You must be a loged user to know your affinity with Peliculero2
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred
8
30 de octubre de 2011
30 de octubre de 2011
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
- Banda sonora de un tal Duke Ellington.
- Cameo de otro tal Louis Armstrong.
- Poitier, un descubrimiento.
- Paul Newman en uno de sus registros de altura: el de personaje malencarado, amargado por sus propias circunstancias, talentoso y sin embargo de vuelta de todo, aunque su complejidad interior permita ver que una parte de él querría llevar otra vida distinta de la que se ha labrado. Recuerda un poco al Eddie Felson de El Buscavidas (por cierto, del mismo año), aunque en esa otra película se define mejor la linde entre drama y comedia.
- Los tugurios parisinos de los 60, y más concretamente Montmartre. Humo, aire cargado, droga, artisteo frustrado, entorno lóbrego. Decadencia, sí. Pero no de ese tipo de decadencia autocomplaciente que puede llegar a resultar cargante hasta el asco. NO es un alegato intelectualoide, cuando fácilmente podría haberlo sido.
- JAZZ.
¿Hace falta decir más?
- Cameo de otro tal Louis Armstrong.
- Poitier, un descubrimiento.
- Paul Newman en uno de sus registros de altura: el de personaje malencarado, amargado por sus propias circunstancias, talentoso y sin embargo de vuelta de todo, aunque su complejidad interior permita ver que una parte de él querría llevar otra vida distinta de la que se ha labrado. Recuerda un poco al Eddie Felson de El Buscavidas (por cierto, del mismo año), aunque en esa otra película se define mejor la linde entre drama y comedia.
- Los tugurios parisinos de los 60, y más concretamente Montmartre. Humo, aire cargado, droga, artisteo frustrado, entorno lóbrego. Decadencia, sí. Pero no de ese tipo de decadencia autocomplaciente que puede llegar a resultar cargante hasta el asco. NO es un alegato intelectualoide, cuando fácilmente podría haberlo sido.
- JAZZ.
¿Hace falta decir más?
7
9 de junio de 2011
9 de junio de 2011
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas dignas de alabanza por tener guiones de ensueño, o porque la dirección es para quitarse el sombrero, o porque el actor protagonista borda su papel hasta elevarlo a la condición de histórico... nada de eso sucede con Sacco y Vanzetti. Y sin embargo, o mejor dicho, por esa razón, esta película merece también su particular loa. La merece por saber relegarse a sí misma a un segundo plano: aquí no se trataba de realizar una obra maestra desde el punto de vista técnico en cualquiera de sus aspectos, sino de contar adecuadamente la historia de esas dos personas de carne y hueso que fueron Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. La película en sí no es, en este caso, más que un soporte en el que contar lo que verdaderamente da sentido a la obra; la historia real subyacente. Y saber hacer eso tiene para mí un mérito especial en tanto en cuanto el director debe saber hacer una película correcta, ni espectacular ni soporífera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Cuál es la historia de Sacco y de Vanzetti? La de dos inmigrantes italianos afincados cerca de Boston, en aquella época en la que la xenofobia yankee todavía tenía por blanco principal a los europeos que cruzaban el océano. Dos inmigrantes que además eran sindicalistas de manifiesta tendencia anarquista en una época, la inmediatamente anterior a la Gran Depresión, en la que el movimiento sindical de los EEUU era todavía lo suficientemente fuerte como para ser factor de primer nivel en el desarrollo de la vida social del país, cuestión no poco preocupante para los sectores conservadores de aquella sociedad. Y fue en este contexto que a Sacco y Vanzetti se les incriminó, sólo con pruebas circunstanciales e incluso con contradicciones en el expediente, en el asesinato a tiros de un industrial, llevándoseles a la silla eléctrica. Aquello generó protestas a nivel mundial, suscitando la implicación de numerosos intelectuales del momento, así como de todas las organizaciones obreras de la época, sin distinción ideológica. A Sacco y Vanzetti se les ejecutó, y con el pasar de los años el caso se fue enfriando, casi al mismo ritmo que los cuerpos de los finados.
