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TV

2.6
327
1
26 de abril de 2012
26 de abril de 2012
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo comienza con dos geólogos que nada más salir en pantalla sabes que van a morir, sobre todo por los chascarrillos que sueltan, del tipo “venga, que como tarde mucho me van a matar”. No hará falta que te maten, ya que vas a morir dentro de unos instantes asesinado por el frío.
La secuencia de introducción de los personajes es brutalmente cutre por parte del guionista, que estaría demasiado fumado para pensar y se dedicó a escribir frases incoherentes e inconexas emitidas por actores lamentables en un contexto dudosamente real –especialmente destacable la presentación de la familia feliz y las frases del padre al entrar en la cocina: no se puede hacer peor-.
La secuencia de introducción de los personajes es brutalmente cutre por parte del guionista, que estaría demasiado fumado para pensar y se dedicó a escribir frases incoherentes e inconexas emitidas por actores lamentables en un contexto dudosamente real –especialmente destacable la presentación de la familia feliz y las frases del padre al entrar en la cocina: no se puede hacer peor-.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
También tenemos, rescatado de los clichés más perseverantes de los clásicos de ciencia-ficción, al científico loco que tiene razón pero al que nadie hace caso. Este hombre va al epicentro del problema a pesar de la prohibición del coronel, que hace un papelón, por cierto. Al ser detenido por un militar, nuestro amigo decide darse a la fuga, ante lo cual el militar decide, lógicamente, disparar a discreción contra el vehículo del susodicho, para así poner en entredicho en tres segundos su moral y su puntería: dos pájaros de un tiro.
La cosa se va poniendo chunga y la familia feliz se queda aislada en la nieve: la niña dice “mamá, tengo frío”, a lo que la perspicaz mamá responde: “está bien, súbete la cremallera”; hay que reconocer que la madre es un hacha en condiciones adversas. Pero el padre no se queda atrás y, tras abandonar obligatoriamente a sus hijos por una grieta interpuesta entre ambos y buscar un lugar por el que cruzar, ella le pregunta “¿crees que los chicos están bien?”. Él, muy hábilmente, contesta tranquilizantemente “tal vez”. Guionista, estás en todo. Por último, el cabo en el cuartel informa: “Hay nuevos temblores, y éste es grande”. Está temblando el cuartel entero, así que deduzco que el coronel y todos aquellos que se encuentran en el radio de alcance acústico de sus palabras ya habían llegado a esa misma conclusión. Esto es lo que ocurre cuando el director siente la necesidad de que sus actores hablen cuando están dentro de plano.
Desde aquí todo clichés: gente que vemos por primera cuando va una hora de filme en la nieve = gente que sabemos que va a morir inmediatamente; el énfasis del niño en cada frase y en cada movimiento corporal, que muestra menos sentimiento que un zapato; las quejas de la hija-pija; y el detalle grotesco de la madre, que se dispone a conducir un jeep, entra, aparta las piernas del conductor herido, las tira a un lado, y arranca y se van tan tranquilos. El guionista decide arreglarlo con una frase estelar, pronunciada con el vehículo ya en marcha, supuestamente dirigida al militar malherido que va descuajaringado en el asiento del copiloto: “tranquilo, voy por ayuda”.
El final es lo peor dentro de lo peor, ya que caen en todos los clichés que se les ocurren: deciden volar el gas por los aires antes de que éste provoque el estallido del planeta –por cierto, vaya mierda de explosión la que provocan, comparada con la que acabaría con la vida en la tierra-, pero tienen que llevar los detonadores a puntos estratégicos, para lo cual disponen de… sííí: ¡Una cuenta atrás! No podía faltar un reloj que cuenta exactamente el tiempo que le falta al gas para llegar a tal coordenada, además de un monitor en el que se pueden visualizar dibujitos de explosiones y a través del cual el coronel sigue las evoluciones de su magnífico plan.
Detalle final: la cámara se mueve de manera tan torpe con los temblores que marea, a pesar de que se ve perfectamente que todo está quieto, sobre todo en las tomas en la nieve.
La cosa se va poniendo chunga y la familia feliz se queda aislada en la nieve: la niña dice “mamá, tengo frío”, a lo que la perspicaz mamá responde: “está bien, súbete la cremallera”; hay que reconocer que la madre es un hacha en condiciones adversas. Pero el padre no se queda atrás y, tras abandonar obligatoriamente a sus hijos por una grieta interpuesta entre ambos y buscar un lugar por el que cruzar, ella le pregunta “¿crees que los chicos están bien?”. Él, muy hábilmente, contesta tranquilizantemente “tal vez”. Guionista, estás en todo. Por último, el cabo en el cuartel informa: “Hay nuevos temblores, y éste es grande”. Está temblando el cuartel entero, así que deduzco que el coronel y todos aquellos que se encuentran en el radio de alcance acústico de sus palabras ya habían llegado a esa misma conclusión. Esto es lo que ocurre cuando el director siente la necesidad de que sus actores hablen cuando están dentro de plano.
