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Críticas ordenadas por utilidad
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8
13 de enero de 2010
13 de enero de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La naturaleza coral de "El Ala Oeste de la Casa Blanca" es una gran virtud. Pero no nos engañemos, nada sería lo mismo si no se adivinara la ascendencia de Martin Sheen, su espíritu omnisciente que impregna a todo su gabinete, a todos los hombres del presidente. El primer capítulo de la serie es paradigmático: Sheen no aparece en pantalla hasta los últimos minutos, acaba de sufrir un ridículo accidente de bicicleta y aún así se atisba su personalidad, su grandeza de hombre entero. Cuando aparece y actúa ya no nos quedan dudas: queremos a este presidente.
He aquí Jed Bartlet, el líder de la superpotencia que debe lidiar con el fin de la historia (debería darte vergüenza, Fukuyama) tras el muro de Berlín, que debe gobernar a una América "ensimismada en sus Biblias, sus pistolas y sus centros comerciales" (la frase es de Enric González) y, por extensión, nos guste más o menos, a todo aquello que se conocía como el mundo libre.
Bartlet: católico, liberal (en el sentido que se le da allí a la palabra), íntegro, capaz. Premio Nobel de economía, nada menos. Quizás demasiado idealizado si lo pintamos así a alguien que no haya visto la serie, pero humano, humanísimo en su desarrollo.
A su lado, la gente que querríamos que dirigiera nuestro país, más allá de ideologías: gente inteligente, honrada. Personas entusiastas en sus convicciones. Leo McGarry, jefe de gabinete: autoritario pero leal, la mano derecha de Bartlet. Toby Ziegler, director de comunicaciones: brillante, cínico, demoledor en sus argumentos. Y Sam Seaborn, Josh Lymann, C.J. Cregg, y los roles menores. ¿Son demasiado buenos? Seguramente. Pero se lo perdonamos porque aun siéndolo son creíbles, complejos, reales. Y se lo perdonamos porque los guiones son brillantes, porque la dirección es magnífica, porque las actuaciones están perfectas.
Se lo perdonamos porque, en definitiva, la serie es una puta maravilla.
He aquí Jed Bartlet, el líder de la superpotencia que debe lidiar con el fin de la historia (debería darte vergüenza, Fukuyama) tras el muro de Berlín, que debe gobernar a una América "ensimismada en sus Biblias, sus pistolas y sus centros comerciales" (la frase es de Enric González) y, por extensión, nos guste más o menos, a todo aquello que se conocía como el mundo libre.
Bartlet: católico, liberal (en el sentido que se le da allí a la palabra), íntegro, capaz. Premio Nobel de economía, nada menos. Quizás demasiado idealizado si lo pintamos así a alguien que no haya visto la serie, pero humano, humanísimo en su desarrollo.
A su lado, la gente que querríamos que dirigiera nuestro país, más allá de ideologías: gente inteligente, honrada. Personas entusiastas en sus convicciones. Leo McGarry, jefe de gabinete: autoritario pero leal, la mano derecha de Bartlet. Toby Ziegler, director de comunicaciones: brillante, cínico, demoledor en sus argumentos. Y Sam Seaborn, Josh Lymann, C.J. Cregg, y los roles menores. ¿Son demasiado buenos? Seguramente. Pero se lo perdonamos porque aun siéndolo son creíbles, complejos, reales. Y se lo perdonamos porque los guiones son brillantes, porque la dirección es magnífica, porque las actuaciones están perfectas.
Se lo perdonamos porque, en definitiva, la serie es una puta maravilla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
"Dos Catedrales"
Dolores Landingham, secretaria y amiga del presidente, acaba de morir en un accidente de tráfico. Bartlet acaba de revelar que sufre esclerosis múltiple: los sondeos señalan que la gente ha perdido la confianza en él. Después del funeral, Jed Bartlet, Martin Sheen en todo su esplendor, le pide a sus ayudantes que le dejen sólo en la catedral.
