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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
22 de octubre de 2012
164 de 204 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de “Gone Baby Gone” y “The Town”, ambos thrillers sobre crímenes en Boston, el director Ben Affleck salta al terreno internacional y cuenta en su tercer filme la historia real de una misión secreta de la CIA para rescatar a seis norteamericanos atrapados en Irán durante la revolución a finales de los 70s y principios de los 80s en la que cayó el shah. Pero por muy interesante que pueda sonar, “Argo” no hace más que solidificar a Affleck como un director promedio, alguien que puede lograr una película decente pero a quien le hace falta creatividad, visión y tacto.

La historia de “Argo” comienza con la toma de la Embajada Americana en Teherán a finales de 1979, cuando un grupo de estudiantes y militantes que exigían el retorno del shah para su judicialización en Irán (EEUU le había dado asilo) tomaron como rehenes a 52 estadounidenses, una situación que se extendería por más de un año. Ese día, seis trabajadores de la Embajada lograron escapar y encontraron asilo en la casa del embajador canadiense. La CIA, con la colaboración del gobierno canadiense, se puso en la tarea de idear una misión para extraer a los seis norteamericanos sin que fueran detenidos y ejecutados, y la idea que prevaleció es una muestra de que la realidad supera muchas veces a la ficción: con la colaboración de dos pesos pesados de Hollywood, los diplomáticos se harían pasar por el equipo de una película que buscaba locaciones para filmar en Irán, una copia barata de “Star Wars” que llevaría por título “Argo”.

Sin duda, la premisa de “Argo” es sumamente intrigante. En los primeros minutos Affleck logra generar una tensión creciente mientras los iraníes empiezan a atacar la Embajada, y captura a la perfección la desesperación de los diplomáticos mientras ven su futuro cada vez más incierto. Es una prueba de que Affleck tiene talento, así el resto del filme atestigüe lo contrario y haga parecer esa primera secuencia como un golpe de suerte.

Una historia que se supone llena de suspenso y tensión, con varias escenas de “alivio cómico”, se siente insípida y plana, en parte debido a un guión que, aunque abundante en situaciones, se queda corto en diálogos y encuentra salidas fáciles a los problemas que plantea. En un momento, por ejemplo, el personaje de Affleck intenta convencer a un diplomático de aceptar su misión, y lo logra revelándole su nombre verdadero y el hecho de que tiene un hijo en casa que lo espera. Se supone que el diplomático entiende que el personaje de Affleck también está poniendo en riesgo su vida en la misión, pero es una salida fácil a las objeciones que habían sido planteadas.

Es cierto que el cine, y el arte en general, funciona como una “ficcionalización” de la realidad, pero Affleck se esmera tanto en hacer una película realista—los lugares, los vestuarios, los peinados, todos están cuidadosa y magistralmente reconstruidos para corresponder con la época y el lugar en el que es contada la historia—que desconcierta cuando bota ese realismo al traste y recurre a recursos hollywoodenses pero poco creíbles en el contexto para aumentar el suspenso, como una persecución final fuera de lugar.

También peca “Argo” en la simplificación del conflicto en el que está inmersa. Aunque su atmósfera le da una sensación de ser políticamente importante, sobre todo después de una pequeña lección de historia al comienzo, “Argo” no logra expresar las complejidades de la situación política en Irán y cae en la dicotomía héroe-villano con la cual los iraníes terminan siendo una masa de hombres barbados iracundos que no saben hablar sin gritar y a los cuales no les son ni siquiera concedidos subtítulos, no vaya a ser que digan algo coherente.

Y ese es el gran problema de “Argo”, cae en la trampa de que una película es como una receta que debe tener ciertos elementos para funcionar. Un héroe y un villano, una persecución para generar suspenso, o una historia familiar para su protagonista, que en este caso se manifiesta en un hijo que es mencionado un par de veces y que es usado como pretexto para hacernos sentir simpatía con el protagonista, pero que es dejado como una historia tan marginal que termina siendo desconcertante que la película termine enfatizándolo.

