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Spain Spain · Zaragoza
Nanofilis rating:
7
Drama The sheer audacity of My Dinner with Andre drew throngs of curious filmgoers who made the film the most talked-about art-house hit of 1981. After all, who'd ever heard of a movie consisting of nearly two hours of nonstop dinner conversation? Ah... but this isn't just any conversation--it's the kind of mesmerizing, soul-searching, life-affirming exploration that we feel privileged to listen to, and with unobtrusive style, director Louis ... [+]
Language of the review:
  • es
March 15, 2017
22 of 24 users found this review helpful
Una conversación. Dos personas. Y una cena, con André en este caso. Nada más. Es la película-conversación entre dos personas más pura de las que he visto hasta el momento, radicalizando lo visto en La huella (Mankiewicz) o Mi noche con Maud (Rohmer).

110 minutos de diálogo ininterrumpido salvo por el prólogo y el epílogo, únicos momentos donde la acción sale al exterior de la mano de Wallace para exponernos su presentación y transformación. ¿Qué ha ocurrido entre medias? El catalizador del cambio: Mi cena con André. Dicha cena se desarrolla escenario tan despojado de distracciones que permite el desnudo existencial de las personas-personajes para así convertirse en dos seres humanos que confrontan su percepción de la realidad, la vida, el amor, la muerte y el arte a lo largo de un cambiante y nunca previsible dialogo. Wallace y André. ¿Espectador y director? ¿Último hombre y superhombre? ¿Sancho y Quijote? Intentaré realizar una mera caricatura de ellos ya que son personajes complejos y contradictorios y el espacio es el que es:

Wallace nos habla en primera persona, conocemos su vida y su pensamiento en los primeros minutos. Es un hombre moderno, pragmático y positivista. Anteriormente se interesaba por el arte y la música, ahora, a pesar de que se dedica al mundo del teatro, su máxima preocupación es conseguir dinero. Dinero para seguir, para continuar en esa New York que no duerme y que no se detiene. ¿Para qué va a detenerse? Lo único que quiere es disfrutar de los pequeños detalles que le regala la vida y que hacen que esta merezca la pena. Sobrevivir, que no es poco, como él mismo afirma. Es conformista en el buen sentido, es consciente de ello y no aspira a ser partícipe de grandes proyectos que puedan suponer una ruptura de su sosegada existencia. Wallace representa la vida, con sus pequeñas alegrías, miserias, decepciones, objetivos, rutinas y experiencias.

André aparece desde el primer momento como una figura enigmática y fascinante (¿acaso es casual su empleo constante de la palabra "fog"?) . Lo primero que sabemos de él es por terceros que han señalado que ha estado una temporada en Oriente abrazando árboles y que ha llorado con una frase de una película de Bergman ("podría vivir siempre en mi arte pero no en mi vida"). Llega el encuentro con Wallace y las sospechas se confirman: parece estar de vuelta de todo, con mil experiencias bajo el brazo y una curiosa percepción de la realidad. Este Gatsby neoyorquino vuelve a la civilización tras su paso por Oriente con una inquietud fundamental: compartir su experiencia que le ha ayudado a despertar del letargo en el que está sumida la civilización occidental desde la modernidad. Ya no se ve un hombre libre, todos se hayan lobotomizados en la rutina infernal que algunos incautos como Wallace siguen llamando vida. Esta es la razón por la que André ha emprendido el viaje y vuelve para contárnoslo (es espectador también queda extasiado por la abundancia extravagancia de las experiencias de André). Por eso ha realizado esos viajes, ha realizado esas locas performances, se ha atrevido con mil y una aventuras. Navegar es preciso, vivir no es preciso. Quiere volver a ser humano y no una máquina como nos cuenta en una anécdota muy graciosa ( un amigo suyo realizaba todas las acciones como si fuera zurdo para cambiar la manera de sentir y percibir la realidad). André representa la Vida, experimentada en todas sus dimensiones pero vivida realmente aunque duela, sin velos ni nieblas y con el Arte y la Belleza como aliados. Voluntad de desierto y aprender a mirar de nuevo. Nietzsche y Berger. Silencio, destierro y astucia. Joyce. Educación estética del hombre. Schiller.

Perfilados a los dos personajes parece que el campo de batalla parece claro. Wallace está dentro del sistema, contento y satisfecho por permanecer en él y André se erige como el destructor que desea liquidar esos nuevos valores que no nos liberan sino que nos hunden más y más: la vida moderna como monotonía narcótica que te va matando poco a poco y no te deja escapar porque te seduce con las pequeñas comodidades de la vida y su consecuente conformismo. La respuesta de André podría ejemplificarse en el famoso verso de Rilke: Debes cambiar tu vida.

A esto se debe añadir que ambos personajes proceden del mundo del teatro. Este hecho facilita que se expongan constantemente fricciones, fusiones y entrelazamientos entre el mundo ficticio y el real, entre la imaginación y la resignación, entre el la vida y el arte.

Recomendable: Película sumamente original en su planteamiento formal como radical en las temáticas que aborda. Su propuesta arriesgada sale airosa gracias a la calidad, importancia e imprevisibilidad de las líneas de diálogo.
No recomendable: Ritmo pausado, citas cultas y nula acción pueden disuadir a más de uno. Los actores cumplen pero no destacan especialmente.
Nanofilis
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