"You're a son of a bitch, you know that?"
Bartlet maldice a un dios que no merece más el calificativo de justo, de piadoso, de sabio. Un hombre ante el sinsentido del sufrimiento, del dolor, dolido porque a los justos, como él, les ocurran desgracias inmerecidas. Furioso ante la impotencia del ser humano, aunque sea el más poderoso del mundo.
"Cruciatus in crucem. Eas in crucem"
El latín, vínculo ancestral con dios, para maldecirlo.
Bartlet se vuelve, apaga un cigarro en el suelo de la catedral y camina hacia la puerta.
Dolores Landingham, secretaria y amiga del presidente, acaba de morir en un accidente de tráfico. Bartlet acaba de revelar que sufre esclerosis múltiple: los sondeos señalan que la gente ha perdido la confianza en él. Después del funeral, Jed Bartlet, Martin Sheen en todo su esplendor, le pide a sus ayudantes que le dejen sólo en la catedral.
"You're a son of a bitch, you know that?"
Bartlet maldice a un dios que no merece más el calificativo de justo, de piadoso, de sabio. Un hombre ante el sinsentido del sufrimiento, del dolor, dolido porque a los justos, como él, les ocurran desgracias inmerecidas. Furioso ante la impotencia del ser humano, aunque sea el más poderoso del mundo.
"Cruciatus in crucem. Eas in crucem"
El latín, vínculo ancestral con dios, para maldecirlo.
Bartlet se vuelve, apaga un cigarro en el suelo de la catedral y camina hacia la puerta.

6.6
55,827
7
11 de febrero de 2010
11 de febrero de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El que piense que va a ver una película de accion, o una de aventuras, o un thriller, que se olvide. Aquí no hay nada de lo primero ni lo segundo, y el suspense está medido con cuentagotas, un par de pinceladas aquí y allá. La cinta que tenemos entre manos va más allá de eso partiendo de lo mínimo: un padre, un hijo, un carrito de supermercado con sus escasas pertenencias, la carretera por delante.
McCarthy propone -la adaptación es fiel, tanto en la forma (a pesar de esa voz en off, que, sin embargo, a mí me gusta) como en espíritu- Aguirresarobe dispone (la fotografía es soberbia, cinérea, el mundo ha muerto realmente y estremece verlo), Hillcoat manda con mano firme y ojo de maestro y Viggo Mortensen y el chico ejecutan. Cada vez es menos raro ver actores tan jóvenes que sean realmente buenos: éste lo es. Mortensen está más allá del elogio y firma una interpretación contenida y memorable.
Un padre y un hijo, decíamos. Dos personas puestas ante una situación extrema, llevadas al límite. Los escasos encuentros con otros supervivientes están dominados por el miedo, la desconfianza y el afán de supervivencia. Y sin embargo, está el fuego. El que lleva el niño, claro: mirada siempre asustada pero limpia, tabula rasa. La esperanza de un mundo desesperanzado, la palabra de un dios que parece haber abandonado al hombre. Ahí está, creo, el mensaje de McCarthy, que es el de la cinta.
McCarthy propone -la adaptación es fiel, tanto en la forma (a pesar de esa voz en off, que, sin embargo, a mí me gusta) como en espíritu- Aguirresarobe dispone (la fotografía es soberbia, cinérea, el mundo ha muerto realmente y estremece verlo), Hillcoat manda con mano firme y ojo de maestro y Viggo Mortensen y el chico ejecutan. Cada vez es menos raro ver actores tan jóvenes que sean realmente buenos: éste lo es. Mortensen está más allá del elogio y firma una interpretación contenida y memorable.