“Argo” no es, después de todo, una mala película. Técnicamente es una maravilla, aunque las imágenes que en los créditos comparan imágenes de la historia real con la película son auto-elogios innecesarios. Su historia es lo suficientemente interesante para sobreponer sus trabas, y su reparto cumple su trabajo, con actuaciones de Alan Arkin y John Goodman memorables, ambos interpretando a personalidades de Hollywood. Pero es una lástima que con un material base tan bueno, Affleck se quede tan corto.

http://filmicas.com
16 de mayo de 2015
102 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una escena de “El Abrazo de la Serpiente”, Theo, un etnólogo alemán que ha llegado al Amazonas buscando una planta sagrada que lo salve de su inminente muerte, nota que alguien le ha quitado su brújula. Alterado, confronta a los miembros de la tribu con la que pasó la noche para que se la devuelvan, antes de descubrir que es el mismo jefe quien la tiene, y que no tiene intención alguna de devolverla. Resignado, Theo regresa a su canoa, donde su acompañante indígena Karamakate le reprende su actitud de apego al objeto, típica de los blancos. Theo, quizás enmascarando ese apego en un falso altruismo, le dice que la tribu se sabe guiar ya por las estrellas y los vientos, y que la brújula les quitaría ese conocimiento en el futuro. “Ud. no entiende”, responde Karamakate, “el conocimiento es de todos”.

En esta breve escena se encierran las preocupaciones que le dan existencia a “El Abrazo de la Serpiente”. Primero, el colonialismo brutal que termina con personas, pueblos, ideas y mundos enteros. En este caso, es el hombre blanco europeo y los “colombianos” quienes llegan desde finales del siglo XIX al interior de la selva amazónica talando, esclavizando y evangelizando mientras buscan, primordialmente, caucho. El director Ciro Guerra (Los Viajes del Viento) es audaz en mostrar este cambio de una manera sugerida, y se siente en cada escena el peso del tiempo, de los siglos que ha durado esta devastación: cicatrices en la espalda, árboles sin hojas, troncos rasguñados sistemáticamente, tribus completamente vestidas.

En medio de todo, Karamatate, quien escapó de la esclavitud en su juventud, se cree a sí mismo el último superviviente de su tribu. Será Theo quien le devuelva la esperanza al informarle de que ha visto más de los suyos, y emprenderán juntos un viaje por el Amazonas para buscarlos, y para buscar entre ellos la planta que curaría al europeo.

En el camino, vamos descubriendo junto con Theo, poco a poco, la diferente forma de ver y relacionarse con el mundo de Karamatate, quien lamenta haber perdido la capacidad de escuchar a los animales y las plantas, que se comunican con él a través de los sueños, después de haber abandonado a su pueblo. Para él, la misión de este viaje será también re-encontrar a ese hombre que abandonó su cuerpo, dejándolo convertido en un chullachaqui, una coraza sin contenido.

“El conocimiento es para todos”, dice Karamatate, pero pronto se hace evidente de que no se trata de un solo conocimiento universal, sino de muchos tipos de conocimientos: el de él basado en los sueños, el de los europeos basados en la noción de la ciencia, el de otras poblaciones indígenas distintas a la suya. Y, aunque cada quien defienda inevitablemente a su conocimiento como superior, el guión defiende la existencia de todos.

A pesar de tratar estos temas que podrían parecer muy académicos, en el largometraje nunca se sienten forzados, y nunca se ven los personajes obligados a hacer grandes discursos inverosímiles al respecto: es la historia misma la que los va a sacando a flote, suceso a suceso, logrando que las reflexiones calen más hondo.

Espectaculares tomas del Amazonas y un sonido preciso y punzante le dan mayor peso a una historia que no cae nunca en caracterizaciones facilistas. Hablada en nueve idiomas y filmada en medio de la selva amazónica, por partes graciosa y por partes terrorífica, y guiada por el tacto y la ambición desbordada de Ciro Guerra, “El Abrazo de la Serpiente” se erige como la primera gran obra maestra del cine colombiano en el siglo XXI.
24 de noviembre de 2010
81 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede considerarse que esta "crítica" está llena de spoilers, pues es más una interpretación. Esta película merece ser interpretada, y eso implica que se cuenten distintos aspectos de la historia.

Antes que nada, que quede claro que “Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives” es una de las (si no la más) extrañas películas que jamás he visto. La reacción que encuentro en los usuarios de internet es una que nunca había visto. En Filmaffinity.com, la película ha recibido prácticamente la misma cantidad de 1s que de 10s. Y es que “Uncle Boonmee…” del impronunciable director tailandés Apichatpong Weerasethakul es, ante todo, una película difícil.

