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España España · Lleida
Críticas de Uma
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Críticas 202
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
17 de mayo de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuesta mucho encontrar películas como "Los peces rojos", en las que el espectador tiene la percepción de que todo está en su sitio, que las piezas encajan, y en su interior se colman todas las expectativas, y los anhelos, y los apetitos. Cuando lo ves, parece muy fácil de hacer, algo evidente, que cae por su propio peso. Pero luego te das cuenta de que son contadas las películas así. Cuando ves a Messi hacer uno de esos goles en que sacaba genio, habilidad e inteligencia para trazar una jugada maravillosa, uno piensa que es fácil, que la jugada estaba allí, que era evidente. Pero lo cierto es que nadie más en el mundo tiene esa magia. Don José Antonio Nieves Conde no es Messi, pero "Los peces rojos", sería el equivalente a una de las jugadas geniales del argentino. Le salió redonda, posiblemente contando con otro crack que seguramente tuvo mucho que ver con el acierto, que es el guionista Carlos Blanco.

Cierto es, como dicen otros comentarios, que parece incomprensible que películas como esta sean tan desconocidas para el público en general. Lo cierto es que poca labor se ha hecho por difundir el cine de los años 40 y 50 en España. Puede ser que se haya querido dejar atrás un periodo entero de la historia de este país, aun a costa de liquidar injustamente obras remarcables en todas las disciplinas de la cultura y las artes, obras que posiblemente, enriquecerían el patrimonio cultural, siempre necesitado. Pero eso da igual. Hemos cancelado cientos de artistas, pensadores, creadores, porque eran franquistas. Yo soy muy demócrata, y soy de pensar que, del mismo modo que se separan los poderes del estado en el estado de derecho (legislativo, ejecutivo, judicial), se deberían separar también las capacidades del ser humano. Separemos sus habilidades creativas de las personales. Quedémonos con lo bueno, por dios, solo con eso, con sus películas, con sus novelas, con sus cuadros... aunque el tipo sea un verdadero hijo de puta. Odiémosle, el que quiera, por sus miserias, por sus tendencias políticas, pero no sacrifiquemos el patrimonio cultural y científico del mundo, la mayor riqueza que es capaz de generar la especie humana. Hay cosas que hay que ir superando, revanchas que de tanto perseguir a lo que llaman "trasnochados", se han quedado ya "trasnochadas". Algún día, dentro de un par de siglos, puede que esas cancelaciones les parezcan abominables a nuestros descendientes (¿alguien podría comprender hoy que canceláramos a Velázquez por complicidad con un régimen absolutista?). El tiempo juzgará con perspectiva este periodo que, muy pagados de nosotros, consideramos de máxima libertad. Porque hoy, tengo la sensación, que en muchos aspectos esa perspectiva se ha torcido.

La trama de esta película es muy buena, sin peros. La propuesta está bien planteada, bien desarrollada, y lo más excepcional, bien resuelta. Pero es mucho más que una trama bien hilvanada. Todo el envoltorio emocional que la alimenta, las reflexiones que los acontecimientos desatan en los personajes, los dilemas de estos, cómo los enfrentan y cómo los combaten, cómo se aferran siempre a asideros para sobrevivir sin dejar de perseguir un sueño, que se limpia bajo la lluvia, para ennoblecerse..., la conjunción de todos esos elementos puestos en juego, formando un compendio sólido y emocionante, añadido a la fuerza visceral que transmiten los personajes, la brillantez técnica, un ritmo que cambia constantemente de marcha, escogiendo intuitivamente los momentos en los que debe pararse el tiempo, son atributos propios de una de esas genialidades inolvidables que en el fútbol firmaba Don Lionel Messi.
Uma
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8
8 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi reciente y voraz incursión en el cine italiano de los 60-70 (que ha tenido la naturaleza de una auténtica razia medieval), hechizado por figuras tan prominentes y abrumadoras como Laura Antonelli, por ejemplo, he recalado por fin en mi primera película de Valerio Zurlini, y con ella, la primera que merece en el curso de esta razia italiana, de largo, un comentario de carácter cinematográfico. Hace muchos años que alguien me regaló esta película en VHS, pero no se habían dado las circunstancias o no había tenido las motivaciones para verla, para sentarme frente a un lejano cineasta del que poco había oído hablar. Zurlini, observo (mi tardanza es prueba de ello), es un cineasta que tiende a resultar invisible, lo cual después de ver La chica con la maleta, y de ver a estos estupendos Claudia Cardinale y Jaques Perrin, me resulta incomprensible, si bien, lo reconozco, se me puede acusar a mí mismo de semejante e injusta miopía.

