Aun cuando tenía conocimiento de lo sucedido en el campo de refugiados de Sabra y Chatila, reconozco, quizá por desidia, lastimosa comodidad, o incluso por la pudorosa vergüenza que supone el reconocerse un privilegiado en un mundo desquiciado, no estaba demasiado documentado sobre lo allí acontecido.

Si bien es cierto que su director no se preocupa en demasía en detallar lo sucedido ( de ello ya se encargan los documentales que lamentablemente no he visto), sí pretende describir un sentimiento, una sensación o estado de ánimo, generando una chispa de vida en una mente acostumbrada a la comodidad de la rutina diaria, narrando de forma más que acertada una atmósfera tan depravada y viciada como la vivida privadamente por todos los desafortunados protagonistas de este ignominioso episodio.

Gran acierto el uso de la animación para describir todas esas vivencias, todos esos sentimientos, todos esas emociones vividas por unos personajes en exceso reales, para contarlo de una forma que probablemente con una narración convencional no podría ni siquiera imaginarse, con unas paranoicas y oníricas escenas llenas de poesía visual, que taladran la mente y aturden la conciencia como pocas han logrado hasta la fecha, y que constantemente imbuidas de una atmósfera viciada y brumosa, más insinuada que subrayada, consiguen enmarcar un ambiente más mental que real.

Oscura película, que se mueve entre sombras dibujadas por una animación instigadora de depravadas y asfixiantes realidades simuladas, creadora de inverosímiles pero, a la postre, ciertas situaciones, y evocadora de alucinatorios y angustiosos escenarios imaginados.

En pocas ocasiones se ha descrito con tamaña precisión la angustia de un recuerdo que no se olvida; la pesadumbre de un oscuro pasado que siempre regresa a nuestra mente a pesar de todos los intentos por despegar esa angustia que se amarra con inusitada fuerza a nuestra conciencia; el padecimiento de un futuro negado y lastrado por un presente que nos ahoga; o, el desasosiego de una idea que se repite con duelo.

En definitiva, recomendable película para todo aquel que haya sentido o quiera experimentar como propio el peso de una duda; la servidumbre de un pasado que siempre se repite; el desasosiego de una herida que no cierra; la desazón de la sombra de la culpa que no nos abandona y que nos aprisiona en el recuerdo de una fallida decisión; y, en definitiva, todo ese malestar que se nos aparece con el paso de una vida que no llena. No en vano ¿Quién no ha soñado alguna vez que 26 perros amenazaban con destruir nuestra acomodada existencia?