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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de diciembre de 2017
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una tragedia griega en un parque de atracciones; la más perfecta oda a la hipocresía; una obra hecha de contradicciones y una gran contradicción en sí misma. Eso es ❝Wonder Wheel❞, la película de Woody Allen estrenada en 2017.

La cinta muestra de forma sublime la ironía de todo lo que sucede en ella, con unos personajes que piensan una cosa y la contraria, eufóricos y deprimidos a la vez, y juega con el doble sentido de una forma excepcional.

La fotografía es abrumadora, incomparable. Debo reconocer que en ocasiones me quedaba con la boca abierta y la cabeza ladeada durante varios minutos descubriendo cómo los colores de toda la escenografía cambiaban de la forma más sutil según evolucionaban los sentimientos de los protagonistas, todo ello dentro de un mismo encuadre. Así, durante unos planos estáticos que podían durar diez minutos o más, las luces de los neones se filtraban en cada uno de los elementos presentes en la escena y acompañaban la noria emocional de los protagonistas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El socorrista bohemio (interpretado por Justin Timberlake) que guiaba su vida desde el estándar del gran escritor, enamorándose de una mujer mayor por ser «muy de escritor», pero eligiendo a la joven inestable por serlo aún más.

La actriz retirada (interpretada por Kate Winslet) que no quería reconocer su debacle e insistía en que no era camarera, sino que interpretaba ese papel, y que buscaba a un príncipe azul que le rescatase de su sórdido matrimonio.

El marido autoritario (interpretado por James Belushi) que dependía de una mujer a la que amargaba la vida, y que mantenía una sindrómica relación (similar al complejo de Edipo, basado en la gran tragedia de Sófocles, pero a la inversa) con su hija, a la que constantemente decía que no permitiría que fuese camarera –aun siéndolo su propia mujer–.

El hijo pirómano (interpretado por Jack Gore) que, como no podía ser de otra manera, quemaba cosas (aunque, como dice el narrador de la película, «¿qué vería en las llamas? Nunca nadie ahondaría en ello»).

La hija (interpretada por Juno Temple) que actuó como caballo de Troya, y que tan pronto iluminó el hogar como generó el caos que acabó restableciendo el orden inicial con su muerte, como si de una maravillosa rueda -o «wonder wheel»- se tratase.

Finalmente, como en una suerte de «Edipo Rey a la inversa», es el personaje interpretado por Kate Winslet el que propicia la muerte de su hijastra, y aunque su intención era la de quedarse con el amante de ambas, acaba por provocar que su salvador se aleje de ella –al igual que sucedió con su primer marido– para quedarse con el tirano de esta historia.

Una trama intachable, una enseñanza latente en cada línea de diálogo y una actuación convincente de cada uno de los actores que conforman el reparto de ❝Wonder Wheel❞ hacen que, desde mi humilde punto de vista de espectador, la nueva película de Woody Allen se merezca un sobresaliente. Es, sin lugar a dudas, el tipo de películas redondas, cuidadas y dirigidas por una mano de lo más perfeccionista que disfruto viendo y recordando –por no decir «reflexionando»–, e incluso escribiéndoles una crítica, como en esta ocasión.

Espero que la hayas disfrutado, y si no la has visto, disfruta de su magia «a la luz del proyector», como dirían los personajes de esta epopeya.
3 de mayo de 2018 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es de esas que se tienen que ver «con los ojos cerrados (venga va, dejémoslo en entornados) y el corazón abierto». Es la clase de cintas que entusiasmarían a mi profesor de Felicidad. Y ya van unas cuantas de Woody (y no me considero un experto «allenista», ni mucho menos) en las que observo una profunda dedicación por mostrar algunos aspectos de la filosofía relacionados precisamente con su visión particular de la felicidad. Y eso, francamente, me entusiasma.

Con ❝Magia a la luz de la luna❞, Woody Allen nos habla sobre cómo racionalizarlo todo te roba la magia (y la felicidad) de la vida, y de cuánto necesitamos algunas «mentiras» para sobrevivir; de cuando el hombre más genial -y egocéntrico- aprendió a desdramatizarlo todo y a dejarse llevar, y sobre qué le condujo a tomarse la vida menos en serio, a inclinarse por sus misterios y por la incertidumbre del día a día (recuerdo a Anthony de Mello con su idea de que la valentía no consiste en tener todo bajo control, sino en mostrar verdadera seguridad ante la incertidumbre); y de la diferencia entre ver la vida bajo el estricto filtro del raciocinio o bajo la libertad de dejarse sentir, vivir el momento y no cuestionarse la propia felicidad.