Y he aquí que llega Giuliano Montaldo en 1971 y decide devolver a la gran pantalla lo sucedido, revisando documentación judicial, correspondencia, testimonios... es decir, tratando de recabar todas las fuentes posibles para narrar lo ocurrido, acompañado además por una de las bandas sonoras más emotivas que nunca he escuchado, mérito de Ennio Morricone y Joan Baez.
A la película le pongo un 7 sobre 10 desde el punto de vista formal, valorándola sólo en cuanto a su condición de producción cinematográfica. Sin embargo, si consideramos su trascendencia, esa nota sube al 10. Más aún habida cuenta de que pocos años después, todavía en esa década de los 70, el gobernador de Massachusetts exoneró a los dos italianos, cuando éstos llevaban casi 50 años muertos, reconociendo que el proceso que se siguió contra ellos fue de todo menos justo. Qué casualidad.
Y he aquí que llega Giuliano Montaldo en 1971 y decide devolver a la gran pantalla lo sucedido, revisando documentación judicial, correspondencia, testimonios... es decir, tratando de recabar todas las fuentes posibles para narrar lo ocurrido, acompañado además por una de las bandas sonoras más emotivas que nunca he escuchado, mérito de Ennio Morricone y Joan Baez.
A la película le pongo un 7 sobre 10 desde el punto de vista formal, valorándola sólo en cuanto a su condición de producción cinematográfica. Sin embargo, si consideramos su trascendencia, esa nota sube al 10. Más aún habida cuenta de que pocos años después, todavía en esa década de los 70, el gobernador de Massachusetts exoneró a los dos italianos, cuando éstos llevaban casi 50 años muertos, reconociendo que el proceso que se siguió contra ellos fue de todo menos justo. Qué casualidad.
10
3 de junio de 2011
3 de junio de 2011
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero negar no es renunciar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (...) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es.”
Así empezaba Albert Camus una de sus obras cumbre, de título El Hombre Rebelde, que el autor argelino publicó en 1951. Y así podría definirse también a Luke Jackson, “El Frío”, interpretado por el Paul Newman de las grandes ocasiones. O tal vez no, ya que el personaje de Luke va más allá: no siempre opone lo que es preferible a lo que no lo es. Simplemente, dice no. Dice no a su rendición en esa pelea de boxeo en el patio de la cárcel que a ratos se llega a hacer realmente desagradable de ver, dice no a cualquier sombra de cordura al aceptar la apuesta de comer cincuenta huevos cocidos, y por supuesto, dice no a sus carceleros, un no casi sistemático, un no que va implícito incluso en el sí, como se nos muestra en las ocasiones en las que parece que el ánimo de Luke flaquea. El personaje de Newman dice no a la inseguridad en uno mismo. Dice no a la renuncia a la propia voluntad, sea ésta la que sea. Luke es un personaje que lo mismo que no desea pisar a los demás, aborrece ser pisado él mismo.
La película, aderezada por las excelentes interpretaciones de Newman y George Kennedy, es un alegato a favor de la rebeldía en sentido formal, no de fondo; no se trata en esta ocasión de poner en valor unos principios por los que rebelarse, sino que lo que se valora es la rebelión en sí misma, como acto de autoafirmación valiente en un entorno profundamente hostil. Una posible moraleja de esta historia podría ser que es imposible que exista la derrota sin la aceptación subjetiva del derrotado. Cuando alguien parece inapelablemente vencido pero se niega a aceptarlo, ni siquiera (y sobre todo) ante sí mismo, siempre dará la impresión de que todavía queda esperanza, de que guarda un as en la manga.
Centrándonos finalmente en la interpretación del actor protagonista (Newman), que merece mención aparte, su sonrisa sempiterna da con su sola expresión el necesario punto de sarcasmo que utiliza el rebelde para no hundirse ante una adversidad materialmente imposible de salvar. Es la sonrisa de la venganza, la sonrisa del “machacadme, hostigadme lo que queráis, acosadme física y emocionalmente, que pienso seguir en mis trece hasta mi último aliento”. Porque quienes quieren hundir a Luke, desean doblegarlo no sólo física sino también mentalmente, de ahí que su sonrisa sea, casi por sí sola, una victoria contra sus torturadores.
