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5.0
8,949
6
14 de abril de 2022
14 de abril de 2022
32 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta digna comedia de aventuras con tintes de parodia romanticona, no es obviamente Indiana Jones, pero pretende hacer caricatura del género tirando de recursos y trayéndonos a la memoria algunos títulos como “La Momia”, o “Tras el Corazón Verde”. Los hermanos y codirectores Aaron Nee y Adam Nee (BAND OF ROBBERS, 2015) han demostrado que pueden cumplir exactamente lo que promete un guion de los coguionistas Oren Uziel y Dana Fox, sea lo que sea lo que diantres signifique eso.
La ganadora del Oscar Sandra Bullock interpreta a la afligida, melancólica, solitaria y exitosa novelista romántica Loretta Sage; y Channing Tatum coprotagoniza a Adam, su modelo de portada de libro, cachitas, algo cortito, y definitivamente torpe. El amor de Loretta por la arqueología y el fallecimiento de su esposo se han combinado para hacer que ella desprecie los libros que escribe, así como las giras publicitarias a las que debe asistir (especialmente cuando se ve obligada a usar un traje ceñido de lentejuelas fucsia que, en palabras de la actriz, “se le mete por la raja de atrás, y también por la otra”). Por otro lado, al insípido modelo Adam le encanta darle a la audiencia lo que quiere: un pechote lampiño y desnudo y un pelazo de Pasión de Gavilanes que nos recuerda a los rockeros ochenteros.
El trigger de la acción es que Loretta resulta secuestrada por una villano rico (Daniel Radcliffe), obsesionado con la búsqueda de la 'Corona de Fuego' escondida en algún lugar de una isla remota que él mismo compró por este motivo, y de la que, a su vez, Loretta trata en su último libro. Loretta deberá traducir unos antiguos jeroglíficos antes de que el volcán de la isla entre en erupción y el tesoro quede enterrado para siempre. Adam, atraído en secreto por Loreta, está decidido a rescatarla y demostrar que es más que una cara bonita. Mientras tanto, la estresada agente literaria de Loretta, Beth (Da'Vine Joy Randolph), también decidida a salvar su negocio, se embarcará en un largo y risible viaje para ayudar a su amiga.
El cameo de Brad Pitt es de lo mejor de la película. Lástima que esté incluido en el tráiler, seguramente debería haber sido una sorpresa agradable para los espectadores. Tiene un divertido papel como ex Navy Seal, y antiguo compañero de meditación de Adam. Ambos se alían para rescatar a Loretta. El tiempo en la isla combina las secuencias de aventuras con la construcción lenta del vínculo romántico entre Loretta y Adam, incluyendo escenitas de tensión sexual no resuelta, y algunas otras hilarantes (como la de las sanguijuelas). De hecho, forman una pareja prácticamente patética, a la que sucede desgracia tras desgracia, pero que tiene muy buena química en pantalla. Radcliffe, en cambio, parece un poco fuera de lugar a medida que se vuelve grande en su papel de villano con delirios megalómanos algo gratuitos. Con algunas sutilezas, su personaje podría haber funcionado mejor. Por otra parte, en general no hay nada sutil en esta producción, incluidas las escenas de Beth y el excéntrico piloto cuyo fetiche son las cabras, interpretado por Oscar Núñez ("The Office").
En resumen, reconozco que llegué al cine lleno de prejucios, y, aunque procuré no dejarme llevar por el chascarrillo fácil durante los primeros minutos de película, mantuve la mente abierta y traté de disfrutarla. Y, a pesar de sus clichés, o sus bromas facilonas y tontas, la película es entretenida. Me encontré riéndome en diversas ocasiones a carcajadas, y salí del cine satisfecho.
Es una gran película para eso, para comer palomitas y reírte. Normalucha, pero muy divertida.
