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Spain Spain · Madrid
Charles rating:
4
Drama. Comedy This unconventional blend of documentary and fantasy uses the stories-within-stories structure of the classic Arabian Nights to explore the lives of ordinary people in austerity-stricken, contemporary Portugal. Among the tales: A group of bankers discover a cure for impotence, a rooster is put on trial for crowing too early in the morning, and a group of jobless citizens go swimming on New Year's Day.
Language of the review:
  • es
June 24, 2016
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Todo hay que decirlo, 'Las Mil y Una Noches', versión Miguel Gomes, no parte de un mal planteamiento.
Concebir Portugal como un fresco de historias entretejidas, con detalles patéticos, humorísticos y moralizantes se antoja una locura, pero durante unos momentos deja de serlo, cuando la voz hipnótica de Sherezade nos trata de Rey a la vez que nos entretiene.
Descubrimos que puede no haber tanta diferencia entre vencedores (siempre banqueros) y vencidos (siempre currantes), y de igual manera cada acción está conectada a otra a través de consecuencias que no somos capaces de imaginar, en un inmenso país que creemos caótico y sin posibilidad de orden. No, siempre hay un orden, y la crisis de Portugal lo ha seguido escrupulosamente si analizamos su conjunto.

Ahí acaban las virtudes de este Volumen 1: en la idea, y en la sensación a ratos conseguida de que efectivamente todas las historias puedan formar aventuras a pie de calle, que serán los cuentos del mañana para una sociedad necesitada de oírlos.
Por desgracia, el resto, un páramo de minutos sin interés alguno, puebla todo el metraje, donde lo único que se deja en evidencia es el nulo interés de Miguel Gomes en que entres en su juego, porque su descomunal ego te impide acercarte. De repente, lo que parecía una buena idea se convierte en un pulso al espectador, lleno de tiempos muertos, de personajes carentes de toda lógica humana y de anécdotas rancias ocupando machacones minutos, creyendo aportar algo.
¿Quizá es eso, no? ¿Quizá se ha puesto de relieve que unificar un país pobre, carente de encanto, no puede ser contado de manera fantasiosa y moral, no? Puede, pero si esa fuera la intención es un suplicio llegar a ella.

Gomes no escatima recursos en procurar que su jeto y su pose de artista torturado rellenen un buen tercio de la película, porque no basta con someternos a un aburrimiento sin fin, también tiene que contarnos el considerable esfuerzo que conlleva rodar una historia con cuatro pobres ideas. ¡Y además convertirla en trilogía! Desde luego, sí es un genio, pero vendiendo humo.
Cuando por fin a la película le da la gana de empezar (no sin antes el breve prólogo de Gomes contando su vida, porque cualquier cosa rodada es buena, debió pensar) parece que la lucha con metraje inane tiene su recompensa: la piel morena y ojos miel de Sherezade, viajando a una isla de mujeres que se entregan a los placeres mundanos, parece remitir directamente a la atmósfera sensual, alegre que tienen los cuentos mentados en el título.
Es otro breve buen chispazo de la idea que se va apagando en progresivas historias, tratando de buscar la gracia sin conseguirla, añadiendo detalles carentes de sentido, y abandonando al espectador a su suerte: entramos en la sala con la promesa de 'Las Mil y Una Noches', abandonamos con la sensación de que alguien nos ha querido estampar la cara con un álbum de fotos que no nos interesaba ver.

Breves gotas de cuento intergeneracional en los relatos de cuatro parados y sus pesares, pero toneladas de sinsentido en un gallo hablando o una ballena explotando. Es curioso que ni siquiera un cuento de banqueros agobiados por sus penes flácidos sea capaz de provocar la risa, ni un cuento de amor de juventud despierte cierta ternura, como si el verdadero sentimiento fuera una emoción alienígena extirpada hace tiempo.
En 'Las Mil y Una Noches', el cuento que todos conocemos, cabía lo extraño y lo maravilloso, es cierto. Pero una vez leídos acababa uno la sensación de que le habían enseñado algo, oculto en los relatos de una princesa que narraba por amor a la vida y el deseo de cambiar las cosas.
Aquí, se acaba con la sensación de que no se ha sabido contar nada por parte de un director que, como aquella princesa, nos trata de Rey cuando su único amor y deseo están dirigidos a mirarse el ombligo. Por lo menos Sherezade fingía que quería seducirnos, y procuraba que sus cuentos merecieran la pena.

Si Gomes hubiera estado en su lugar, el Rey le habría cortado la cabeza hace rato.
Charles
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