Película taumatúrgica cuando se ve en busca de ánimo para superar situaciones complicadas en las que uno se queda solo y rodeado. Lo que es un delito, es verla sin darle utilidad práctica en la vida personal de cada cual, sin tener una personalidad algo más fortalecida al término del filme.
Así empezaba Albert Camus una de sus obras cumbre, de título El Hombre Rebelde, que el autor argelino publicó en 1951. Y así podría definirse también a Luke Jackson, “El Frío”, interpretado por el Paul Newman de las grandes ocasiones. O tal vez no, ya que el personaje de Luke va más allá: no siempre opone lo que es preferible a lo que no lo es. Simplemente, dice no. Dice no a su rendición en esa pelea de boxeo en el patio de la cárcel que a ratos se llega a hacer realmente desagradable de ver, dice no a cualquier sombra de cordura al aceptar la apuesta de comer cincuenta huevos cocidos, y por supuesto, dice no a sus carceleros, un no casi sistemático, un no que va implícito incluso en el sí, como se nos muestra en las ocasiones en las que parece que el ánimo de Luke flaquea. El personaje de Newman dice no a la inseguridad en uno mismo. Dice no a la renuncia a la propia voluntad, sea ésta la que sea. Luke es un personaje que lo mismo que no desea pisar a los demás, aborrece ser pisado él mismo.
La película, aderezada por las excelentes interpretaciones de Newman y George Kennedy, es un alegato a favor de la rebeldía en sentido formal, no de fondo; no se trata en esta ocasión de poner en valor unos principios por los que rebelarse, sino que lo que se valora es la rebelión en sí misma, como acto de autoafirmación valiente en un entorno profundamente hostil. Una posible moraleja de esta historia podría ser que es imposible que exista la derrota sin la aceptación subjetiva del derrotado. Cuando alguien parece inapelablemente vencido pero se niega a aceptarlo, ni siquiera (y sobre todo) ante sí mismo, siempre dará la impresión de que todavía queda esperanza, de que guarda un as en la manga.
Centrándonos finalmente en la interpretación del actor protagonista (Newman), que merece mención aparte, su sonrisa sempiterna da con su sola expresión el necesario punto de sarcasmo que utiliza el rebelde para no hundirse ante una adversidad materialmente imposible de salvar. Es la sonrisa de la venganza, la sonrisa del “machacadme, hostigadme lo que queráis, acosadme física y emocionalmente, que pienso seguir en mis trece hasta mi último aliento”. Porque quienes quieren hundir a Luke, desean doblegarlo no sólo física sino también mentalmente, de ahí que su sonrisa sea, casi por sí sola, una victoria contra sus torturadores.
Película taumatúrgica cuando se ve en busca de ánimo para superar situaciones complicadas en las que uno se queda solo y rodeado. Lo que es un delito, es verla sin darle utilidad práctica en la vida personal de cada cual, sin tener una personalidad algo más fortalecida al término del filme.

7.6
60,329
9
18 de diciembre de 2011
18 de diciembre de 2011
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Olé por este director. En la era de las superproducciones, los efectos especiales y el dolby, llega y planta en cartelera una película de cine rigurosamente mudo, desempolvando maneras, estilos y recursos de hace ochenta años, y lo hace además entreteniendo. Para quitarse el sombrero, hacía mucho tiempo que no salía tan gratamente sorprendido de una sala de cine.