La ganadora del Oscar Sandra Bullock interpreta a la afligida, melancólica, solitaria y exitosa novelista romántica Loretta Sage; y Channing Tatum coprotagoniza a Adam, su modelo de portada de libro, cachitas, algo cortito, y definitivamente torpe. El amor de Loretta por la arqueología y el fallecimiento de su esposo se han combinado para hacer que ella desprecie los libros que escribe, así como las giras publicitarias a las que debe asistir (especialmente cuando se ve obligada a usar un traje ceñido de lentejuelas fucsia que, en palabras de la actriz, “se le mete por la raja de atrás, y también por la otra”). Por otro lado, al insípido modelo Adam le encanta darle a la audiencia lo que quiere: un pechote lampiño y desnudo y un pelazo de Pasión de Gavilanes que nos recuerda a los rockeros ochenteros.
El trigger de la acción es que Loretta resulta secuestrada por una villano rico (Daniel Radcliffe), obsesionado con la búsqueda de la 'Corona de Fuego' escondida en algún lugar de una isla remota que él mismo compró por este motivo, y de la que, a su vez, Loretta trata en su último libro. Loretta deberá traducir unos antiguos jeroglíficos antes de que el volcán de la isla entre en erupción y el tesoro quede enterrado para siempre. Adam, atraído en secreto por Loreta, está decidido a rescatarla y demostrar que es más que una cara bonita. Mientras tanto, la estresada agente literaria de Loretta, Beth (Da'Vine Joy Randolph), también decidida a salvar su negocio, se embarcará en un largo y risible viaje para ayudar a su amiga.
El cameo de Brad Pitt es de lo mejor de la película. Lástima que esté incluido en el tráiler, seguramente debería haber sido una sorpresa agradable para los espectadores. Tiene un divertido papel como ex Navy Seal, y antiguo compañero de meditación de Adam. Ambos se alían para rescatar a Loretta. El tiempo en la isla combina las secuencias de aventuras con la construcción lenta del vínculo romántico entre Loretta y Adam, incluyendo escenitas de tensión sexual no resuelta, y algunas otras hilarantes (como la de las sanguijuelas). De hecho, forman una pareja prácticamente patética, a la que sucede desgracia tras desgracia, pero que tiene muy buena química en pantalla. Radcliffe, en cambio, parece un poco fuera de lugar a medida que se vuelve grande en su papel de villano con delirios megalómanos algo gratuitos. Con algunas sutilezas, su personaje podría haber funcionado mejor. Por otra parte, en general no hay nada sutil en esta producción, incluidas las escenas de Beth y el excéntrico piloto cuyo fetiche son las cabras, interpretado por Oscar Núñez ("The Office").
En resumen, reconozco que llegué al cine lleno de prejucios, y, aunque procuré no dejarme llevar por el chascarrillo fácil durante los primeros minutos de película, mantuve la mente abierta y traté de disfrutarla. Y, a pesar de sus clichés, o sus bromas facilonas y tontas, la película es entretenida. Me encontré riéndome en diversas ocasiones a carcajadas, y salí del cine satisfecho.
Es una gran película para eso, para comer palomitas y reírte. Normalucha, pero muy divertida.
MiniserieDocumental

8.2
16,361
6
22 de mayo de 2020
22 de mayo de 2020
16 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me entiendan mal: la serie me ha encantado. Me ha encantado porque los Bulls me encantan; porque Jordan me encanta; porque la NBA me encanta. Pero me ha parecido descafeinada como producto.
Quiero decir: la historia de la NBA ya estaba escrita. La historia de los Bulls ya estaba ahí; la figura gigante de Michael no ha habido que inventarla, ni exagerar nada, ni adornar absolutamente nada. Todo eso ya lo teníamos. Es más, ni siquiera hubo que crear material ambientado en el pasado, porque las imágenes se tomaron en su día con el fin, precisamente, de ser mostradas algún día. Y las imágenes de los partidos... En fin, también se retransmiteron por televisión.
Luego, ¿cuál ha sido la aportación real del director, de los productores? En fin, sí que es verdad que han vuelto a entrevistar a todos los personajes involucrados, y que había que escribir un guión. Pero, a mí entender, dicho guión es muy confuso. La estructura narrativa no es robusta, abusa de los flashback y flash Forward, provocando cierta dificultad para seguir el curso de los acontecimientos. Obviamente, si todo hubiera seguido la cronología típica, habría sido más aburrido. Pero el modo como se salta en el tiempo hacia delante y hacia atrás constantemente me parece que no es efectivo.
