No tiene que envidiarle nada a la primera entrega. Esta secuela sigue conservando la frescura de la original y añade más picante con la aparición del tan temido nuevo personaje: la suegra.
Santiago Segura (Torrente) lanza la segunda parte casi sin pestañear precedida por el asombroso éxito de la original. Esta entrega cuenta con los mismo elementos que llevan a su predecesora a ser tan divertida y los amplía exponencialmente para dar rienda suelta a más situaciones cómicas (y a veces esperadas y deseadas), diálogos a veces punzantes y aprovechamiento al máximo del humor que desprenden los niños... y la inevitable confrontación con la suegra, algo típico en la sociedad española y mito inevitable a sacar a relucir cuando se hace una película de estas características. En el reparto hallamos el mismo plantel que en la primera: Toni Acosta (Yucatán), Silvia Abril (Cuerpo de Élite) y Leo Harlem (El Mejor Verano de mi Vida). A ellos se le unen Florentino Fernández (Isi/Disi) y una espléndida Loles León (La que se Avecina) como la temible suegra.
Esta es una obra ideal para elevar el ánimo de estos meses tan extraños que nos está tocando vivir, un potenciador de la sonrisa y la risa para hacernos olvidar la triste realidad de estos días y que se agradece que Segura se haya arriesgado a la hora de estrenarla en cines, y más a la velocidad con la que ha sido capaz de escribir guión, producir, dirigir y lanzar un producto de buena factura y entretenido. Y a pesar de todos sus clichés, me siento culpable por disfrutar de la sencillez cómica de esta película, por la naturalidad de los niños y porque es un producto digno de verse para echar un ratico entretenido. Además, deja cierta sorpresa al final.