Jean Dujardin y Bérénice Bejo están también estupendos en un ejercicio expresivo que tiene que haber supuesto una novedad para ellos y que le da un punto extra de valor al asunto. Desaprender a actuar para el cine sonoro, donde los diálogos absorben la mayor parte de la expresividad, y hacer un ejercicio de cine mudo a contrapié, sin tener costumbre y seguramente sin ver habitualmente este tipo de cine, denota una calidad profesional digna de encomio. Y más todavía cuando como precisamente muestra la película, del mudo al sonoro hay tanta diferencia que muchos artistas válidos para uno, quedan muy limitados para el otro. Sublimes.
Jean Dujardin y Bérénice Bejo están también estupendos en un ejercicio expresivo que tiene que haber supuesto una novedad para ellos y que le da un punto extra de valor al asunto. Desaprender a actuar para el cine sonoro, donde los diálogos absorben la mayor parte de la expresividad, y hacer un ejercicio de cine mudo a contrapié, sin tener costumbre y seguramente sin ver habitualmente este tipo de cine, denota una calidad profesional digna de encomio. Y más todavía cuando como precisamente muestra la película, del mudo al sonoro hay tanta diferencia que muchos artistas válidos para uno, quedan muy limitados para el otro. Sublimes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El bordado final lo pone el exquisito cuidado que se muestra por la imagen, jugando con el espectador a dejar señales que simbolizan hacia dónde está yendo la película en cada momento, y que ocupan la atención del público sin dejar que ésta flaquee en ningún momento a pesar de la ausencia de diálogo. Me refiero a escenas como la del hundimiento de Dujardin en arenas movedizas en la película que rueda para competir con el sonoro, o a esa otra en la que camina por la calle, abatido y distante, teniendo de fondo una sala que anuncia una obra titulada "The Lonely Star", o al hecho de que su última película se estrene justo en la misma fecha en que se produce el crack de la bolsa, etcétera.
Buena para cinéfilos, y buena para el perfil de espectador que sólo busca entretenerse. Lo mejor de este año, sin dudas. Y puede que de varios más.
Buena para cinéfilos, y buena para el perfil de espectador que sólo busca entretenerse. Lo mejor de este año, sin dudas. Y puede que de varios más.

8.1
32,908
5
18 de diciembre de 2011
18 de diciembre de 2011
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es la viva prueba de que el cine clásico, y dentro de él el cine negro, también dejaron algún que otro fiasco por el camino. La excepción que confirma la regla, supongo.
Sin ser un horror de película (Robert Mitchum y Billy Chapin están bien en sus papeles, y es cierto que hay ratos en los que consigue atrapar, aunque siempre de manera intermitente), peca de mantener la tensión de forma cada vez más irregular; van torciéndose progresivamente una presentación y un nudo más que interesantes, para finalizar en un desenlace mediocre, previsible y empalagosamente almizclado.
Sin ser un horror de película (Robert Mitchum y Billy Chapin están bien en sus papeles, y es cierto que hay ratos en los que consigue atrapar, aunque siempre de manera intermitente), peca de mantener la tensión de forma cada vez más irregular; van torciéndose progresivamente una presentación y un nudo más que interesantes, para finalizar en un desenlace mediocre, previsible y empalagosamente almizclado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Laughton asusta, pone en tensión, acelera el pulso... y de repente afloja hasta colocar al espectador ante un final facilón y previsible desde algo antes incluso de que detengan a Harry Powell (Mitchum).
De una intención moralizante que no sería mala en sí si no fuese tan evidente, es como si el director no hubiera podido evitar darle un final feliz y tontorrón a una historia sórdida, oscura y en la que, precisamente, se antoja inverosímil y forzado cualquier intento de reconducir la trama hacia derroteros más alegres, que es precisamente lo que pasa.
La película es pasable, se puede ver, pero tampoco da para más. De 5.
De una intención moralizante que no sería mala en sí si no fuese tan evidente, es como si el director no hubiera podido evitar darle un final feliz y tontorrón a una historia sórdida, oscura y en la que, precisamente, se antoja inverosímil y forzado cualquier intento de reconducir la trama hacia derroteros más alegres, que es precisamente lo que pasa.
La película es pasable, se puede ver, pero tampoco da para más. De 5.
Más sobre Peliculero2
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here