El ritmo del documental también me ha dejado a medias. En cada capítulo hemos podido disfrutar de unos diez minutos de ritmo trepidante. No lo niego. Pero también digo que han sido solo 10 minutos. El tema daba para más. Para mucho más. El resto del capítulo es en demasía estático.
Quiero decir, si alguien hiciera una serie sobre Federer, o Schumacher, o Mohamed Alí, muy mal tendría que hacerlo el director para que no fuera interesante. Pero aquí no criticamos lo interesante del tema ni de la figura histórica. Sino el acierto de los productores.
Lo mismo que con el ritmo sucede con el tono narrativo. Me ha resultado neutral, sobrio, un tono "mate". Creo que podríamos haber disfrutado, en cambio, de un tono épico, con brillo, casi todo el tiempo ausente aquí. Podría haber sido una gozada épica. El tema se prestaba a ello. ¿No?
En fin, con todo le doy un seis. Pero conste que el seis es meritorio de Rodman, de Jackson, de Pippen, de los Bulls en general, pero, sobre todo, el mérito del documento es del demiurgo Jordan.
¡Una gozada! Sí.
Pero también una lástima. Quiero decir, para ser el último baile.
Quiero decir: la historia de la NBA ya estaba escrita. La historia de los Bulls ya estaba ahí; la figura gigante de Michael no ha habido que inventarla, ni exagerar nada, ni adornar absolutamente nada. Todo eso ya lo teníamos. Es más, ni siquiera hubo que crear material ambientado en el pasado, porque las imágenes se tomaron en su día con el fin, precisamente, de ser mostradas algún día. Y las imágenes de los partidos... En fin, también se retransmiteron por televisión.
Luego, ¿cuál ha sido la aportación real del director, de los productores? En fin, sí que es verdad que han vuelto a entrevistar a todos los personajes involucrados, y que había que escribir un guión. Pero, a mí entender, dicho guión es muy confuso. La estructura narrativa no es robusta, abusa de los flashback y flash Forward, provocando cierta dificultad para seguir el curso de los acontecimientos. Obviamente, si todo hubiera seguido la cronología típica, habría sido más aburrido. Pero el modo como se salta en el tiempo hacia delante y hacia atrás constantemente me parece que no es efectivo.
El ritmo del documental también me ha dejado a medias. En cada capítulo hemos podido disfrutar de unos diez minutos de ritmo trepidante. No lo niego. Pero también digo que han sido solo 10 minutos. El tema daba para más. Para mucho más. El resto del capítulo es en demasía estático.
Quiero decir, si alguien hiciera una serie sobre Federer, o Schumacher, o Mohamed Alí, muy mal tendría que hacerlo el director para que no fuera interesante. Pero aquí no criticamos lo interesante del tema ni de la figura histórica. Sino el acierto de los productores.
Lo mismo que con el ritmo sucede con el tono narrativo. Me ha resultado neutral, sobrio, un tono "mate". Creo que podríamos haber disfrutado, en cambio, de un tono épico, con brillo, casi todo el tiempo ausente aquí. Podría haber sido una gozada épica. El tema se prestaba a ello. ¿No?
En fin, con todo le doy un seis. Pero conste que el seis es meritorio de Rodman, de Jackson, de Pippen, de los Bulls en general, pero, sobre todo, el mérito del documento es del demiurgo Jordan.
¡Una gozada! Sí.
Pero también una lástima. Quiero decir, para ser el último baile.
6
23 de agosto de 2018
23 de agosto de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mei y el gatitobús es el spin off de la famosa "Mi vecino Totoro", un corto de apenas 15 minutos en el que Miyazaki vuelve a hacer lo que le da la gana rompiendo las fronteras de la imaginación. En él, un gatitobús visita a la pequeña Mei en su casa rural junto al alcanforero, y la niña, después de ganarse su confianza, se deja llevar con él y el gatobús original a través de la ventana en lo que podría ser la escena más parecida a Peter Pan saliendo por la ventana, mezclado con la madriguera y el conejito de Alicia en el país de las maravillas de toda la filmografía japonesa (con el permiso de El viaje de Chihiro).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Una vez en el bosque, la niña asiste a un cónclave de gatobuses hasta que aparece el Mickey Mouse japonés, el viejo conocido Totoro. La escena es una paranoia en la que aparecen sucesivas criaturas entre gatobuses, pequeños Totoros y otras criaturas del bosque, en un Aquelarre muy bien orquestado que recuerda una vez más a la genial Alice in Wonderland. Por fin, aparece en escena el que debe ser el abuelo de todos los gatobuses de Japón, una especie de Zeppelinbús cuyas facciones recuerdan al dragón volador de la Historia interminable, y con el que Mei congenia y ambos acaban a lametazos, de pura amistad que rezuman.