La ganadora este año de la Palme d’Or, el premio mayor en el festival de cine de Cannes, uno de los más prestigiosos del mundo, es, como la define Weerasethakul (a quienes los medios han bautizado, por economía de lenguaje, como “Joe”), una muestra de “open cinema”, cine abierto a todo tipo de interpretaciones, con ideas difusas y con una marea de símbolos y sucesos de la que el espectador puede sacar los elementos que considere relevantes para construir sus propios significados acerca del largometraje.

Eso hice yo. No lo relacioné, como lo han hecho ciertas personas, con la situación política de Tailandia (empezando porque no tengo conocimiento sobre el asunto) pero de eso se trata “Uncle Boonmee…”, de que cada quien enmarque en su propia mente lo que vio.

Yo vi en “Uncle Boonmee…” tres temas íntimamente ligados: la pérdida de la sacralidad que rodea las tradiciones tailandesas, una transformación en la relación con la naturaleza tan característica de quienes creen en la transmigración del alma y una desvalorización de lo propio en una sociedad que se está occidentalizando cada día más.

La pérdida de la sacralidad está impregnada en todo el largometraje e incluso podría argumentarse que la parte cómica de la película, con el mico-hombre que ha surgido de una espiritualidad de un humano que se ha encontrado con la naturaleza, se ha hecho intencionalmente para que el espectador en vez de admirar al personaje se ría de él. Pero tal vez donde se vea más claro es en una de las escenas finales, cuando un personaje que quiere ser monje entra a escondidas al cuarto de su mamá, se quita su túnica, se baña y se pone una camiseta, unos jeans y tenis, y sale a comer. El agua con el que se baña remueve su pasado, su religión, su pueblo y lo prepara para estar inmerso en otra realidad, la que está afuera del templo, donde la gente se come sus hamburguesas al lado de gasolinerías donde paran carros cada minuto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al ser Tailandia un país eminentemente budista, se puede inferir que la relación de sus habitantes con la naturaleza tiene ciertas características pues, al creer en la transmigración del alma, los otros seres vivos, sean animales o vegetales, dejan de ser inferiores al ser humano (¿podré estar matando a un ser querido si mato un grillo por diversión?) y se forma una relación no únicamente de respeto a ellos, sino una relación que los considera otros sujetos más. Los seres humanos no son más que unos más de los seres vivos en la naturaleza, al punto que un pez puede aparearse con una mujer, y un hombre puede terminar convirtiéndose sin problema en un híbrido entre humano y simio que con la misma facilidad con que se pasea entre las ramas de los árboles visita a su tío humano para ver cómo va todo. La película muestra cómo con la modernidad esta relación cambia, y se ve perfectamente ejemplificado cuando Boonmee está muriendo y sueña con el futuro. Una serie de fotografías nos muestra al hombre-mico siendo atrapado por unos soldados, unos jóvenes con camisetas Levi’s tirándole piedras al ser, y los soldados tomándose fotos con él; es la última atracción, un hombre-mico con un lazo al cuello. Los seres vivos de la naturaleza dejan de estar al mismo nivel de los humanos y se vuelven inferiores, se pueden dominar y manejar a voluntad, así como se domina al principio de la película a la vaca que trata de escapar sólo para re-encontrarse con su dueño, listo a apresarla de nuevo.

Ligado a todo esto está una desvalorización de lo propio, de lo tailandés, en una sociedad que se está occidentalizando cada día más, entrando cada vez más en el sistema capitalista. Es por eso que, en un fragmento de la película que parece no tener mucho que ver con el resto, una princesa tailandesa se ve blanca al ver su reflejo en el agua, y entrega todas sus pertenencias al pez que allí habita para ser transformada en esa figura.
5 de enero de 2012
145 de 229 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una sola palabra describe a la perfección "War Horse": ridiculez. Spielberg ha filmado, sin vergüenza, una de sus peores películas. Las primeras escenas de "War Horse" muestran el nacimiento de Joey, mientras un joven se enamora perdidamente de él y no lo pierde de vista durante años.

Cuando el padre del joven, por coincidencias de la vida y con una actitud inexplicable, compra al caballo con plata que no tiene, el joven se decide a criarlo, entrenarlo y nunca dejarlo ir de su lado. Pero entonces llega la guerra y, como nos lo recuerdan más de una vez, "la guerra se lleva todo" y el caballo se va con la esperanza de regresar donde su amo.