Hay una escena (dos, o incluso tres) sobre cada uno de los aspectos que he mencionado con anterioridad; desde el momento en el que el mago Colin Firth «apaga» su eterno ajetreo mental para ser consciente del camino por el que está paseando -y del agradable olor de las flores que le rodean- hasta cuando se resigna a no cuestionarse sus propios sentimientos y le hace una -particular- propuesta de matrimonio a la siempre magnífica Emma Stone.

Y es que sobre felicidad hay mucho escrito. Y uno, claro, muestra las cosas como las siente. Y fíjate lo que yo siento con esta película que ¡oye!, si un director logra expresar tanto con tan poco (y lo que a mí me gusta el formato de hora y media de las pelis de Woody; tenía que decirlo), creo que puedo ponerle un notable y no sentirme tan embaucado; porque tampoco pienso pensarlo mucho, ¿eh? Y si no estás de acuerdo conmigo, «es lo interesante de la inteligencia: no hay que desesperar, la tuya puede aumentar». De momento, seguiré siendo un «irritante liliputiense». Y lo que yo me he reído con esta y otras de las excentricidades del mago egocéntrico e hiperracionalista ingeniado por el director estadounidense, no me lo quita nadie.

El comediante y filósofo Allen realizó esta película. Yo te recomiendo verla y reverla. Aun así, ¿te lo vas a pensar?

A un amigo «muy fan» de la Stone.
21 de febrero de 2018 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entiendo que el pretexto es bueno: alejar el foco de acción de la urbe ‘superheróica’ por excelencia, Nueva York, para dotar de una mayor diversidad -más allá de la ya aportada por el ‘atlas biótico’ que suponen los Guardianes de la Galaxia- al grupo de superhéroes que conforma el confluente universo Marvel, donde cada paso va dirigido en vistas de la nueva entrega de Los Vengadores.

Entiendo, también, que resultaba imperante visibilizar de una vez por todas a la comunidad afroamericana, que en esto de los superhéroes había sufrido todo el descrédito desde que cierta serie de dibujos animados encarnase a Cyborg, de DC Comics, junto a un selecto grupito de superhéroes adolescentes.

Comprendo, por último, que las alusiones a la pobreza de los pueblos africanos (y no tan africanos), a la injusticia que esto supone, a las ansias de compartir toda la tecnología ‘wakandiana’ con ellos y a democratizar tal uso tecnológico en favor de la sanidad, la educación y, en general, de la evolución humana suponen un -potencialmente- gran trasfondo para una película, al fin y al cabo, de acción y ciencia ficción.

Sin embargo, creo que todas estas buenas intenciones (sumadas a una banda sonora indudablemente modernizada, al más puro estilo ‘trapero’) «se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia» ante una historia tan sumamente prototípica como esta.

¿En qué me baso para sentenciar esto? Pues en lo predecible que resulta la trama desde su inicio. Porque sí, la ambientación resulta ciertamente original. Pero en lo que al desarrollo de la narración ‘per se’ se refiere, no hay nada que resulte innovador; ni tan siquiera curioso. Es más, el héroe y su pandilla (absolutamente estandarizados) no pueden ser más buenos; el villano y sus secuaces (tan arquetípicos como sus homólogos) no pueden ser más malos; y el destino de ambos, por tanto, es igual de modélico.

¿La historia te da sorpresas? Pues, al contrario que lo que diría Pedro Navaja, no. Ni una sola. Lo que no exime al resto de factores que componen la cinta del cumplimiento de los estándares mínimos que supone el estar realizada por Marvel Studios. Una buena banda sonora, una mejor fotografía y una extrañamente adictiva puesta en escena de los actores (con sus rastas, sus plumajes y sus vestidos con repujados), además de una notable actuación de Andy Serkis y Martin Freeman (los dos únicos actores que rompen la hegemonía afroamericana del reparto) y un par de risas en momentos profundamente dramáticos logran que no salgas enfadado del cine. Por poco.

Así pues, un seis, pero nada de «Interesante».

Por último, la sinopsis ‘simplificada’ corre de mi cuenta:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Bueno vive en armonía. Malo aparece. Bueno perdona a malo. Malo no se rinde. Malo mata a bueno. Bueno reaparece en los últimos 30 minutos de peli y derrota a malo. Bueno perdona por segunda vez a malo. Malo no quiere vivir en mundo de buenos y se suicida. Bueno se une a la pandilla de Los Vengadores.