La película es visualmente preciosa, supongo que verla sin haber visto la original te deja aún con más incógnitas de las que lo hace habiéndola visto. Totoro y el gatobús tienen tanto carisma que el argumento ni siquiera hace falta, pero supongo que cada cual puede buscarle un significado a la ida de tarro que es este corto, pensando en la libertad del alma, en la amistad, en la infancia, en la pureza de sentimientos, etc.
En definitiva, un corto hermoso con el que dejar fluir la imaginación.
La película es visualmente preciosa, supongo que verla sin haber visto la original te deja aún con más incógnitas de las que lo hace habiéndola visto. Totoro y el gatobús tienen tanto carisma que el argumento ni siquiera hace falta, pero supongo que cada cual puede buscarle un significado a la ida de tarro que es este corto, pensando en la libertad del alma, en la amistad, en la infancia, en la pureza de sentimientos, etc.
En definitiva, un corto hermoso con el que dejar fluir la imaginación.

7.9
145,641
5
31 de julio de 2018
31 de julio de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los primeros veinte minutos son interesantes y casi tiernos. Luego comienza a patinar.
El argumento está cogido muy con alfileres. Es muy rebuscado.
Trata de ser una comedia, pero no hace gracia.
Trata de ser para niños, pero tiene escenas que asustan.
La banda sonora parece de película de Hitchcock.
Trata de ser tierna, pero es ñoña y recurre a sensiblería facilona (matrimonio que no puede tener hijos) y temas muy manidos (niño cuyos padres no pasan tiempo con él). ¿Quieren ternura? Vean Lilo y Stitch, o Monstruos S.A. Up no es tierna.
Trata de ser, en cierto modo, surrealista. Pero sin sentido.
En cuanto a los personajes, no son carismáticos. Ni siquiera las mascotas. El viejo es el arquetipo de gruñón que al final de la peli se vuelve amable y cercano (Scrooge, Shrek, el mamut de Ice Age, Eastwood en montón de sus pelis...). El niño tampoco me atrae. Desempeñaría un papel secundario en cualquier peli de dibujos; sería el típico amigo del prota, un personaje sin mucha entidad, lejísimos, por ejemplo, de la hipnótica niña de Monstruos S.A. El villano es poquísimo creíble, y uno de los más flojos que he visto los últimos años.
Tiene algunas escenas bonitas estéticamente. Pero no están contextualizadas de forma que creen una gran emoción, como debieran.
Algunas ideas memorables. Pero también ideas peregrinas.
Conclusiones:
Me encantan las películas de dibujos, pero me ha costado seguir esta, porque me resulta aburrida.
Me parece muy extraño que esta película esté, según los críticos, entre las 100 mejores del siglo XXI.
No se la pondré a mi hijo de 4 años, porque creo que no le enganchará, no le hará reír, y seguramente tendrá miedo y no querrá volver a acercarse a un perro.
No está al nivel de otras producciones de Pixar y, aunque no diría que es una mala película, tampoco puedo decir, a mi pesar, que me haya entretenido.
El argumento está cogido muy con alfileres. Es muy rebuscado.
Trata de ser una comedia, pero no hace gracia.
Trata de ser para niños, pero tiene escenas que asustan.
La banda sonora parece de película de Hitchcock.
Trata de ser tierna, pero es ñoña y recurre a sensiblería facilona (matrimonio que no puede tener hijos) y temas muy manidos (niño cuyos padres no pasan tiempo con él). ¿Quieren ternura? Vean Lilo y Stitch, o Monstruos S.A. Up no es tierna.
