No pude ver la película en el cine porque su paso fue fugaz a pesar de que había leído mucho sobre ella. La opera prima de una madrileña en Nueva York con dos duros y mucho talento. La película muestra una estructura novedosa pues no sabemos de qué se trata el turbulento juego hasta los casi cinco minutos finales. Lo normal es una exposición más corta de los hechos y un desarrollo más profundo hasta el desenlace. En cambio, la directora deja la sorpresa para el final sin ser una vuelta de tuerca, es decir, la primera hora de cinta es una dramática descripción de la situación de los inmigrantes en la ciudad de las grandes oportunidades. Pero lo que nos encontramos es una ciudad hostil, gris y desasosegante. Una ciudad en la que los bizarros caprichos de la clase adinerada se convierte en el último reducto para los inmigrantes de conseguir dinero para sobrevivir en una sociedad a través de un juego en el que, paradójicamente, se trata de sobrevivir. En apenas 70 minutos, se nos presenta un tenso relato que cuenta muchas cosas: la necesidad del dinero, la diferencia de clases, lo poco que a los ricos les importa la vida de los que no lo son, el abuso de unas clases sobre otras y lo más espeluznante del relato... los ricos se gastan el dinero en cualquier juego sucio con tal de llenar su insatisfecha vida sin importar lo que le pase al otro. Desde el momento que la protagonista entra en la fiesta, la tensión más incómoda se apodera de la película y de nosotros mismos. Jugamos el mismo papel que Luciana: intentar averiguar qué lleva el bolso y qué ocurre al otro lado de la puerta.
Desde luego es lo último que me podría imaginar y, aunque sólo dura cinco minutos escasos, son de lo más espeluznantes y perturbadores. Lo dicho, una cinta seca, sórdida e incómoda pero muy efectiva, sin apenas diálogos y muy deudora del poder de sugestión. Muy recomendable.