El filme, que se extiende por mucho más tiempo del que le conviene, está bien realizado: se ve atractivo en la pantalla grande, los escenarios son adecuados y el ambiente en general es creíble. Pero, al llegar a lo verdadera importante, a la sustancia, todo se pierde.

Durante todo el largometraje, protagonizado por un caballo (no, el caballo no sirve siquiera como una excusa para explorar relaciones humanas, es el protagonista indiscutible) con dificultades innatas para actuar (se dice que Spielberg se quejaba en el rodaje por la inhabilidad de los caballos de expresar emociones, ¿qué estaba pensando?), todos los que entran en contacto con Joey sucumben ante sus encantos. Es un caballo, como nos lo repiten una y otra vez, milagroso. ¿Por qué? Nadie parece saberlo. Pero el caballo logra unir bandos opuestos en una guerra, logra volver flexibles a los militares más estrictos, logra entrenar a otros caballos para que sean serviles e incluso intenta dar su vida por un compañero equino. Y no hay necesidad de que la gente se cuente las hazañas del animal: nuevos personajes que no saben nada sobre él descubren, a primera vista, su grandeza, y saben que puede pasar cualquier cosa, pueden morir todos los soldados que sean necesarios y pueden perder todos sus ahorros, pero el caballo debe seguir.

La película intenta ser sentimental y apelar al buen corazón del espectador para que se apiade del pobre caballo, pero Spielberg no se esfuerza por hacer la patética historia de "War Horse" verosímil. Y es tan, tan cursi. Y su cursilería solo empeora con el pasar de cada escena. Siempre que se piense que no puede ser más ridícula, habrá una nueva escena que pruebe lo contrario. Y ni hablar de los supuestos momentos cómicos, que parecen sacados de una serie juvenil de Disney Channel: gags que no añaden nada como un gasno que persigue a los villanos (que huyen despavoridos de él). [sigue sin spoiler]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
"War Horse" nunca logra tomar forma. Empieza como la historia de una familia que tiene que lidiar con su nuevo caballo, pero luego intenta ser un filme de guerra, pero a veces intenta ser comedia, pero después es drama. Spielberg está tan confundido que añade una joven que interesa al protagonista (pero aparece sólo en una escena y luego se hace una extraña alusión a ella), quizás para evitar que la atracción casi sexual entre el joven y el caballo parezca una historia de romance, que lo es.

Para resumir, ¿qué demonios acabo de ver?

http://filmicas.com
30 de abril de 2010
55 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué pensaría la gente que estaba afuera de la sala de cine cuando empezaron a salir personas secándose las lágrimas? Seguro que era una película triste, que era una gran tragedia, y que no había más que dolor en ella. Pero aunque sí es triste, sí es una tragedia, y sí hay mucho dolor, sigue siendo una hermosísima película que sabe sacar tanto lágrimas de tristeza como de felicidad cuando debe hacerlo.

El director Javier Fuentes-León logra llevar por casi 2 horas una historia soportada en un elenco sorprendentemente bueno, con Tatiana Astengo brillando durante toda la película. Y logra tocar las fibras de la audiencia con una historia sobre valentía, sobre el lidiar con una realidad como el homosexualismo en la vida pública, a la luz de un pequeño pueblo latinoamericano machista, que tiene unos roles de género tan marcados y sólidos. Es la historia también del amor, ese amor que permite que la esposa del protagonista soporte todo, lo perdone y a pesar de todo, del escarnio público y de las miradas malintencionadas, lo apoye y lo defienda.

Es una película sobre el verdadero significado de "ser hombre", que no se encuentra en esos partidos de fútbol con los que se quiere criar a un niño para que sea "varón", sino en la valentía y el coraje. Ese que el personaje de Manolo Cardona manifiesta durante toda su vida, y ese mismo que él espera, y que la audiencia espera también, que manifieste nuestro protagonista.

Ojo, esta fábula perfectamente musicalizada no es un Brokeback Mountain costero, como yo pensaba tras ver el trailer. Es algo muy distinto (no digo por qué porque sería entrar a la parte de "spoiler") y que sin duda merece la pena ser visto.
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