Trata de ser, en cierto modo, surrealista. Pero sin sentido.
En cuanto a los personajes, no son carismáticos. Ni siquiera las mascotas. El viejo es el arquetipo de gruñón que al final de la peli se vuelve amable y cercano (Scrooge, Shrek, el mamut de Ice Age, Eastwood en montón de sus pelis...). El niño tampoco me atrae. Desempeñaría un papel secundario en cualquier peli de dibujos; sería el típico amigo del prota, un personaje sin mucha entidad, lejísimos, por ejemplo, de la hipnótica niña de Monstruos S.A. El villano es poquísimo creíble, y uno de los más flojos que he visto los últimos años.
Tiene algunas escenas bonitas estéticamente. Pero no están contextualizadas de forma que creen una gran emoción, como debieran.
Algunas ideas memorables. Pero también ideas peregrinas.
Conclusiones:
Me encantan las películas de dibujos, pero me ha costado seguir esta, porque me resulta aburrida.
Me parece muy extraño que esta película esté, según los críticos, entre las 100 mejores del siglo XXI.
No se la pondré a mi hijo de 4 años, porque creo que no le enganchará, no le hará reír, y seguramente tendrá miedo y no querrá volver a acercarse a un perro.
No está al nivel de otras producciones de Pixar y, aunque no diría que es una mala película, tampoco puedo decir, a mi pesar, que me haya entretenido.
27 de enero de 2018
27 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Motivadísimo por el éxito de la Jungla IV, pagué a tocateja los 8 euritos que cuesta ir al cine en los tiempos que corren, con el loable propósito de ver la quinta de la saga del sarcástico John McCLane, en una nueva aventura en la que se va de Erasmus a Moscú, donde parece que han pillado a su hijo (Jay Courtney) con unas “pastis”, o con algo de coca. No lo dejan claro.
Y así aterrizamos en un Moscú en el que los rusos (que no son rusos en su mayoría) tararean a Frank Sinatra, y en el que los taxistas, en la hora punta, son unos auténticos cachondos. Nada más lejos de la realidad, en un país al que la represión impidió conocer a cantantes americanos y en el que, a consecuencia del comunismo, no existe un solo taxista que te dé ni los buenos días. Sé de lo que me hablo. No en vano mi mujer es rusa.
Bruce Willis aparece en los juzgados en el exacto momento para formar parte de una operación de la CIA, en la que su hijo intenta rescatar a un malo malísimo al que juzgan en ese momento; todo orquestado a través de la típica escena de la explosión con coche bomba, reventón de pared, y pillar las de Villadiego con una furgoneta que corre más que el demonio. Aunque padre e hijo se lleven fatal y el peque no quiera llevar de romería a su padre, se impone la veteranía de McClane. La escapada se convierte en una hipérbole de explosiones y tiros por el centro de Moscú (que es Budapest en la mayoría de escenas), con los ya clásicos robos de coches, saltos desde puentes, camiones que vuelan… hasta que se fuerza a los villanos a que empotren su camión de gran tonelaje contra un mega-cilindro de hormigón para viaductos, transportado por un vehículo especial que pasaba por allí en ese momento, por el puñetero centro de Moscú (otra vez en hora punta). A todo esto, la milicia moscovita debe estar de vacaciones, puesto que, no solo entonces, sino a lo largo de toda la película, quienes mueven los hilos de la vida rusa son la CIA y los villanos de turno, villanos que deben de ser del KGB, pues campan a sus anchas con un helicóptero de combate a plena luz del día.
Si alguien entiende un poco cómo funcionan las matrículas de coche en Rusia, también se habrá dado cuenta de que, en un primer plano en el que McClain y el ruso se apoyan en el frontal de un camión, se nos muestra una matrícula cuya letra no corresponde con ninguna de las provincias rusas. Siempre he creído que lo del atrezzo en Hollywood hacía aguas.
