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Naran rating:
9
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March 14, 2008
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Tabú es la historia de Matahi y de Reri, dos jóvenes enamorados en una isla en la que sus habitantes viven según las tradiciones de centenares de años. Pero un barco viene a su isla, y en este barco está Hitu, que notifica a Reri que debe salir de su hogar para ser la virgen sagrada de la isla. Ella es tabu.
Dos estilos diferentes, pero perfectamente complementados. Sumemos la potencia visual de Robert Flaherty y el aliento poético de Wilhelm W. Murnau, entonces la cosa puede acabar en obra maestra. Antropología y subjetivismo romántico. Y así nace, en 1931, Tabú, uno de los poemas cinematográficos mayores de todos los tiempos. Universal hasta nuestros días.
Tabú es el discurrir de la vida misma en cada plano. No importa que sean islas perdidas por los mundos salvajes, donde todo parece barbarie. Una isla del Pacífico sur, parecida a la de Gauguin o Stevenson. El drama humano, el romance, la tragedia y las diferencias raciales, están ahí.
La inocencia de los indígenas, sus cuerpos, la naturaleza, la luz, la vuelta a un expresionismo de sombras así como la fascinación y el afecto en la mirada del cineasta hacia los polinesios. La demostración del más sublime amor, capaz de rebasar cualquier tipo de obstáculo en su afán por estar juntos, la entrega, el espíritu, la nobleza. Sentimientos que logran llegar al espectador, una historia sencilla. Muy grande. La última escena es impresionante.
Una pareja se casa infringiendo las leyes de su tribu, para ser a partir de entonces perseguidos por una maldición que sólo puede acabar en tragedia. Aunque sea un preciso y maravilloso documental sobre Polinesia y sobre sus habitantes, es también una gran historia de amor. No le hacen falta siquiera diálogos o música de acompañamiento; a veces el cine es lo suficientemente poderoso.
Dos estilos diferentes, pero perfectamente complementados. Sumemos la potencia visual de Robert Flaherty y el aliento poético de Wilhelm W. Murnau, entonces la cosa puede acabar en obra maestra. Antropología y subjetivismo romántico. Y así nace, en 1931, Tabú, uno de los poemas cinematográficos mayores de todos los tiempos. Universal hasta nuestros días.
Tabú es el discurrir de la vida misma en cada plano. No importa que sean islas perdidas por los mundos salvajes, donde todo parece barbarie. Una isla del Pacífico sur, parecida a la de Gauguin o Stevenson. El drama humano, el romance, la tragedia y las diferencias raciales, están ahí.
La inocencia de los indígenas, sus cuerpos, la naturaleza, la luz, la vuelta a un expresionismo de sombras así como la fascinación y el afecto en la mirada del cineasta hacia los polinesios. La demostración del más sublime amor, capaz de rebasar cualquier tipo de obstáculo en su afán por estar juntos, la entrega, el espíritu, la nobleza. Sentimientos que logran llegar al espectador, una historia sencilla. Muy grande. La última escena es impresionante.
Una pareja se casa infringiendo las leyes de su tribu, para ser a partir de entonces perseguidos por una maldición que sólo puede acabar en tragedia. Aunque sea un preciso y maravilloso documental sobre Polinesia y sobre sus habitantes, es también una gran historia de amor. No le hacen falta siquiera diálogos o música de acompañamiento; a veces el cine es lo suficientemente poderoso.