Cuando cae la noche y el momento de acostarse se acerca, hay personas que padecen una tortura: no poder pegar ojo.
El insomnio es un mal que afecta a bastantes personas, y suele tener sus causas en el exceso de estrés, en las preocupaciones y en el nerviosismo. La incapacidad para dormir procede de las malas jugadas de nuestra mente, cuando somos incapaces de relajarnos y bajar el ritmo lo suficiente como para que el cerebro emita las ondas que inducen al sueño.
Tiene que ser verdaderamente desesperante dar vueltas y vueltas en la cama durante esas horas nocturnas interminables, a solas con tus pensamientos y sabiendo que no podrás evadirte. Y así noche tras noche, llegando a temer el momento en que todo queda en silencio y no tienes más remedio que irte a una cama que se vuelve hostil.
Afortunadamente, yo casi nunca he padecido insomnio, pero imagino lo que debe de ser sufrirlo de forma crónica.
Trevor Reznik lleva un año sin dormir. Parece recién salido de Auschwitz, pues está terriblemente delgado y demacrado. Algo que late en su interior le está robando su energía vital y lo va reduciendo a un despojo. "Si estuvieras más delgado, ya no existirías", le dicen en más de una ocasión.
Siempre se siente cansado, sus reflejos se ralentizan, cada vez le cuesta más llevar a cabo cualquier acción.
Para colmo, comienzan a sucederle cosas extrañas y Trevor siente sobre sí mismo una amenaza imprecisa, que va cerrando unas garras invisibles a su alrededor. Poco a poco, toda su vida ordinaria se va trastocando, sumiéndolo en un callejón sin salida retorcido y angustioso.
Buen análisis de los gritos del subconsciente, de la conciencia reprimida que busca sus medios para manifestarse y reclamar su compensación, esgrimido a través de una correcta fotografía, la intrigante música de Roque Baños, un guión que no termina de despuntar y que se queda algo corto a la hora de lograr el efecto deseado, pero que consigue su cometido de mantener al espectador en tensión y tratando de recomponer el rompecabezas que se plantea. Lo mejor, la ambientación que sugiere constante amenaza, y un sobresaliente Christian Bale magníficamente caracterizado, al que da miedo mirar por esa delgadez extrema y famélica, como de perro apaleado.
Todo lo que hacemos en esta vida termina cobrándose su precio. De una manera o de otra.