"La gran revancha" no puede disimular su mediocridad, ni en formas ni en fondos, lo que no significa que sea un producto desacertado. De hecho, la idea de enfrentar a Robert de Niro y Sylvester Stallone como una especie de Jake LaMotta y Rocky Balboa del Imserso es magnífica, más aún con una rescatada Kim Basinger de por medio como la causante de la disputa de los protagonistas.

¿Su problema? Que no sabe si tomarse en serio a sí misma, provocando un conjunto irregular.

Y de ahí, todo lo demás: guión por momentos lamentables, por otros excesivo en su solemnidad; historia que no se hace aburrida pero casi, con tanta subtrama que poco importa; y reparto desigual, en donde sorprende un Jon Bernthal más que capaz, una Kim Basinger representando a una estrella decadente pero aún carismática y un Robert de Niro que se esfuerza por mantener el barco a flote (dentro de lo que es De Niro, que tampoco es el paradigma de la expresividad). En el otro lado, el engendro de Sylvester Stallone, que no sólo es un actor pésimo sino que hace décadas que resulta desagradable de ver, por no hablar del insoportable de Kevin Hart y de un Alan Arkin repetitivo y estereotipado.

Podría haber sido una comedia desternillante o un dramón de tres pares de narices, lo cierto es que no se puede negar que sea una película simpática, creciendo muchísimo en sus últimos minutos. Se nota que el director ha mamado mucho boxeo o, en su defecto, mucho cine de boxeo.