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El_Chacal_Beat rating:
7
7.2
1,113
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- es
August 18, 2011
55 of 60 users found this review helpful
Eran aproximadamente las 10 de la noche un 31 de Diciembre. En la sala se alcanzaba a observar gente adulta conversando. Bebida en mano. Música de rock sesentero de cajón. Humo y risas. "Silvio Rodríguez y su incansable lucha social" se escuchaba por allá, "tienen que ver "Los gritos del silencio", es una cinta con conciencia" decían cerca donde la leña hacía lo suyo con la chimenea. Debates culturales y tal. El clima era agradable y las estrellas proporcionaban una bella vista nocturna. Hasta que en algún punto de la cálida celebración mi madre asomó al cuarto donde yo dormía...
No pudo entrar al cuarto y una expresión y sensación de temor asolaron en su ser y su rostro. Volvió a la sala, y de una manera sutil informó a mi padre la alerta. No hizo esperar y salió. La fiesta seguía allí. Al acercarse donde yacía mi lecho notó un gruñido que le pareció familiar. Tampoco consiguió estar cerca de mí, un pastor alemán lo impedía, estoico e inamovible permanecía cerca de las patas traseras de la cama. Mi padre informó a los invitados, quería saber si alguno había traído su mascota a nuestra casa. Nadie. Y pronto, el espectáculo pasó a ser esa habitación en la que yacía él y yo…
Yo tenía 5 años y lo nombré “Arbat”. Pronto nos adaptamos los dos. Corríamos, jugábamos, le daba de comer a la misma hora que yo lo hacía y de vez en cuando lo regañaba, luego me arrepentía y le acariciaba, cabeza y lomo. A mi padre le gustaba llevarnos a las montañas en el carro, los dos siempre en la parte trasera, y siempre sacaba la cabeza por la ventana mientras jadeaba, por las noches se acostaba allí mismo. Donde lo conocí. Pasó el tiempo y él se volvió mi mejor amigo, no solo porque yo fuera el típico chico raro antisocial. Lo que pasa es que de él aprendí el significado de lealtad. Fueron 7 años maravillosos.
Por problemas de fuerza mayor, mi familia y yo nos tuvimos que mudar a otro estado. Mi padre me dijo que regresaríamos por él en dos días, en el carro, solo los tres, como acostumbramos. Y así sucedió, y fuimos por él. Eran como las 10 de la noche. Y se sentía una ligera brisa. Mi padre abrió la puerta y allí estaba “Arbat”, agonizando.
(Continua en spoiler esta historia)
No pudo entrar al cuarto y una expresión y sensación de temor asolaron en su ser y su rostro. Volvió a la sala, y de una manera sutil informó a mi padre la alerta. No hizo esperar y salió. La fiesta seguía allí. Al acercarse donde yacía mi lecho notó un gruñido que le pareció familiar. Tampoco consiguió estar cerca de mí, un pastor alemán lo impedía, estoico e inamovible permanecía cerca de las patas traseras de la cama. Mi padre informó a los invitados, quería saber si alguno había traído su mascota a nuestra casa. Nadie. Y pronto, el espectáculo pasó a ser esa habitación en la que yacía él y yo…
Yo tenía 5 años y lo nombré “Arbat”. Pronto nos adaptamos los dos. Corríamos, jugábamos, le daba de comer a la misma hora que yo lo hacía y de vez en cuando lo regañaba, luego me arrepentía y le acariciaba, cabeza y lomo. A mi padre le gustaba llevarnos a las montañas en el carro, los dos siempre en la parte trasera, y siempre sacaba la cabeza por la ventana mientras jadeaba, por las noches se acostaba allí mismo. Donde lo conocí. Pasó el tiempo y él se volvió mi mejor amigo, no solo porque yo fuera el típico chico raro antisocial. Lo que pasa es que de él aprendí el significado de lealtad. Fueron 7 años maravillosos.
Por problemas de fuerza mayor, mi familia y yo nos tuvimos que mudar a otro estado. Mi padre me dijo que regresaríamos por él en dos días, en el carro, solo los tres, como acostumbramos. Y así sucedió, y fuimos por él. Eran como las 10 de la noche. Y se sentía una ligera brisa. Mi padre abrió la puerta y allí estaba “Arbat”, agonizando.
(Continua en spoiler esta historia)
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Quizás fue el destino. Solo recuerdo que yo entré y lo vi mal, no se podía parar. Se estaba muriendo. Corrí. Lo abracé y coloqué su cabeza y parte de su cuerpo sobre mis piernas. No le despegué los ojos en los de él, ni él en los míos. Me desplomé. “No te mueras”, “No me dejes sólo” apenas lograba decir entre tantas lágrimas que nublaban mi vista. El agonizaba, pero luchó y nunca dejó de mirarme, como diciéndome que todo estaría bien, que nos volveríamos a encontrar. Hasta que cerró sus ojos. Para siempre.
Ahora ya no juzgo a la persona que cometió ese crimen. Que sea la vida quien se encargué de ello.
Hace unos años me dijo padre, que ese instante, ese lugar, es el momento que la vida la ha brindado como el más tierno y cruel. A mí, el que despertó una inmensa sensibilidad por la vida. Y le agradezco, infinitamente, a “Arbat”.
Les cuento esto, no porque quiero compartir hechos trágicos de mi vida. Se los cuento porque estas emociones, hacen a ellos universales. Y desentienden de divergencias culturales, razas, religiones o preferencias, que se yo… lo que pasa es que el ser humano es egoísta y muchas veces arrogante y soberbio. Y allí radica la diferencia entre una especie y otra. En fin, que ya no pido que cambien, ni que entiendan. Creo que incluso eso es pedir mucho. Pero sepan, que la lealtad existe. Y así como es un misterio sin resolver el cómo apareció en mi vida, es todavía más misterioso como pueden ellos agarrarnos cariño, siendo lo que somos. Milagro, lo llaman algunos. Maldición, otros.
Aún sueño viéndonos los dos, viajando en el mismo carro, en una carretera llena de bosques de pinos a los lados, en la parte trasera, sacando nuestras cabezas por los ventanales…
Ahora ya no juzgo a la persona que cometió ese crimen. Que sea la vida quien se encargué de ello.
Hace unos años me dijo padre, que ese instante, ese lugar, es el momento que la vida la ha brindado como el más tierno y cruel. A mí, el que despertó una inmensa sensibilidad por la vida. Y le agradezco, infinitamente, a “Arbat”.
Les cuento esto, no porque quiero compartir hechos trágicos de mi vida. Se los cuento porque estas emociones, hacen a ellos universales. Y desentienden de divergencias culturales, razas, religiones o preferencias, que se yo… lo que pasa es que el ser humano es egoísta y muchas veces arrogante y soberbio. Y allí radica la diferencia entre una especie y otra. En fin, que ya no pido que cambien, ni que entiendan. Creo que incluso eso es pedir mucho. Pero sepan, que la lealtad existe. Y así como es un misterio sin resolver el cómo apareció en mi vida, es todavía más misterioso como pueden ellos agarrarnos cariño, siendo lo que somos. Milagro, lo llaman algunos. Maldición, otros.
Aún sueño viéndonos los dos, viajando en el mismo carro, en una carretera llena de bosques de pinos a los lados, en la parte trasera, sacando nuestras cabezas por los ventanales…