El primer tercio de esta película está bien. Sigue la pauta típica de las películas de vengadores justicieros, pero luego vemos que al personaje de Gerard Butler se le ha ido la olla y que en realidad es un Dr Phibes de última generación.

La segunda parte también sigue por los caminos típicos en las que la venganza del personaje parece imparable, y que nuestro protagonista (Jamie Foxx) se ve incapaz de parar. Bueno, vale. Pasable.

La tercera parte es defraudante. Descubrimos que Gerard Butler es un súper-espía. Si a un tipo así le matan la familia, estoy convencido que los compañeros del servicio secreto se habrían encargado de los dos matones desde el minuto uno. Y como han dicho en una crítica anterior. No es creíble que un tipo listísimo que construye una especie de Bat-cueva al lado de una prisión le estropeen el complot de esa manera. Sobre todo, no te crees que Jamie Foxx y compañía transporten la bomba armada desde el ayuntamiento hasta su celda. Y te preguntas ¿por qué no puso la bomba gorda desde el principio? Y si era tan listo, ¿por qué no unas cuantas? Demasiadas molestias para tan poca cosa.