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Antonio Morales rating:
6
Drama Episodes from the lives of a group of Tokyo slum-dwellers: Rokkuchan, a retarded boy who brings meaning and routine to his life by driving an imaginary streetcar; children who support their parents by scrounging or by tedious and ill-paying endeavours; schemers who plot or dream of escaping the shackles of poverty.
Language of the review:
  • es
April 13, 2015
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No es extraño que Kurosawa cosechase un gran fracaso comercial en su país con esta cinta, su primera película en color, en mi opinión excesivamente premiosa, pues a nadie le gusta mostrar la cara más sucia y menos amable de nuestros mismos. Rockuchan, conocido por todos sus vecinos como “el loco del tranvía”, es un joven disminuido psíquico cuyo delirio consiste en creerse conductor de un vehículo ferroviario de línea urbana. Durante la ruta de su imaginaria jornada laboral, el muchacho realiza ocho viajes a lo largo de los cuales recorre los suburbios de Tokio, la gran capital de Japón. Todo un insospechado universo de personajes marginados, chabolas, miserias y promiscuidad aflora de un modo sorprendente como la cara oculta de la urbe súper tecnificada.

“Dodes´ka-den” cuyo título – que tiene un sentido onomatopéyico – hace referencia al ruido que producen las ruedas del tren al circular sobro los raíles. Pese al tono onírico que sugiere el tratamiento pictórico del color y de la imagen que Kurosawa desarrolla en el film, el simple hecho de poner en imágenes una parte de la trastienda que toda gran urbe genera supuso un rechazo frontal del film por los japoneses cuyo orgullo se sintió ofendido al mostrar la otra cara del desarrollo económico y social. Retomando el plano meramente artístico, resulta curiosa la mezcla de realismo y surrealismo que impregna la película y que guarda similitudes con el cine de Fellini, en la que se integran elementos cómicos y trágicos, reales e irreales, sublimes y chabacanos.

Es también una reflexión sobre la pobreza y la esperanza situada a medio camino entre una película social y un cuento de hadas, situada en un barrio marginal con fachadas pintadas de bellos colores que poseen una belleza singular. Los ojos de Kurosawa siempre han estado impresionados por la realidad que veía delante y no es de extrañar que el cineasta intentara expresar con el medio que mejor dominaba, la imagen cinematográfica, el estremecimiento que la misma producía en su interior. El film supone una nueva etapa en su cine, marca un hito en la utilización del color y su textura, la maestría con que manejaba la paleta de colores, no resulta extraño que le llamasen el pintor del celuloide.
Antonio Morales
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