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9
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March 10, 2009
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África, el continente origen de la humanidad, empobrecido y explotado por los occidentales. Como si de un paraíso perdido al que quieren volver, son muchas las películas de esta dupla, juntos o por separado, ambientadas en ambientes tropicales del hemisferio sur. Los temas que trata "Estoy con los Hipopótamos" son producto de la fecha en la que fue rodada (1979). A pesar de que un rótulo inicial nos sitúa en "África, hace unos años", los problemas que denuncia la película estaban de plena actualidad a finales de los 70.
Hay una pugna, en ningún caso con virulencia, entre una curandera y un médico. En realidad, son dos visiones complementarias, que hasta se ayudan en sus diagnósticos a pesar del pique entre la medicina oficial y la santería. El personaje del médico es un autóctono ilustrado que edita un periódico crítico y caza mariposas en sus ratos libres. La curandera es la "Ma" de Bud y de Terence, su anfitriona, la que les fríe los huevos de avestruz. Ambas personas con facultades curativas reman en el mismo barco.
Y es que el navío principal que surca la temática de este largometraje es la denuncia de los abusos provocados por el tráfico de animales y de marfil, personificados en un antiguo boxeador americano metido a mafioso. Para combatirlo, tenemos a los dos protagonistas, que, como siempre, se mueven por dinero y su buen corazón. Bud tiene una agencia que organiza safaris de lo más cutre. Les da balas de fogueo a los cazadores que transporta y los hace parar en poblados perdidos aduciendo una avería, porque está compinchado con el cacique local para obtener un porcentaje de los beneficios de los souvenirs de esa parada.
Terence es un empedernido jugador, que dinero que gana, dinero que se lo apuesta. Siempre viviendo al día, sin pensar en el futuro y con una eterna y pícara sonrisa. No son el prototipo de buenazos, pero eso es lo que los hace ganarse el respeto del público. Que están plagados de defectos, de mala hostia y de, en el fondo, nobles propósitos.
Hay una pugna, en ningún caso con virulencia, entre una curandera y un médico. En realidad, son dos visiones complementarias, que hasta se ayudan en sus diagnósticos a pesar del pique entre la medicina oficial y la santería. El personaje del médico es un autóctono ilustrado que edita un periódico crítico y caza mariposas en sus ratos libres. La curandera es la "Ma" de Bud y de Terence, su anfitriona, la que les fríe los huevos de avestruz. Ambas personas con facultades curativas reman en el mismo barco.
Y es que el navío principal que surca la temática de este largometraje es la denuncia de los abusos provocados por el tráfico de animales y de marfil, personificados en un antiguo boxeador americano metido a mafioso. Para combatirlo, tenemos a los dos protagonistas, que, como siempre, se mueven por dinero y su buen corazón. Bud tiene una agencia que organiza safaris de lo más cutre. Les da balas de fogueo a los cazadores que transporta y los hace parar en poblados perdidos aduciendo una avería, porque está compinchado con el cacique local para obtener un porcentaje de los beneficios de los souvenirs de esa parada.
Terence es un empedernido jugador, que dinero que gana, dinero que se lo apuesta. Siempre viviendo al día, sin pensar en el futuro y con una eterna y pícara sonrisa. No son el prototipo de buenazos, pero eso es lo que los hace ganarse el respeto del público. Que están plagados de defectos, de mala hostia y de, en el fondo, nobles propósitos.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Hay una escena original que constituye toda una novedad en el género de las persecuciones cómicas. Los protagonistas conducen su destartalado autobús y se encuentran de frente, cuesta arriba, con un camión conducido por sicarios. El camino es estrecho, y la única huída posible es dar marcha atrás. Así, ladera abajo y campo a través, van esquivando las acometidas del camión sin dejar en ningún momento de ir de morros.
Hacia la parte final, el mensaje se vuelve cada vez más libertario. Primero, Terence caza una mariposa delante del doctor y la devuelve a la naturaleza inmediatamente porque se da cuenta de que debe vivir en libertad. Luego, la justicia corrupta condena a Bud y este reacciona montándola en el juzgado y endiosándole un "puñohaciaabajo" a su propio abogado porque ha dejado de creer en las leyes. Y, por último, la épica escena final en la que los animales son liberados de un Arca de Noé al revés, un barco que va a transportar animales de forma ilegal a Canadá.
Guarda pues, muchas similutudes con "Dos Misioneros", "Banana Joe" o "Puños Fuera". Pero la nota distintiva es que las peleas no son pocas y larga duración, sino que se van diseminando a lo largo de todo el metraje para terminar en una lucha final a mamporrazos de Spencer contra el malo malísimo.
Las ESCENAS:
Volviendo a los paralelismos planteados en muchos momentos de su filmografía, aquí primero el rubiales y después el barbas se enzarzan en sendos pulsos absurdos con uno de los lugartenientes del malo. Con reminiscencias al cachete y pistola de Trinidad, prueban su fuerza mientras sueltan galletas con el otro brazo.
Hacia la parte final, el mensaje se vuelve cada vez más libertario. Primero, Terence caza una mariposa delante del doctor y la devuelve a la naturaleza inmediatamente porque se da cuenta de que debe vivir en libertad. Luego, la justicia corrupta condena a Bud y este reacciona montándola en el juzgado y endiosándole un "puñohaciaabajo" a su propio abogado porque ha dejado de creer en las leyes. Y, por último, la épica escena final en la que los animales son liberados de un Arca de Noé al revés, un barco que va a transportar animales de forma ilegal a Canadá.
Guarda pues, muchas similutudes con "Dos Misioneros", "Banana Joe" o "Puños Fuera". Pero la nota distintiva es que las peleas no son pocas y larga duración, sino que se van diseminando a lo largo de todo el metraje para terminar en una lucha final a mamporrazos de Spencer contra el malo malísimo.
Las ESCENAS:
Volviendo a los paralelismos planteados en muchos momentos de su filmografía, aquí primero el rubiales y después el barbas se enzarzan en sendos pulsos absurdos con uno de los lugartenientes del malo. Con reminiscencias al cachete y pistola de Trinidad, prueban su fuerza mientras sueltan galletas con el otro brazo.