ROOM hace del cine una completa manipulación. Lo que empieza siendo una especie de experimento social en torno a la vida en espacios cerrados y reducidos, un reality show, nos va conduciendo al terror. Porque ROOM es una película de terror humano verídico sin necesidad de mostrar una sola gota de sangre y ni siquiera un alarido. El tema es la insania humana y la proeza de una madre abnegada por engañar al hijo desde un arropo amoroso para protegerlo de los demonios de la miseria que está presente en el corazón perverso de algunos dementes.

La madre, una magnifica Brie Larson, toma para sí la premisa de Benigni y le procura al hijo inocente una “vida bella” en la visita al Infierno a la que ambos están sometidos. ROOM es desagradable por mostrar la humillación humana, la maldad y el extravío de ésta infame criatura que se hace llamar hombre. Cine para desamparados, testimonio de un horror urbano indescriptible en los mundos “civilizados” donde uno supone que la sociedad está varios escalones por encima del llamado “tercer mundo” degradado. El hombre perverso esconde un corazón dañado y no es un asunto de geografías o culturas.

ROOM estudia el pecado, el pentagrama del mal de la misma forma en que lo hizo SPOTLIGHT de Thomas McCarthy y EL RENACIDO de Alejandro González Iñárritu. Salvo que en las dos última hay “justicia”, ya sea la institucional o la personal del “ojo por ojo y diente por diente”, en cambio, para los protagonistas/víctimas de ROOM esa justicia en forma de reparación es prácticamente nula, sólo queda el acto heroico, el sacrificio supremo de una madre que por amor hacia el hijo permite salvarle, y esto, humanamente, es muy superior.