Total que, tan pesado se ha puesto McClane y tanto ruido ha hecho, que al crío no le queda más remedio que tragarse la regañina de papá. En la escena siguiente John acepta con toda naturalidad que su hijo es un espía, y le compara con James Bond. Parece que aquí te van a explicar algo sobre el argumento de la peli, pero al instante ya están saltando por una ventana y esquivando metralla de helicóptero hasta caer sobre unos andamios. Ya sé que en acción todo vale, pero coño, a ti te dan un golpecito en un semáforo y te quedas con el cuello estropeado de por vida; sin embargo a estos tíos les dan hasta en el carné de identidad y salen ilesos una y otra vez. Tened en cuenta que en otras películas hay argumento, no como en esta, donde los protas simplemente aguantan y aguantan tiros suficientes como para acabar con la pólvora de toda la URSS.
Hasta aquí la acción es tan desmesurada que resultaría una auténtica gilipollez si fuese sobria, como en Rambo. Pero no, toda escena va regada con las bromitas de Bruce Willis las cuales, seamos francos, fuera de las mofas constantes que le hace a su hijo, tampoco tienen excesiva gracia.
Bien, volvemos al argumento, que hace aguas. Confiado tras haber visto y vivido las cuatro Junglas de la saga, te crees que el trasfondo podría incluir una conjura de mil pares de cojones, hasta que el hijo de Mclain confiesa no sé qué de una carpeta secreta con unos papeles confidenciales acerca de la explosión de Chernobyl. Aquí me tiré hacia delante en el asiento, pensando: no me jodas. Cliché tras cliché: una fantasmada de tomo y lomo. En ese momento comienzan a pesarte los ocho euritos de la entrada y comienzas a echar pestes, pero confías en que la cosa se arreglará.
Bueno pues, entrometidos en una venganza entre los exjefes de Chernobyl ―un embolado que ni les va ni les viene―, padre e hijo cogen un coche en Moscú y, ni cortos ni perezosos, se van a Chernobyl, en Ucrania, a mil kilómetros de distancia y sin pasaporte ni visado, supongo. Y es aquí donde quiero hacer inciso en el título y el anacronismo de la película “Un buen día para morir”, pues te vas dando cuenta de que, aunque con calzador, el jodido Tom Moore (el director) tiene la desfachatez de vendernos que todo sucede en un mismo día. Y piensas: “no, no es posible que estos cochinos yankees sean tan retrasados, no es posible que nadie haya pensado en la imposibilidad físico-cuántica de coger un coche a mediodía en Moscú y plantarse para la cena en Ucrania”. Pero sí, es exactamente eso lo que nos quiere contar el dire, que permite que dos americanos ensangrentados se paseen por toda Rusia, con el pollo que acaban de montar, sin que les pidan ni los pasaportes. Y, efectivamente, llegan a Chernobyl con la minga (diría yo que sin parar ni a mear).
Aunque resultaría curioso, no entraré en el tema de la época del año, que supongo que es verano, porque va todo dios con camiseta corta (tanto en Rusia como en Ucrania).
Los villanos, que ya están en las cámaras del uranio enriquecido con sus trajes antirradiactividad, se sacan una especie de ballesta de la mochila, comprada en la Teletienda, y “neutralizan” la radiactividad. Luego ya se quitan los trajes, porque el peligro ha pasado. Y vuelves a preguntarte cosas, y más cosas. Porque, ¡óigan! Yo no soy un puñetero experto en radiación, pero de alguna manera te indigna que la gente de Fukushima no conociera esa cochina ballesta. Sin duda no las habrían pasado tan canutas.
Y así aterrizamos en un Moscú en el que los rusos (que no son rusos en su mayoría) tararean a Frank Sinatra, y en el que los taxistas, en la hora punta, son unos auténticos cachondos. Nada más lejos de la realidad, en un país al que la represión impidió conocer a cantantes americanos y en el que, a consecuencia del comunismo, no existe un solo taxista que te dé ni los buenos días. Sé de lo que me hablo. No en vano mi mujer es rusa.
