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Antonio Morales rating:
7
Mystery. Thriller Director David Fincher followed the success of his dark and atmospheric crime thriller Seven (1995) with another exercise in stylish film noir, this time lifting the pallid atmosphere a notch to indulge in a fast-paced trip through the cinematic funhouse. Michael Douglas plays Nicholas Van Orton, a Scrooge-like San Francisco investment banker following in his father's Scrooge-like footsteps. On Nicholas's 48th birthday (the age at which ... [+]
Language of the review:
  • es
February 3, 2016
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Decía no hace mucho David Fincher, el director de este film: “siempre me ha interesado que el cine asuste”. Es cierto que existen muchas formas de asustar, pero tengo la impresión de que el cineasta se refiere a ese miedo psicológico a lo inesperado a lo desconocido, que puede perturbar nuestra apacible vida cotidiana. Tal vez semejante interés, palpable en la mayoría de sus films, sea la sombría visión del mundo forjada a través de la existencia. Y, si aún nos queda alguna duda acerca del carácter obsesivo del cine de Fincher, alimentado por sombras y demonios en ocasiones no del todo claro ni para él mismo, volvamos la vista atrás sobre sus trabajos, exceptuando “Perdida” que no he visto.

¿Podemos ignorar acaso que “Seven” es un thriller sobre cómo los seres humanos se han vuelto insensibles a su paulatino embrutecimiento ético, en medio de un océano de sangre y crueldad, de vanidad y corrupción? ¿Quién no se ha sentido alguna vez extraño con el mundo que le rodea, a la vez que ha deseado romper con todo, tal y como le sucede al protagonista de “El club de la lucha”? ¿Qué puede provocarnos mayor desasosiego que ver nuestro propio hogar, símbolo se seguridad y confort, asaltado por unos ladrones para desvalijarlo en “La habitación del pánico”? ¿No es “Zodiac” un thriller preñado de amenazas en el que un psicópata asesina indiscriminadamente?, y voy con “The Game”, me parece un corrosivo e inquietante retrato de una sociedad donde el triunfo económico y social priva por encima de todo.

Nicholas Van Orton (un excelente Michael Douglas) es uno de esos tipos arrogantes que dedican su ajetreada vida a acumular dinero y abusar de los demás mediante su poder (temporal, aunque no piense en ello), divorciado, un inversor financiero que se jacta con displicencia de “mover dinero de un lado a otro”, un millonario que lo tiene todo, incluso su cuenta en suiza. Pero mira por donde, su hermano díscolo, Conrad (Sean Penn) le envía como regalo de cumpleaños una misteriosa carta: la posibilidad de jugar a un juego a la medida de cada participante. Pero, qué le puede faltar a éste altivo ejecutivo que sigue la bolsa desde su confortable mansión, quizás tiene debilidades, algún trauma infantil y la “desgracia” de tener un hermano que no hace honor a su apellido.

Seducido por la curiosidad, se adentrará en una vertiginosa y diabólica historia donde cuesta discernir entre el juego y la realidad. Fincher se sirve de planos cortos para que el espectador se sienta parte de ese juego, impidiéndole asimilar el contenido de cada plano, donde nada es lo que parece, pues el espectador tiene la misma información que el “inocente-perseguido”, víctima de un complot, que no hay tragedia peor para Nicholas que escuchar desde su móvil que su cuenta en Suiza está a cero y que tendrá que mendigar para subsistir, viviendo situaciones atípicas y humillantes a su excelente posición social, dentro de un marasmo de situaciones límite donde Nicholas se siente vulnerable y desesperado. Da la impresión que la enfermedad moral de Nicholas Von Orton es un juego que puede curarse con otro juego.
Antonio Morales
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