Esto es como el destape en España. Una cosa cutre y chabacana que no funciona ni en el género en el que lo anuncian. Es que, con excepción de los que hicieron buen cine en los setenta, aquella década dio de lo peor en cuanto a creatividad y belleza cinematográfica. En España la había cascado Franco y se desató una fiebre por sacar tetas, culos y gente que hacía como que follaba, como para desquitarse de la censura que había estado restringiendo las artes durante más de treinta años. Pero es que a ese reguero de películas impresentables no se las puede llamar “arte”, desde luego, y aunque se pudieran tomar como mero entretenimiento, ni para eso sirven. Porque si te están dando arcadas literalmente al ver a elementos como Pajares y Esteso y compañía haciendo vergonzosamente el idiota, entonces a mí esa etapa del cine me la repampinfla. Lo mismo que en Italia se lucieron con aquellas comedietas ¿picantes? en las que se encumbró a personajes como Álvaro Vitalli, el mayor anticlímax erótico que haya podido salir en una película, ganando la partida (que ya era difícil) al citado dúo de Pajares-Esteso.
En Japón también se resintió mucho la calidad de las producciones. También se extendió allí la manía de filmar pelis en las que el objetivo era que saliera gente follando pero con menos gracia que Copito de Nieve comiéndose un limón. Y encima, para un par de veces que podría salir con valentía algún órgano genital, van y le ponen delante una mancha descarada, que es de lo más lamentable que pueden hacer con una película que ya en sí es mala.
Una ridiculez que, tras calificarla de “erótica”, sea penosa y para remate la censuren.
Tan sólo una parte rescatable: la equiparación de dolor/placer en la escena del tatuaje.