Bruce Willis aparece en los juzgados en el exacto momento para formar parte de una operación de la CIA, en la que su hijo intenta rescatar a un malo malísimo al que juzgan en ese momento; todo orquestado a través de la típica escena de la explosión con coche bomba, reventón de pared, y pillar las de Villadiego con una furgoneta que corre más que el demonio. Aunque padre e hijo se lleven fatal y el peque no quiera llevar de romería a su padre, se impone la veteranía de McClane. La escapada se convierte en una hipérbole de explosiones y tiros por el centro de Moscú (que es Budapest en la mayoría de escenas), con los ya clásicos robos de coches, saltos desde puentes, camiones que vuelan… hasta que se fuerza a los villanos a que empotren su camión de gran tonelaje contra un mega-cilindro de hormigón para viaductos, transportado por un vehículo especial que pasaba por allí en ese momento, por el puñetero centro de Moscú (otra vez en hora punta). A todo esto, la milicia moscovita debe estar de vacaciones, puesto que, no solo entonces, sino a lo largo de toda la película, quienes mueven los hilos de la vida rusa son la CIA y los villanos de turno, villanos que deben de ser del KGB, pues campan a sus anchas con un helicóptero de combate a plena luz del día.
Si alguien entiende un poco cómo funcionan las matrículas de coche en Rusia, también se habrá dado cuenta de que, en un primer plano en el que McClain y el ruso se apoyan en el frontal de un camión, se nos muestra una matrícula cuya letra no corresponde con ninguna de las provincias rusas. Siempre he creído que lo del atrezzo en Hollywood hacía aguas.
Total que, tan pesado se ha puesto McClane y tanto ruido ha hecho, que al crío no le queda más remedio que tragarse la regañina de papá. En la escena siguiente John acepta con toda naturalidad que su hijo es un espía, y le compara con James Bond. Parece que aquí te van a explicar algo sobre el argumento de la peli, pero al instante ya están saltando por una ventana y esquivando metralla de helicóptero hasta caer sobre unos andamios. Ya sé que en acción todo vale, pero coño, a ti te dan un golpecito en un semáforo y te quedas con el cuello estropeado de por vida; sin embargo a estos tíos les dan hasta en el carné de identidad y salen ilesos una y otra vez. Tened en cuenta que en otras películas hay argumento, no como en esta, donde los protas simplemente aguantan y aguantan tiros suficientes como para acabar con la pólvora de toda la URSS.
Hasta aquí la acción es tan desmesurada que resultaría una auténtica gilipollez si fuese sobria, como en Rambo. Pero no, toda escena va regada con las bromitas de Bruce Willis las cuales, seamos francos, fuera de las mofas constantes que le hace a su hijo, tampoco tienen excesiva gracia.
Bien, volvemos al argumento, que hace aguas. Confiado tras haber visto y vivido las cuatro Junglas de la saga, te crees que el trasfondo podría incluir una conjura de mil pares de cojones, hasta que el hijo de Mclain confiesa no sé qué de una carpeta secreta con unos papeles confidenciales acerca de la explosión de Chernobyl. Aquí me tiré hacia delante en el asiento, pensando: no me jodas. Cliché tras cliché: una fantasmada de tomo y lomo. En ese momento comienzan a pesarte los ocho euritos de la entrada y comienzas a echar pestes, pero confías en que la cosa se arreglará.
Bueno pues, entrometidos en una venganza entre los exjefes de Chernobyl ―un embolado que ni les va ni les viene―, padre e hijo cogen un coche en Moscú y, ni cortos ni perezosos, se van a Chernobyl, en Ucrania, a mil kilómetros de distancia y sin pasaporte ni visado, supongo. Y es aquí donde quiero hacer inciso en el título y el anacronismo de la película “Un buen día para morir”, pues te vas dando cuenta de que, aunque con calzador, el jodido Tom Moore (el director) tiene la desfachatez de vendernos que todo sucede en un mismo día. Y piensas: “no, no es posible que estos cochinos yankees sean tan retrasados, no es posible que nadie haya pensado en la imposibilidad físico-cuántica de coger un coche a mediodía en Moscú y plantarse para la cena en Ucrania”. Pero sí, es exactamente eso lo que nos quiere contar el dire, que permite que dos americanos ensangrentados se paseen por toda Rusia, con el pollo que acaban de montar, sin que les pidan ni los pasaportes. Y, efectivamente, llegan a Chernobyl con la minga (diría yo que sin parar ni a mear).
