Eso dice un personaje de esta película y este quizás sea el eje temático de la misma. El acto que todas las noches realiza en el escenario El Gran Flamarion junto al matrimonio de Connie y Al, en cierta forma se termina convirtiendo en realidad, debido a la diabólica manipulación de Connie y a la gran debilidad de Flamarion.
Si bien el flashback que narra los hechos junto a la trama de seducción y asesinato recuerda a otros clásicos de estilo noir como "Double Indemnity" (1944), toda la manipulación de Connie por un lado me recuerda más a otro clásico que también contaba con Dan Duryea: "Scarlet Street" (1945) de Fritz Lang (director que influyó bastante en Anthony Mann). La otra obra influyente, de estilo pre-noir si se quiere y que abordaba el mundo del vodevil y la decadencia de un hombre prusiano es "Der blaue Engel" (1930) de Josef von Sternberg. Estas películas también presentaban como un hombre de mediana edad llegaba a la ruina y a la decadencia por su obsesión con una mujer joven, seductora y manipuladora. Pero quizás la influencia más grande de la película provenga del universo del horror circense de Tod Browning, recordando en ciertos momentos a clásicos como "Freaks" (1932) y "The Unknown" (1927).
El elenco de esta película es genial en sus roles: la presencia de Erich von Stroheim en pantalla es única, no me imagino a otro actor mejor para interpretar a Flamarion, el podía ser misterioso, frio y fuerte por fuera (su máscara y protección) y a la vez transmitir la soledad y la necesidad de afecto del personaje. También logró que empaticemos con él luego de su decepción y que en tan poco tiempo comprendamos su deterioro físico y mental. Dan Duryea también se luce como un hombre ya decadente y alcohólico desde el comienzo, quizás el reflejo de aquello en lo que se convertiría El Gran Flamarion. Mary Beth Hughes también es notable como mujer fatal perversa.

Por último, me gustaría destacar nuevamente como el cine clásico (sobre todo el de serie b) lograba narrar de forma tan notable y en tan poco tiempo. 1h y 17min le bastaron al gran Anthony Mann, quien en este caso al igual que Hawks, utilizó en mínimos casos los primeros planos y cuando lo hizo los clavó en el ángulo, solo basta ver como enmarcó el rostro de Stroheim en los momentos más trascendentales de la película.