Técnicamente, es una película excelente. El retrato de los momentos nocturnos, la filmación del espacio, con muchas coordenadas en juego, la capacidad del director para captar lo que pasa por la cabeza y el corazón de sus personajes, a través de las miradas, de los gestos, de las actitudes, de la luz cambiante que les envuelve, construyen una película en constante mutación, con personajes que nunca dejan de moverse por dentro, con lo que la película no nos deja descanso. La economía narrativa, es especialmente acertada, para poner el foco únicamente en lo relevante, destilando toda la sucesión de emociones que compone la película. Y a la vez, de súbito, la narración se detiene sin ponerse límites en momentos que tienen una fisicidad, una visceralidad intensísima, a través de la cual, de la degradación moral si hace falta, se pone a prueba todo el relato emocional. Los recursos de Zurlini son enormes, no se pone barreras, la película progresa con un tempo arrítmico, amplísimo, fascinante. Quizá está excesivo en explotar esa montaña rusa emocional, hasta el punto que los sentimientos dan tantos giros, que acaban confundiendo al espectador. Aun así, Zurlini compone una película llena de matices, con tantos elementos cinematográficos, que consigue una gran riqueza y amplitud. La película está empapada de sustancia cinematográfica, hasta en exceso, es puro libre albedrío aplicado al cine, con un sometimiento únicamente a la veracidad de los personajes y de su realidad.

No comprendo por qué Zurlini no está en el olimpo de los cineastas europeos, como otros compatriotas italianos. Si no llega al nivel de Rosselini, Antonioni, De Sica, en cuya estética se mueve, poquísimo le falta, y en cualquier caso será cuestión de gustos, de conexión. Pero los primeros reproches me los puedo hacer a mí mismo, que he tardado más de 25 años en sentarme frente a una película de Zurlini, desde que me lo recomendaron por primera vez. En realidad, esa tardanza no tiene precio. El mejor momento de una película es la primera vez que se ve. La mía fue anteayer, y aún vivo en el gozo de ese momento de amor inesperado.
Uma
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7
2 de mayo de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más interesante de esta película, es cómo está filmada. Largos planos, a veces con un propósito expositivo - muy interesante el primer plano de la película, en el cual se observan unos relieves de piedra que nos conducen al interior de una sociedad enquistada, parada en el tiempo -, y a veces con el fin de integrar al espectador en la acción, como si estuviéramos de pie en esa habitación, en un rincón, mirando lo que pasa delante de nosotros. La cámara se gira como giraríamos el cuello, buscando ver, reconociendo el espacio, intuyendo, o perdiendo de vista lo que pasa a solo un metro de mí, cuando me sacude un evento traumático. La cámara congenia con el espectador desde la simplicidad, en una grata simbiosis. Conceptualmente, no es algo nuevo, pero sí tiene una ejecución muy particular, muy personal, porque los planos se alargan para mostrar acciones quizá ya innecesarias, con lo que hay un afán del director por ver un poco más allá de lo que es estrictamente cinematográfico, por entrar en una zona extraña acompañando a los personajes. Ello tiene efectos multiplicadores, sobre todo en la conexión con estos, en concreto con esta muchacha rumana, atrapada entre su sentido de la lealtad, y un amor juvenil que no puede controlar. Siempre es bonito ver historias sencillas de personajes cuyos sentimientos, cuyo aspecto irracional, entra en contradicción con sus convicciones, aunque estas se estén formando sobre la marcha. Aquí todo eso se exhibe muy peculiarmente, aguantando la mirada sobre esta chica, sobre sus dudas, sobre sus certezas que luego se diluyen o se refuerzan.

Contra eso, está el aparato del estado, una máquina del terror, fría, opresiva, corrupta, la viva imagen - desde la mirada de estos jóvenes adolescentes - de esos adultos sebosos, calvos y barrigudos que les estrangulan. Se confunde aquí los aires de libertad política, con los de renovación generacional. El ímpetu y valentía juvenil, frente a una máquina obsoleta que como un lastre, no sabe hacer otra cosa que condicionar, ahogar la libertad y la felicidad de aquellos más inocentes, y educarles para ser, algún día, igual de corruptos, igual de podridos. Se trata de perpetuar el sistema, engrasarlo para que siga funcionando. Almas jóvenes llenas de vida, rodeadas de figuras de piedra.