Mis dos únicos deseos al sentarme en la butaca fueron: «ojalá Black Panther no sea ‘de bueno tonto’» y «ojalá no luchen contra las ambiciones del malo para luego reflexionar y darse cuenta de que ‘tampoco estaban tan mal’»... Debí soplar un par de pestañas antes de entrar al cine. Ahora ya es demasiado tarde.
4 de mayo de 2017
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente esta película sea algo más que una película cualquiera. Probablemente sea una película capaz de empujar a una persona que jamás a escrito una crítica cinematográfica a sentarse delante de un teclado con la necesidad de expresar todo aquello que hierve en su interior, porque una escala del uno al diez sería incapaz de representar tanto. Y en esas estamos.

❝Guardianes de la Galaxia Vol. 2❞ no es una película más. Sí, lo sé; de típicos tópicos está el mundo lleno. Pero empecemos por lo fácil. Esta cinta no deja de ser algo conocido; de hecho, me atrevería a decir que es muchas cosas conocidas: es humor, es acción, es ingenio, es viveza, es risa, es un nudo en la garganta, es ternura, es belleza, es plasticidad... Pero todo lo que es, lo es de forma coordinada y con suma excelsitud. Es una película ciertamente redonda; un eneágono perfecto (de mayor o menor tamaño, pero armónico al fin y al cabo) si formásemos un gráfico con los anteriores nueve atributos.

No es una película cualquiera porque no es una película. Puede sonar extraño, pero no me gustaría enrolar esta cinta junto con otras de menor calibre dentro de su mismo género. Es, más bien, una pequeña obra artística. Y este es un término que, aseguro a todo aquel que me lea, no utilizo con ligereza. Por hacer un ejercicio de aclaración, diré que si ❝La La Land❞ es el “summum” de los musicales (y no por inventar un nuevo género, sino por perfeccionar el suyo propio y representarlo en escasos ciento veinte minutos), ❝Guardianes de la Galaxia Vol. 2❞ realiza exactamente la misma labor; y, como en el primer caso, seguramente sin pretenderlo.

Por todo ello, creo que la nueva creación de James Gunn (y qué deleite que regrese para la tercera entrega de esta saga) no es de Premio a la mejor película de 2017... porque las películas “de superhéroes” nunca son premiadas como mejor película. Eso sí, permitidme que exclame a los cuatro costados de mi cocorota que ❝Guardianes de la Galaxia Vol. 2❞ es la mejor no película de 2017.
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spoiler:
Yo soy Groot.
25 de mayo de 2018 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces a lo largo de la historia del cine se podría decir que un autor ha alcanzado la perfección con su obra. «¿Qué es la perfección?» me preguntarás, a lo Gustavo Adolfo Bécquer. «Perfección... no eres tú» te contestaré, a lo Billy Wilder.

Y es que, ante todo, el director estadounidense se encarga de meternos en la cabeza que la perfección no existe. Y lo hace de la forma más cómica posible: ingeniando una gran contradicción; porque, durante ❝Some like it hot❞, no paramos de encontrarnos con un sinsentido tras otro, comenzando por sus dos protagonistas que, ataviados con faldas y pelucas rizadas, logran embaucar a todo el que se encuentran a su paso.

Una comedia es una comedia (como diría cierto personaje político); pero no por comedia es menos película, añadiría yo. Si bien es cierto que, a lo largo de la historia, géneros como el drama o la película histórica han sido mejor recibidos, la “buena risa” es un arte que no está a la altura de cualquiera. Y cuando uno se encuentra con una comedia que en todo lo que puede ser cómica se autoenardece hasta alcanzar la excelencia, mostrando un gag tras otro con una incuestionable originalidad, sorprendiendo al espectador una y otra vez «sin piedad alguna», y dejándole la sensación de que la cosa se acaba no porque se haya exprimido al máximo su sentido del humor, sino porque una brillante historia requiere de un final igualmente brillante… Cuando uno se encuentra con ese panorama, entonces sabe que ha descubierto algo parecido a la perfección.

Porque ❝Some like it hot❞ parece albergar todo el buen humor que el ser humano es capaz de ingeniar y, a la vez, supera todos aquellos extremismos que se cometen en las comedias previa y -tristemente- posteriormente escritas, en las que se abusa del chiste fácil, del humor escatológico o de la noble práctica del “rizamiento de rizo”, entre otras.

Así, Billy Wilder hace del cine un sueño, de la comedia un arte y de su película, hoy la nuestra, un modelo a seguir. Y puede parecer una valoración un tanto partidista, desmesurada e incluso trivial. Pero nada más cerca de la realidad. Y es que... bueno, nadie es perfecto.
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