Cuando la vi por primera vez de joven, me causó muy buena impresión. Aún faltaban años para la saga “Ocean” de George Clooney y para las misiones imposibles de Tom Cruise. Así que me pareció una inteligente, original y muy entretenida película.
Cuenta con un reparto estupendo, cuyos actores recrean personajes carismáticos y que caen bien desde el primer minuto.
Además, es también algo pionera en el tema del “hacking” y el uso de la tecnología para hacer misiones y robos (si dejamos a un lado “Juegos de guerra”, que va de otro palo).
Robert Redford demuestra una vez más que siempre ha sido un actor todo terreno, y no solo un guaperas de cine romántico. Pero hay varios actores interesantes más que hacen que sea coral y no todo se centre en él.
Respecto al guion, es bastante bueno. No hace falta ser ingeniero informático para saber que estas cosas se quedan obsoletas en pocos años, pero en el contexto de 1992, es una trama creíble y que podía llegar a impresionar a los espectadores del momento. Eso no quita que hoy parezca algo anticuada y descafeinada en ese sentido.
Y hay tiempo para un sentido del humor sano y bien integrado, que no me molesta lo más mínimo (no como el que hacen en el siglo XXI). El caso es que la he vuelto a ver en 2020 y me sigue gustando mucho. Así que, aunque su tecnología sea prehistórica, algo bueno tiene que tener, digo yo.
Los mejores momentos son todo el golpe final, y los diálogos entre Redford y Kingsley.
Muy recomendable.