Esta película se puede poner a parir muy fácilmente. La ida de olla que representan algunas escenas, y su idea en conjunto, da pie a que a la mayoría de la gente no le vaya a gustar, y más contando con el amigo Nicolás Jaula, tan odiado por el personal. En este caso vuelve a mostrar una pelambrera imposible teñida de rubio.
Sin embargo, si uno la ve desde el punto de vista de lo que es (una comedia negra pasada de vueltas), se lo pasa uno bien y todo.
Tiene el estilo gamberro y el frikismo de Robert Rodriguez. Está llena de escenas de tiros a lo bestia, diálogos de comedia involuntaria y personajes estrambóticos. Pero lo cierto es que es divertida si uno entra al trapo.
Aunque la película está filmada en plan serio, la verdad es que no se toma en serio a sí misma.
Momentos como el tiroteo del motel o el personaje de William Fichtner son delirantes. Solo ver el principio en el que el protagonista escapa del infierno en un coche por una autopista, es totalmente inaudito.
Únicamente sirve para verla con el chip friki puesto y echar el rato. Cinéfilamente es desastrosa.