Ni comedia, ni drama. Ni se toma a cachondeo el tema del cáncer (que nadie debería), ni tampoco se recrea en la enfermedad y sus consecuencias para el cuerpo y para el alma (que nadie lo soportaría).
Cuando se acerca la muerte, hay que exprimir la vida, y eso es lo que van a hacer estos dos amiguetes.
El reparto es perfecto. ¿Puede haber un "abuelo" más entrañable y adorable que Morgan Freeman? ¿Y qué mejor actor que Jack Nicholson para hacer de cascarrabias insufrible que oculta un buen corazón sin saberlo?
Pues aquí tenemos a estos dos monstruos de la interpretación juntos. Casi solo por ellos ya hay que verla. La película no sería la misma con otros. Pero la historia también es buena, porque como mínimo nos hace pensar un poquito en la vida.
A pesar de la triste situación, el film es positivo e incluso divertido, gracias al carisma de los presonajes, y como se complementan en cumplir la lista.
Es un canto a la amistad y a la vida muy recomendable, siempre y cuando no se vea con un estado de ánimo demasiado bajo, claro.