Irreverente, osada, divertida, loca y altamente adictiva. La serie de Paquin es un cambio absoluto a los papeles a los que nos tenía acostumbrados (y son muchísimos). Es la segunda actriz más joven en llevarse la preciada estatuilla (por su trabajo en El Piano, con tan solo once años) y de las más versátiles, habiendo protagonizado historias tan dispares como Jane Eyre, Casi Famosos, X-Men o -para mí su actuación más increíble hasta el momento- en True Blood, donde conoció a su actual y también maravilloso actor Stephen Moyer (Bill; True Blood). Ahora sorprende en un personaje más complicado de lo que parece.

Paquin es Robyn, una relaciones públicas que en realidad es la niñera de la gente rica. Su principal trabajo es arreglar el caos que van dejando tras de sí sus clientes; normalmente personas egoístas, estúpidas y que se creen con derecho a todo. Un drama –aunque nos entre la risa con muchas situaciones- la serie toca muchos palos, desde la violencia, la homosexualidad, las drogas, el paro…

Los doce episodios –suma de las dos temporadas que tiene- Nos hace pensar en lo que vemos y leemos sobre los famosos y conocidos. Ahora me pregunto si la mayor parte de lo que nos cuentan es cierto o sólo una maldita cortina de humo para tapar algo más gordo, o una chorrada que puede destruir su carrera.

Paquin está excelente, es una actriz muy completa que nunca decepciona. Sus compañeras Lydia Wilson (aquí Eve, mejor amiga de Robyn) y Sophie Okonedo (Caroline, directora de Mils Paulson) hacen fenomenal de chicas malas –todo por nuestros clientes- y en papeles más amables encontramos a Genevieve Angelson, como Ruth, la hermana de Robyn y Rebecca Benson, como Melody, becaria -que no cobra un duro en la empresa-. Ellos pintan poco aquí, sus papeles son menores y no tienen apenas trascendencia. Ellas son las protagonistas indiscutibles –y a mí, en este caso, me encanta, oye-.

La verdad es que se ve en una maratón. Es dinámica y no deja que te aburras o que pienses en tus problemas diarios.