Un padre y un hijo, decíamos. Dos personas puestas ante una situación extrema, llevadas al límite. Los escasos encuentros con otros supervivientes están dominados por el miedo, la desconfianza y el afán de supervivencia. Y sin embargo, está el fuego. El que lleva el niño, claro: mirada siempre asustada pero limpia, tabula rasa. La esperanza de un mundo desesperanzado, la palabra de un dios que parece haber abandonado al hombre. Ahí está, creo, el mensaje de McCarthy, que es el de la cinta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando todo el mundo se ha dejado llevar, cuando el hombre es más lobo que nunca para el hombre y se ha abandonado incluso hasta llegar al canibalismo; cuando el miedo lo inunda todo, el niño es la luz, el fuego, el chaval de 12 o 13 años que tiene pesadillas porque aún sigue luchando.
El padre es otra cosa. No hay salvación posible para él más que a través de su hijo. Vemos los flashbacks de un pasado que le atormenta; su mujer (cobarde, sí, despreciable, pero las situaciones extremas también sacan lo peor de cada uno) se quita de en medio, pero él se niega a abandonar porque el chico está ahí y no se lo merece.
Vemos, también, la crudeza en su trato a los que se encuentra. "ya no sabes distinguir quiénes son los malos", le dice el chico, pero la lógica del padre supone su condena para salvar al chaval. También supone, realidad terrorífica e imposible de aceptar, tener que matar al chico, llegado el momento, para evitar males mayores. Estremecedora la escena en la que le enseña cómo tiene que dispararse en la boca si llegan "los malos".
Al final, los defectos de la película son los del libro: quizás demasiado descriptiva, siempre desasosegante pero brillante sólo a ratos. Y un final que todavía, muchos meses después de leer la novela, no sé si me gusta o no.
El padre es otra cosa. No hay salvación posible para él más que a través de su hijo. Vemos los flashbacks de un pasado que le atormenta; su mujer (cobarde, sí, despreciable, pero las situaciones extremas también sacan lo peor de cada uno) se quita de en medio, pero él se niega a abandonar porque el chico está ahí y no se lo merece.
Vemos, también, la crudeza en su trato a los que se encuentra. "ya no sabes distinguir quiénes son los malos", le dice el chico, pero la lógica del padre supone su condena para salvar al chaval. También supone, realidad terrorífica e imposible de aceptar, tener que matar al chico, llegado el momento, para evitar males mayores. Estremecedora la escena en la que le enseña cómo tiene que dispararse en la boca si llegan "los malos".
Al final, los defectos de la película son los del libro: quizás demasiado descriptiva, siempre desasosegante pero brillante sólo a ratos. Y un final que todavía, muchos meses después de leer la novela, no sé si me gusta o no.

7.9
131,572
8
8 de septiembre de 2008
8 de septiembre de 2008
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wall·E empieza como una película diferente, por muchos motivos. Porque es sencilla, conmovedora, melancólica, profunda, aterradoramente romántica. Porque tiene ese "algo", esa magia que nos hace darnos cuenta de que estamos ante algo grande. Porque huye de convencionalismos y nos planta una historia de amor auténtica, sin tapujos, sin artificios.
Y de repente...
Todo lo que hace que te quedes embobado mirando la pantalla desaparece. De repente todo es acción, colorines, obviedad. Estoy siendo injusto, pero es que tras atisbar la grandeza lo normal parece muy mediocre.
Si hubieran sido valientes, lo creadores de Wall·E habrían creado un perdedor perennemente solitario que persigue un recuerdo en medio de la nada. No lo han sido, y su obra magna se ha quedado coja.
No sé de qué estaríamos hablando ahora si Wall·E fuera lo que debería ser. Por lo menos, de una de las mejores películas de sci-fi de la historia.
La sensación que queda cuando has saboreado una grandeza interrumpida de súbito es mucho más amarga de lo que debería. Para mí Wall·E siempre será menos de lo que es, pensando en lo que debería haber sido.
Y de repente...
Todo lo que hace que te quedes embobado mirando la pantalla desaparece. De repente todo es acción, colorines, obviedad. Estoy siendo injusto, pero es que tras atisbar la grandeza lo normal parece muy mediocre.
