Por encima de la voluntad de defender al que no tiene voz, Kane quiere ser escuchado. Tiene el ímpetu del que ha descubierto el engaño, del que ve a través del cristal de Ortega y Gasset. No solo porque pueda identificar los problemas del sistema económico, si no porque entiende que la manipulación informativa es una transformación de la libertad de los hombres.

En la lucha, como le advierte alguien en el Periódico, puedes transformar, o ser transformado. Al final, Kane acaba resignándose a su derrota e intenta, al menos, tratar de disfrutar como pueda de la vida que le queda.

Rosebud es la prueba de que nunca quiso acabar así. No tanto de una infancia perdida, sino del recuerdo de un sueño imposible en este mundo.

Tener que vender él mismo a un niño nos enseña que en un escenario de miseria y desesperación, por muchos principios que uno tenga, el sistema termina por corromper a cualquiera por un puñado de dólares.

Y es en esta frontera donde se mueve el argumento de la película. Esta gira en torno a dos fotografías que nos hacen ver que estamos asistiendo a un relato incómodo que naturaliza unos valores que nos son ajenos. En primer lugar, la fotografía "artística"· de Sara, en la que se erotiza el cuerpo de una niña que además está a punto de casarse. La segunda fotografía, con la que se cierra la película, pone en valor el concepto de "puesta en escena" y muestra la masacre que se cometía contra los indígenas americanos.

El resto de la película no ofrece al espectador ningún asidero al que aferrarse pues todos los personajes juegan el rol del poder. Éste se reparte entre todos y está diluido bajo la sombra que proyecta el propietario que nunca aparece en escena.

Es el fotógrafo el que encuentra valor estético en Sara y en la escena de muerte del final del mismo modo que el espectador debe encontrar el valor estético de una narración dura, fría que no pretende blaquear lo que allí sucede únicacamente porque alude a la inteligencia de quien la está viendo, y es que nosotros la entendemos como una crítica. Pero a buen seguro, si le pusiésemos la película a uno de los protagonistas de la misma, la entendería como un documental realista de lo que allí ocurría, sin media tinta ni doble sentido.