Volviendo al más puro estilo ochentero, Sam Raimi echa a la olla situaciones ridículas, momentos desagradables, sustos efectistas y otros sustos que no acaban de llegar; sin olvidarse de una fotografía viva y una banda sonora que alcanza momentos para quitarse el sombrero.

Alison Lohman es Christine Brown, la chica que tendrá que pasar tres días de calvario tras la maldición que cae sobre ella invocada por una anciana (interpretada por Lorna Raver) que sin duda trae consigo algunos de los momentos más memorables que se ven a lo largo de la película. La joven será atormentada por sombras, azotada y vapuleada por presencias demoníacas y recibirá toda clase de golpes, pero no será hasta que el Lamia, o mejor dicho desaparecer de nuestro mundo siendo llevada al infierno.

Varias escenas del film son auténticamente memorables *(1) mientras que otras son efectivas a la hora de sacar una sonrisa o un sobresalto, si bien hay algunas que sobran ya que se abusa del mismo recurso en varias de ellas *(2). Los efectos digitales están bien conseguidos en general, excepto en los casos en que se representan vísceras. Se nota mucho, echándose de menos la casquería habitual que tan bien le sienta a otras películas del estilo como Planet Terror. Curioso el uso de colores muy vivos y bella fotografía, transmitiendo la sensación de que no pasa nada en el resto del mundo mientras Christine sufre la maldición en silencio.

La historia está bastante bien llevada, aunque el final acaba haciéndose obvio. Y aunque tenga detalles que le sobren (de lo contrario no podríamos decir que fuera tan de la vieja escuela), Arrástrame al infierno es una gamberrada muy entretenida, con la dosis justa de maldad y ninguna compasión con ninguno de los personajes.