Si hubieran sido valientes, lo creadores de Wall·E habrían creado un perdedor perennemente solitario que persigue un recuerdo en medio de la nada. No lo han sido, y su obra magna se ha quedado coja.
No sé de qué estaríamos hablando ahora si Wall·E fuera lo que debería ser. Por lo menos, de una de las mejores películas de sci-fi de la historia.
La sensación que queda cuando has saboreado una grandeza interrumpida de súbito es mucho más amarga de lo que debería. Para mí Wall·E siempre será menos de lo que es, pensando en lo que debería haber sido.

3.1
4,693
1
7 de septiembre de 2008
7 de septiembre de 2008
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué tiene que ver el título con la cinta? Nada.
De hecho en esta película nada tiene que ver con nada porque nada tiene sentido.
Eso sí, esta película tiene un mérito enorme que nadie le puede negar: el cómo una cinta sin guión y rodada para provocar ataques de epilepsia es capaz de llegar a los cines.
Una de las mayores basuras nunca hechas. De verdad.
De hecho en esta película nada tiene que ver con nada porque nada tiene sentido.
Eso sí, esta película tiene un mérito enorme que nadie le puede negar: el cómo una cinta sin guión y rodada para provocar ataques de epilepsia es capaz de llegar a los cines.
Una de las mayores basuras nunca hechas. De verdad.

7.1
72,164
9
3 de noviembre de 2009
3 de noviembre de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se hace muy poca ciencia-ficción buena en el cine. Muy poquita. Argumentos trillados, dilemas de los que apenas se araña la superficie, obviedades “futuristas” o simplemente el querer ambientar en el futuro, por puro marketing, una historia que puede transcurrir perfectamente en el presente son algunas de las lacras del género.
Por eso, entre tanta mediocridad, destacan los títulos buenos de verdad. “Hijos de los Hombres”, de Alfonso Cuarón será, al menos así lo creo, un clásico dentro de 10, 15 o 20 años. Porque a los elementos del buen cine (una buena historia, un guión sólido, buenas interpretaciones y una gran dirección) se une la reflexión que nos plantea.
Es el año 2027, estamos en Inglaterra y la raza humana se extingue. Por algún motivo desconocido, las mujeres no pueden tener hijos. La sociedad se ha sumido en el caos: la desesperanza ha hecho mella en las personas y la vida se ha convertido en un sálvese quien pueda, con un gobierno pseudofascista que trata a los inmigrantes como animales, grupos terroristas atentando por doquier y todo el mundo esforzándose en sobrevivir.
En ese contexto descubrimos a Theo, un ex activista político que se ve envuelto en la misión de conducir a la última mujer embarazada al secretista y supuestamente filantrópico “Proyecto Humano”, para que pueda tener a su hijo al margen de la anarquía y para el estudio de las causas de la infertilidad.
La trama es, pues, bien simple. Pero lo que verdaderamente hace grande a esta película, al margen de los aspectos técnicos de los que luego hablaremos, es su gran carga ideológica y la forma extremadamente cruda y realista de presentarnos un futuro no tan lejano. “Hijos de los Hombres” nos muestra una sociedad como la nuestra pero multiplicando sus defectos hasta el infinito: pérdida total de libertad y privacidad en aras de una supuesta “seguridad”, incitación al odio a lo ajeno, ciudadanos sumidos en el miedo y la desinformación, guerras por todo el mundo, brutal desigualdad entre ricos y pobres… La forma en que el Estado trata a los inmigrantes, los refugiados, es desagradablemente cruel y lo que es peor, creíble. Éso es lo descorazonador del futuro que nos presenta Alfonso Cuarón en su cinta; que es aterradoramente creíble.
(sigo en el secreto, sin spoilers)
Por eso, entre tanta mediocridad, destacan los títulos buenos de verdad. “Hijos de los Hombres”, de Alfonso Cuarón será, al menos así lo creo, un clásico dentro de 10, 15 o 20 años. Porque a los elementos del buen cine (una buena historia, un guión sólido, buenas interpretaciones y una gran dirección) se une la reflexión que nos plantea.
