habla de una lucha encarnizada entre hombres que no conocen el descanso, los amigos o las confianzas. Como los antiguos comanches, tienen enemigos allá donde vayan, viven con la muerte a cada esquina.
Jaque mate a la hora de titularla entonces, aunque si hubiera que quedarse con uno me quedaría con el primero, aunque solo sea por el aire resolutivo y directo que transmite, mucho más afín al tono general de lo que se cuenta.

Ese tono ya está presente desde la primera escena, cuando la quietud de un pueblo perdido de Texas es rota por dos asaltantes a un banco, pero en ningún momento se nos bombardea con las típicas imágenes de adrenalina que convertirían ese robo en algo frenético. El resultado es extraño, casi antinatural, porque no hay entonces ninguna nota sobresaliente, los encapuchados no son coronados héroes por el propio montaje, y toda la escena tiene un halo de patetismo difícil de ignorar.
Esto es un "western" mesurado, no porque carezca de emoción, sino porque carece de épica: los tiempos románticos en los que robar bancos a lo largo del desierto era algo admirado han quedado muy atrás. Los cowboys envejecen, los indios desaparecen, y los forajidos tienen los días contados.
Nos lo dicen los parroquianos del bar de siempre ("no van a llegar muy lejos"), lo dice el imperturbable sheriff Marcus a punto de la jubilación ("tarde o temprano, cometerán un error") y lo dicen los propios bandidos, Tanner y Toby, hermanos en busca de una segunda oportunidad ("¿alguna vez has conocido a alguien que no haya acabado preso?").

El motivo de esos atracos por parte de los hermanos tiene que ver con su entorno y su familia: Tanner quiere dejar algo a la madre enferma que abandonó y Toby quiere una vida mejor para dos hijos fruto de una esposa resentida. Ambos luchan con la evidencia de que, en el fondo, la segunda oportunidad nunca será para ellos, sino para su legado, y así lo acaban aceptando, convencidos de que es mejor buscar un tiro entre atracos con posible triunfo que esperar la lenta muerte del mendigo. Solo buscan despedirse con unos grandes fuegos artificiales, por decirlo así.
El problema es que no son los únicos, porque el sheriff Marcus también quiere una despedida con honores. Incapaz de admitir que sigue el caso de los dos por puro ansia de gloria, o quizás por un deteriorado sentido de justicia, antes de que la vejez le sorprenda en el porche de su casa, empezará una persecución incansable por el desierto, en busca de los últimos forajidos del Oeste, que se han atrevido a oponerse a una autoridad que ya no es tal.
Tres hombres caminan rumbo a su perdición, y no les importa porque no tienen nada que perder. Su viaje, por llamarlo así, está lleno de santos y villanos, pobres empleados, malas mujeres, que desgranan la historia de una Texas lejos de sus mejores días, donde no cabe el crimen o la maldad, muertos por el poco espíritu de la moderna civilización.

No hay que perder de vista, sin embargo, que la única "maldad" de los hermanos no es perseguir una gloria inexistente como hace Marcus, sino la necesidad. Al menos por parte de Toby, la parte sensata del dúo, mientras su hermano Tanner busca algún tipo de redención para un despojo social como él.
Esa misma necesidad que el ayudante indio del sheriff menciona que han utilizado los bancos para amasar su imperio, despojando al Oeste de los sacrificios grandiosos y las huidas épicas.
Ahora todo se disuelve en fideicomisos y escrituras de propiedad, triste destino para sheriffs que nunca serán los justicieros que soñaban, sino más bien asesinos esperando la hora del retiro (mejor que venga por bala que por vejez, eso seguro). Los bandidos, por su parte, bien podrían ser ratas asustadas, a los que el traje de homicidas les viene grande, pero aún más la valentía para vestirlo cuando toca.

El Oeste ya no es el que era.
Y el sabor amargo de la derrota puede venir por parte de una obsesión que se resiste a morir, semi-enterrada entre el polvo texano.
La obsesión de que nunca seremos grandes, por mucho que intentemos quitarle importancia.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details. View all
Charles
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