Un recuerdo de lo que es un régimen autoritario, para que no olvidemos el pasado, ahora que resuenan por el mundo discursos muy peligrosos. Y un elogio de la juventud, de su fuerza, de su poder regenerador, donde reside siempre, en cualquier comunidad, la esperanza.
Uma
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9
15 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelvo a ver M tras muchos muchos años. Me deja pasmado. Para empezar, me fijo en algo que en mi primera juventud no había observado: la utilización del sonido. Hay pocas películas que hayan trascendido del año 1930 o 1931, porque el cine estaba en proceso de incorporar un nuevo elemento expresivo, el sonido, y fueron años de pruebas que imagino no siempre salía bien. Esta sí. Es fascinante ver películas de esos años, ver qué rápido los creadores empezaron a sacar punta de ese nuevo recurso, qué rápido exprimieron ideas que ya no se han superado. Aquí, Fritz Lang usa el fuera de campo, oímos algo que no vemos. O utiliza el silencio para generar tensión. Utiliza los gritos, el ruido de la calle, un silbido. Por dios, usa un personaje ciego, que solo oye, y su presencia es esencial en la película. Una maravilla. Debieron ser unos años fabulosos para los creadores. En tres años las bases de la utilización artística del sonido en el cine, ya se habían inventado.

La película es soberbia por muchas otras cosas. Técnicamente es un prodigio. Ya me gustaría ver como demonios se hicieron esos travelings a través de las ventanas, colándose por lugares imposibles. Narrativamente lo es más si cabe: expone la tragedia desde un punto de vista alejado del hecho en sí, desde la angustia de una madre. El tiempo, narrado a la perfección; las pequeñeces que amplifican la angustia, una conversación anodina mientras pasan los minutos, una mirada a la calle vacía... La eficacia de recursos como la elipsis o las acciones paralelas, la planificación de las escenas - planos cortos, planos lejanos, reflejos para aumentar el efecto onírico, el deseo incontrolable del asesino - va conduciendo al espectador no solo por el viaje espacial, sino también por el viaje emocional, con muchos personajes implicados, con intereses y premuras confrontados que percuten nítidamente: siempre sabemos qué quieren, qué buscan los personajes, dónde están y a dónde van, que esperan, que les aterra, que les motiva...

Y luego, la radiografía resultante, que nos muestra una sociedad que, casi cien años más tarde, sigue siendo lo mismo, planteándose las mismas cuestiones, con las mismas patologías, los mismos debates enfrentando el orden y el caos. Una película tan amplia, con tantos caracteres encontrados, con un abanico tan generoso de realidades y de conflictos, que solo puede ser filmada por un realizador excepcional, de una madurez mayúscula, que trasciende el tiempo y no envejece.
Uma
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6
2 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena parte de la fascinación que genera esta película, reside en la fascinación que los personajes sienten en relación a los edificios de estilo moderno situados en la ciudad de Columbus, un lugar realmente excepcional arquitectónicamente (vale la pena buscar "Columbus, Indiana" en la wikipedia). A los espectadores nos fascina lo que les fascina a ellos. Ese canal funciona muy bien. El lugar es excepcional. Los parques, las construcciones horizontales o verticales, las formas simples y luminosas, se convierten en una inspiración formal para la propia película: el director aplica esas líneas, esos espacios, esa luz al concepto formal de la película. Y no solo desde una perspectiva visual. Pausa, tiempo, silencio, una cadencia que invita a la conversación, a la contemplación (a los personajes, y al espectador a través de ellos), a la reflexión. Planos muy cuidados para componer pequeños cuadros que emulan los edificios, los parques, las calles, los interiores que los personajes admiran, y dentro de los cuales se mueven, hipnotizados por su influjo, como pretende su director que nos movamos por el interior de sus almas.

El director toma prestada toda esa belleza para hipnotizar a su vez al espectador, con un resultado más que aceptable. Siempre hay, sin embargo, un momento en el que una película se la juega, donde tiene que correr sola y desnuda, sin trampa, sin elementos prestados. Y ahí, la película cojea, vuela a poca altura. Una historia pequeña, con algo de magia, que se va quedando poco a poco por el camino, remontando en algún momento puntual, en el tramo final, y desinflándose silenciosamente en algún otro.

Crónica de dos hijos que hablan de sus padres, de cómo estos han condicionado sus vidas, de los vínculos de dependencia emocional y física que les impiden florecer, o, al contrario, de las ausencias traumáticas que les han dejado heridos para siempre. Una película melancólica, de personajes que son víctimas de su sensibilidad (un perfil muy habitual en el cine independiente americano). Una vez más, las férreas reglas éticas y morales, impiden al cine independiente aportar algo nuevo al firmamento del cine, en cuanto a contenido. Le falta tanta mala leche, que termina siendo un cine irrelevante en lo sustancial.

En cualquier caso, la película tiene atractivo, y discurre por una ciudad fascinante, y por las vidas de dos seres que despiertan nuestro interés y que generan expectativas. Que la película esté mal resuelta, no impide que el que suscribe haya disfrutado bastante de ella.

No se la pueden perder los amantes de la arquitectura. Y sobre todo: véanla subtitulada.
Uma
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