Es el año 2027, estamos en Inglaterra y la raza humana se extingue. Por algún motivo desconocido, las mujeres no pueden tener hijos. La sociedad se ha sumido en el caos: la desesperanza ha hecho mella en las personas y la vida se ha convertido en un sálvese quien pueda, con un gobierno pseudofascista que trata a los inmigrantes como animales, grupos terroristas atentando por doquier y todo el mundo esforzándose en sobrevivir.
En ese contexto descubrimos a Theo, un ex activista político que se ve envuelto en la misión de conducir a la última mujer embarazada al secretista y supuestamente filantrópico “Proyecto Humano”, para que pueda tener a su hijo al margen de la anarquía y para el estudio de las causas de la infertilidad.
La trama es, pues, bien simple. Pero lo que verdaderamente hace grande a esta película, al margen de los aspectos técnicos de los que luego hablaremos, es su gran carga ideológica y la forma extremadamente cruda y realista de presentarnos un futuro no tan lejano. “Hijos de los Hombres” nos muestra una sociedad como la nuestra pero multiplicando sus defectos hasta el infinito: pérdida total de libertad y privacidad en aras de una supuesta “seguridad”, incitación al odio a lo ajeno, ciudadanos sumidos en el miedo y la desinformación, guerras por todo el mundo, brutal desigualdad entre ricos y pobres… La forma en que el Estado trata a los inmigrantes, los refugiados, es desagradablemente cruel y lo que es peor, creíble. Éso es lo descorazonador del futuro que nos presenta Alfonso Cuarón en su cinta; que es aterradoramente creíble.
(sigo en el secreto, sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En el plano técnico, la película no puede ser más brillante. La fotografía es simplemente magistral, con una recreación excelente del Londres de 2027: vemos los avances tecnológicos, sí, pero se palpa la decadencia. Además, toda la película tiene un tono gris que no puede ser más adecuado. Y cómo olvidar los espectaculares planos-secuencia de varios minutos (destacando el del campo de refugiados, literalmente increíble), que son un prodigio de técnica y planificación y que nos mantienen en tensión constante. Una tensión que Cuarón sabe dosificar, por lo que coloca estos planos-secuencia entre otras escenas de reflexión y conversación.
Los actores están magníficos, todos, pero cabe destacar la interpretación genial (y pasada de rosca, sí, pero, ¡qué más da!) de Michael Caine, un viejo caricaturista político amigo de Theo y sobre todo la actuación tremenda y contenida de Clive Owen (atención a la escena en la que escucha como el personaje de Michael Caine habla de su hijo).
Qué más decir. Pues que está basada en una novela de P.D. James, escritora británica, y que es de obligado visionado (aunque el doblaje sea magnífico, acorde con la película, en V.O. a ser posible) para cualquier persona, interesada o no en la ci-fi. No sólo porque es una de las mejores cintas, si no la mejor, de 2006, sino porque es, así de exagerado y contundente me pongo, una película que se merece un puesto de honor entre las mejores del género de siempre.
Los actores están magníficos, todos, pero cabe destacar la interpretación genial (y pasada de rosca, sí, pero, ¡qué más da!) de Michael Caine, un viejo caricaturista político amigo de Theo y sobre todo la actuación tremenda y contenida de Clive Owen (atención a la escena en la que escucha como el personaje de Michael Caine habla de su hijo).
Qué más decir. Pues que está basada en una novela de P.D. James, escritora británica, y que es de obligado visionado (aunque el doblaje sea magnífico, acorde con la película, en V.O. a ser posible) para cualquier persona, interesada o no en la ci-fi. No sólo porque es una de las mejores cintas, si no la mejor, de 2006, sino porque es, así de exagerado y contundente me pongo, una película que se merece un puesto de honor entre las mejores del género de siempre.
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