Aunque resultaría curioso, no entraré en el tema de la época del año, que supongo que es verano, porque va todo dios con camiseta corta (tanto en Rusia como en Ucrania).
Los villanos, que ya están en las cámaras del uranio enriquecido con sus trajes antirradiactividad, se sacan una especie de ballesta de la mochila, comprada en la Teletienda, y “neutralizan” la radiactividad. Luego ya se quitan los trajes, porque el peligro ha pasado. Y vuelves a preguntarte cosas, y más cosas. Porque, ¡óigan! Yo no soy un puñetero experto en radiación, pero de alguna manera te indigna que la gente de Fukushima no conociera esa cochina ballesta. Sin duda no las habrían pasado tan canutas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para contaros ya el final, diremos que los que parecían buenos eran malos, y que se han quedado con toneladas de uranio que piensan utilizar para armamento. No hay más motivo para tanta malicia que la pura avaricia. El chico de Willis se ha visto traicionado por el ruso. ¡Diantre! Los naive americanos se habían tragado hasta la bobada del informe, que no existía, y la CIA abandona ya desde el principio de la peli a su hombre, para que arregle cuentas con el mundo a solas, junto a su padre.
Tras ese nuevo ínterin en el que se trata de explicar al público idiota de qué diablos va la peli, vuelven los tiros, el ruido desmesurado de explosiones y turbinas que revientan… para terminar con la famosa escena del helicóptero vencido por un solo hombre (ya sea John Rambo, James Bond, o Schwarzenegger), helicóptero que pierde el control y rota sobre sí mismo, cortándolo todo, al malo final incluido, hasta empotrarse en el edificio en el que están los protas, que obviamente harán nuevamente la acrobacia del salto por la ventana.
Meros rasguños tras la caída, oigan. Meros rasguños. Y un enternecedor muchacho llamándole “papá” a John. Los héroes salen de allí caminando por su propio pie, haciendo bromitas sobre la radiación.
No se sabe cómo, pero de algún modo vuelve a aparecer la CIA, que se los lleva de vuelta a casa.
En fin, se trata de una nueva peli de rusos contra americanos, fórmula manida y llena de clichés. Pero más parece un videojuego de cargarse a los villanos, en el que tienes infinitas vidas y nunca mueres. Noventa minutos de videojuego malo, en el que solo importa pegar tiros. Queda claro que esta saga está muerta, que el humor de cowboy del prota se ha idiotizado, que las escenas de acción por sí solas son muy aburridas, que la creatividad brilla por su ausencia y que la película no cuenta nada de nada. Aquel simpático McKlein en camiseta de la primera Jungla, está malditamente lejos de esta bazofia absoluta.
Tras ese nuevo ínterin en el que se trata de explicar al público idiota de qué diablos va la peli, vuelven los tiros, el ruido desmesurado de explosiones y turbinas que revientan… para terminar con la famosa escena del helicóptero vencido por un solo hombre (ya sea John Rambo, James Bond, o Schwarzenegger), helicóptero que pierde el control y rota sobre sí mismo, cortándolo todo, al malo final incluido, hasta empotrarse en el edificio en el que están los protas, que obviamente harán nuevamente la acrobacia del salto por la ventana.
Meros rasguños tras la caída, oigan. Meros rasguños. Y un enternecedor muchacho llamándole “papá” a John. Los héroes salen de allí caminando por su propio pie, haciendo bromitas sobre la radiación.
No se sabe cómo, pero de algún modo vuelve a aparecer la CIA, que se los lleva de vuelta a casa.
En fin, se trata de una nueva peli de rusos contra americanos, fórmula manida y llena de clichés. Pero más parece un videojuego de cargarse a los villanos, en el que tienes infinitas vidas y nunca mueres. Noventa minutos de videojuego malo, en el que solo importa pegar tiros. Queda claro que esta saga está muerta, que el humor de cowboy del prota se ha idiotizado, que las escenas de acción por sí solas son muy aburridas, que la creatividad brilla por su ausencia y que la película no cuenta nada de nada. Aquel simpático McKlein en camiseta de la primera Jungla, está malditamente lejos de esta bazofia absoluta.
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