Desde aquí todo clichés: gente que vemos por primera cuando va una hora de filme en la nieve = gente que sabemos que va a morir inmediatamente; el énfasis del niño en cada frase y en cada movimiento corporal, que muestra menos sentimiento que un zapato; las quejas de la hija-pija; y el detalle grotesco de la madre, que se dispone a conducir un jeep, entra, aparta las piernas del conductor herido, las tira a un lado, y arranca y se van tan tranquilos. El guionista decide arreglarlo con una frase estelar, pronunciada con el vehículo ya en marcha, supuestamente dirigida al militar malherido que va descuajaringado en el asiento del copiloto: “tranquilo, voy por ayuda”.
El final es lo peor dentro de lo peor, ya que caen en todos los clichés que se les ocurren: deciden volar el gas por los aires antes de que éste provoque el estallido del planeta –por cierto, vaya mierda de explosión la que provocan, comparada con la que acabaría con la vida en la tierra-, pero tienen que llevar los detonadores a puntos estratégicos, para lo cual disponen de… sííí: ¡Una cuenta atrás! No podía faltar un reloj que cuenta exactamente el tiempo que le falta al gas para llegar a tal coordenada, además de un monitor en el que se pueden visualizar dibujitos de explosiones y a través del cual el coronel sigue las evoluciones de su magnífico plan.
Detalle final: la cámara se mueve de manera tan torpe con los temblores que marea, a pesar de que se ve perfectamente que todo está quieto, sobre todo en las tomas en la nieve.

7.0
38,374
7
21 de mayo de 2012
21 de mayo de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué decir de esta película, cuyo protagonista viene del planeta Transexual, en la galaxia Transylvania. Pues eso, que Tim Curry es una miscelánea de lo más recóndito que se puede encontrar en una mente humana, un travestido de lo más insólito y bizarro que vuestra fantasía alcance a imaginar. A su castillo llegan Janet (Susan Sarandon) y Brad, su recién prometido, despistados volviendo a casa de una boda. Sí, el argumento no tiene ni pizca de sentido, ya que en dicho castillo tiene lugar una especie de ceremonia orgiástica extraterrestre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En fin, que tal vez haya una intención subyacente a propósito de los deleites carnales del ser humano y su incondicional promiscuidad. No se me ocurre nada más en cuanto a mensajes subliminales en este musical tan particular.
Richard O´Brien, guionista y compositor, en el papel de jorobado mayordomo es sensacional; al llegar la pareja él les dice “You’re wet”, a lo que Janet contesta “It’s raining”. El mayordomo continúa la conversación con un escueto “Yes”. Mención aparte merecen la ropa interior de Brad, la canción “Touch me” con una ninfomaníaca Sarandon, la aparición de Meat Loaf rompiendo un muro, con moto y todo, y su ingesta final por todos los miembros presentes en el castillo.
El narrador criminólogo tiene su gracia, pero no aporta demasiado y ralentiza el ritmo de la narración. Prescindible.
Me gusta la escena final, con un Curry fallecido cuya cabeza resucita para la imagen congelada final con el globo terráqueo como único atisbo de iluminada vida en la negrura del final de la proyección. Que los más fanáticos saquen sus propias conclusiones filosóficas. Para mí, es un musical hecho para pasar un buen rato cuyo principal mensaje es que hay que disfrutar de la vida y el sexo porque no sabemos cuándo puede llegar el fin del mundo. Para los escépticos, ojeada a “Melancholia”, de Lars Von Trier.
He de decir que las canciones están bien en general, acordes con el ambiente psicodélico festivo de la cinta y los personajes. Engancha al espectador, que en la actualidad siente como si fuese tele transportado a otra época y otro lugar, en el que pasará hora y media de lo más divertida e impredecible. La decoración ultra glam es absorbente y hechizante. Gran adaptación al cine de un musical exitoso en teatros.
NOTA: película no apta para hombres con fobia a lo homosexual... y a lo "ambiguo".
Richard O´Brien, guionista y compositor, en el papel de jorobado mayordomo es sensacional; al llegar la pareja él les dice “You’re wet”, a lo que Janet contesta “It’s raining”. El mayordomo continúa la conversación con un escueto “Yes”. Mención aparte merecen la ropa interior de Brad, la canción “Touch me” con una ninfomaníaca Sarandon, la aparición de Meat Loaf rompiendo un muro, con moto y todo, y su ingesta final por todos los miembros presentes en el castillo.
El narrador criminólogo tiene su gracia, pero no aporta demasiado y ralentiza el ritmo de la narración. Prescindible.
Me gusta la escena final, con un Curry fallecido cuya cabeza resucita para la imagen congelada final con el globo terráqueo como único atisbo de iluminada vida en la negrura del final de la proyección. Que los más fanáticos saquen sus propias conclusiones filosóficas. Para mí, es un musical hecho para pasar un buen rato cuyo principal mensaje es que hay que disfrutar de la vida y el sexo porque no sabemos cuándo puede llegar el fin del mundo. Para los escépticos, ojeada a “Melancholia”, de Lars Von Trier.
He de decir que las canciones están bien en general, acordes con el ambiente psicodélico festivo de la cinta y los personajes. Engancha al espectador, que en la actualidad siente como si fuese tele transportado a otra época y otro lugar, en el que pasará hora y media de lo más divertida e impredecible. La decoración ultra glam es absorbente y hechizante. Gran adaptación al cine de un musical exitoso en teatros.
NOTA: película no apta para hombres con fobia a lo homosexual... y a lo "ambiguo".
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